Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

sábado, 22 de agosto de 2009

Mis libros y yo

Para estar en lo mío he aprendido a pasar muchas horas en aparente soledad. Digo aparente porque, en realidad, no estoy solo. Cuando estoy hurgando mis archivos, cuando ordeno las informaciones que extraigo de mis libros y cuando escribo me siento muy bien acompañado, aunque nadie esté, en apariencias, conmigo.

En esos instantes no estoy solo con las hojas, las letras, la tapa dura, la solapa, los apuntes al margen del libro. Como que estoy con el mismo autor. De repente siento que mi pieza está llena de personalidades, de antes y de ahora, de aquí y de allá; todas, en calma, diciéndome desde los renglones subrayados de rojo, azul o en resaltadores, lo que debo escribir, inspirándome.
Justificar a ambos lados
Cuando escribo, como todos los que han adoptado este oficio, estoy con mucho ajetreo interno. Cuando estoy en eso, así sea para escribir un comentario para este blog o para mi libro, me siento un estibador de muelle, hombreando datos, organizando una pila de referencias para un lado, reservando otras para otra oportunidad; sintiendo el peso de las referencias de un peso pesado como Séneca, cuando apelo a un sabio o; a un novelista como Pío Baroja.

Siento el peso de una frase llena de sabidurías que, como al estibador las bolsas de harina, me provocan profundas transpiraciones. A veces algunos amigos míos me preguntan qué hago tan solo, una noche como la de hoy, en pleno sábado, entre los apuntes, libros, diarios y revistas. Siempre les respondo lo mismo: yo no me siento solo, siempre estoy acompañado.

Cuando me doy un descanso, me agrada leer un buen libro en el living de mimbre de casa. Leerlo y llenarlo de rayas. Es un verdadero placer.

En otros comentarios les conté que había días en que comenzaba a estar en mis cosas a partir de las 4 de la madrugada y no me levantaba ni para ir al baño. Varias veces, pensando que era la hora del desayuno, suspendía mis tareas y me iba a la cocina y, de paso, miraba, el reloj: eran las tres de la tarde. Comía y volvía a la carga. El sueño me vencía como a la medianoche.

No todos me dan bolilla cuando les digo que lean. Me dicen que no tienen tiempo. O que lo van a hacer y que para eso se están organizando. Tengo amigos que llevan años organizándose; que ya han comprado cientos de libros, inclusive y que tienen hermosas bibliotecas. Hasta ahora no leen. Supongo que lo harán alguna vez.

Saber, aligera la carga en la vida. La ignorancia es demasiado pesada. Pero no todos quieren romper lanzas con la ignorancia prefiriendo que el cenagoso círculo de la mediocridad siga grande, fuerte, profundo y maloliente.

Prefieren no saber. La sabiduría les es indiferente. De ese horno salen nuestros políticos, periodistas, abogados, jueces, fiscales, maestros. Por eso tenemos caudillos estólidos y deslayazados.

Conozco profesores universitarios de Paraguay que leen muy poco, que tienen graves disputadas con la gramática, que jamás han hecho un sólo trabajo de investigación.

Y también conozco a otras personas que leyeron mucho en Paraguay pero que viven de la caridad ajena.

Están los que leyeron mucho y se convirtieron en verdaderos sinvergüenzas. Son contados, pero influyentes. Son los palurdos ilustrados.

Nuestra historia está protagonizada por gente escasamente formada. A un Fulgencio Yegros, ladrón de caballos, se lo recuerda más que al sabio Moisés Santiago Bertoni Torreani que durante toda su vida se empeñó en dar brillo a su país adoptivo, Paraguay.

La ignorancia de muchos altos copetudos referentes del país rayan la grosería. Y si así está el mundo, como decía Jorge Gestoso, muchas ganas no suelo tener para hablar de tonteras con muchos que aparentan mucho pero son nada. Prefiero el living de casa, una música suave, orquestada, un mate si hace frío o; un tinto, si ya fueran las siete de la tarde, y, de paso, disfrutar de un buen libro.

lunes, 17 de agosto de 2009

¿Somos celosos los paraguayos?

En un aviso publicitario difundido por radio Ñandutí, escuché hoy, una voz masculina preguntar "¿donde estás?"; "en el super", responde una voz femenina. El hombre hace entender que la tiene en su mira. Hacen de una pareja, al parecer.
Se trata de la promoción de un sistema de rastreos por satélite.
Para que podamos entender mejor: ahora hay unos aparatitos que se puede poner al coche y se puede saber, desde donde uno esté, donde está el vehículo. Un marido celoso, por ejemplo, puede confirmar si la esposa que salió con el coche está en la casa de la amiga, en el super o en la peluquería como le anunció, o en otros sitios.
Con aparatitos de esa envergadura, digo, los celosos estarán de parabienes.
¿Somos celosos los paraguayos? ¿Y las paraguayas?
El celo al cual me refiero es al que el diccionario de la Real Academia Española define en su séptima acepción como sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra.
Alguien dijo que los celos lo único que reflejan es la inseguridad en nosotros, y la falta de confianza en la pareja. Contrariamente a lo que se piensa en el imaginario colectivo, los celos son más bien una muestra de desamor. Cuando hay verdadero amor, existe confianza plena, total en nuestra pareja.
Los paraguayos (me refiero a ambos sexos porque me fastidia eso de de decir "paraguayos/ paraguayas, niños/niñas, como insiste el feminismo del nuevo cuño) somos de morirnos por amor. Si no creen escuchen esas polcas ja´e o o participen en esas asadeadas donde hay mariachis, donde se canta a grito pelado "El rey", el himno de los perdidamente enamorados, por no decir algo más fuerte.
Los psiquiatras dicen que los celos son una enfermedad excesiva y sin fundamentos y que no tiene cura. O sea, los celosos son celosos de por vida.
Entre mis amistades tengo referentes muy celosos. Y, a lo mejor, yo también soy celoso.
Recuerdo que un novio celoso había destruido la red telefónica de una oficina pública de la que fui temporalmente su director. El celoso en cuestión había coimeado a algunos compañeros de la amada, que trabajaba allí, e instaló unos chirimbolos para escuchar las llamadas de la que, para él, resultaba ser una sospechosa infiel.
El hombre no logró escuchar - esa vez al menos - las llamadas de la mujer; sí, dejarnos sin teléfono.
Pero los hombres no somos los únicos celosos. Las mujeres, también. Pero dejaré que ustedes mismos me hagan los comentarios que quieran sobre las mujeres celosas en este blog, ya que en esto de los celos y tutti cuanti no es lo más importante lo que yo diga.
Yo creo que las tecnologías conspiran a favor de los celosos. El GPS, sistema que permite conocer la posición de un objeto móvil gracias a la recepción de señales emitidas por una red de satélites, a más de ayudar a encontrar vehículos robados u orientar a los pilotos en vuelo, también ayudan a los celosos a comprobar si sus parejas infieles están por algún motel o en el apartamento del amante y no precisamente en el super.
Los teléfonos celulares y, sobre todo, los inoportunos mensajitos que se olvidan de borrar del mensajero, no hacen sino avivar el fuego en el juego de los celos. ¿Y qué me dicen de los registros de llamadas en el teléfono celular?
Este tiempo de acuario, que dicen que es el de las revelaciones, es sobre todo tiempo de los celosos. La tecnología le anda macaneando bastante a los celosos y a los infieles. Entonces puedo pensar que, así como marcha la ciencia, los celos estarán campantes, haciendo de las suyas en las parejas y los infieles perfeccionando argumentos y excusas para continuar la marcha ascendente hacia las borrascosas cumbres del cuernerismo criollo.
O si no, escuchen la publicidad esa, de la radio de la que les hablé, a ver si coinciden conmigo. Puede que yo nomás haya pensado en los celos al escuchar dicho anuncio.


sábado, 15 de agosto de 2009

La casa de los Aguilar

En la casa de mi amiguito Luís Aguilar, en Villarrica, yo pasaba muy bien. A más de jugar con él a las bolitas (balitas, en el castellano paraguayo, o canicas) me daba el gusto de comer caquis (árbol de la familia de las Ebenáceas), que había a orillas de su patio o; montar un caballo flacón que hacía girar la amasadora de arcilllas, con las que su padre fabricaba ladrillos.
Corría el año 1959 cuando mi familia se instaló en la esquina de su casa, cerca de la escuela "Paso Pé". La que ocupamos era la de Mauricio Silvero Silvero, un señor que ahora tiene 76 años de edad y que en 1959 tuvo que emigrar a Buenos Aires donde trabajó de zapatero.
Me llamaba la atención las fiestas que organizaban los hermanos mayores de Luís, los domingos en la casa.
Antes les diré que don Mauricio me contó en mi reciente visita a Villarrica que el viejo Aguilar ya murió hace años; que la hija de éste , una bajita, que con la madre preparaba empanadas de mandioca para vender en el mercado, también ya había fallecido.
A propósito, en realidad no se llaman, en origen "empanadas de mandioca", sino "pastel mandi´o", una fritura ancestral de Paraguay.
Les decía lo de la fiesta dominguera.
Aquella era divertida. Comidas al horno, tallarines, butifarras, vino y caña. Música con algunos guitarreros venidos de los fondos de San Francisco Potrero, en los bajos del cerro; o de la vitrola estridente, llenas de polcas y de tangos.
Recuerdo que las mujeres vestían anchas polleras con faldas hasta por debajo de las rodillas; los hombres, de traje y sombrero. Luís y yo nos metíamos por entre las parejas que bailaban en la pieza grande que hacía de sala.
Todavía rememoro el perfume de las mujeres y el aroma de sus primorosos talcos. Y recuerdo la catinga de algunos hombres empapados de transpiraciones de tanto bailar.
Niño de siete años, me agradaba tocar el manubrio de las bicicletas estacionadas en la vereda de ladrillos de la casa. Eran de los amigos de los dueños de casa. Nunca vi bicicletas con tantos banderines y chirimbolos varios como aquellas de los domingos en la casa de los Aguilar.
"Cambá", hermano mayor de Luís, me cuenta don Mauricio, todavía vive y que cayó fulminado por el alcohol. "Cambá" era zapatero y los domingos se vestía de traje y, supongo, cautivaba a las jóvenes de su época, entre ellas a mi hermana, Julia, una quinceañera.
Cuando somos jóvenes somos naturalmente atractivos, pienso.
A uno de los que frecuentaba la casa de los Aguilar, Juan Elizaur, la encontré estos días en Villarrica. A su edad todavía mantiene los aires de su juventud. Hablamos de aquella familia y de , claro, Sergio López, su amigo de 19 años, asesinado el 9 de agosto de 1959, por un borracho a quién quizo abrazar.
Sergio tenía un revolver bajo el cinto. Cuando el borracho le acertó una puñalada, Sergio tuvo tiempo para tomar el arma y disparar contra el hombre. Sergio murió desangrado: el otro, también, años después a raíz del balazo.
Juan Elizaur me contó que el arma que usó Sergio era suya. Que esa noche, Sergio le había pedido prestada. Eran tiempos de andar armados. Juan estaba con "Cambá" visitando novias por el barrio Tablada, desde donde escucharon los disparos. Fueron al sitio pero Sergio ya estaba muerto.
La casa de los Aguilar se construyó por el año 1936 y su dueño mandó poner sus iniciales en el frontis de la misma. P. L. eran sus iniciales. Luego, a don Aguilar, colorado hasta la médula, se le cargaría la inicial como "Partido Liberal", el opositor al suyo.
Visité esa casa.
Hoy está abandonada. La fotografié.
Miré desde sus ventanas abiertas la sala donde había bailes los domingos de 1959. También miré la pieza donde "Cambá"confeccionaba zapatos. También miré desde la ventana, el horno donde se hacían las sopas y el lugar donde estaba la cocina. Todo está abandonado. Ya nadie vive allí.
Vi botellas de caña en el piso de ladrillos de la sala. Algún borracho habrá quemado penas entre sus paredes, pienso.
Me produjo tristezas ver este abandono donde, 50 años atrás, había mucha alegría.
Un solitario caballo pastaba en el patio casi sin alambradas. Ya no hay olería. Ni la madre y la hermana de Luís haciendo pasteles de mandioca. Ni la carreta con la que don Aguilar transportaba arcilla para sus ladrillos. Y Luís tampoco está en la casona abandonada. El 23 de setiembre de 2009, cuando volví a visitar Villarrica, un "carumbecero" (conductor de los carros tipo "Carumbé") me dijo que Luís Aguilar está radicado en Buenos Aires.
El 7 de enero de 2011, el taxista me volvió a llevar al sitio. Pese al calor de mil infiernos de esta tarde, volví a disfrutar de aquel pasado de medio siglo. Me alegra que un cartel alguien, como apurado, pintó en los ladrillos huerfanos y desnudos de de la casona: "Se vende" y añade un número telefónico poco legible.
--
Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares,
con enormes hamaqueros en paredes y pilares,
el de arcaicas alacenas esculpidas, qué de amores,
qué de amores vio este hogar,
el que sabe de dolores y venturas de otros días,
estructura singular,
viejo techo ennegrecido, qué de amores y alegrías y tristezas vio pasar!

(Parte del poema "Las leyendas", de Alejandro Guanes)

Le tomaremos el examen a Guillermo Caballero Vargas y compañía

El 13 de agosto de 2009 es una fecha que los paraguayos debemos anotar para recordar a aquellos señores que prometen hacer algo, por si no lo cumplan, porque algunos de ellos - ya sabemos - son muy mentirosos.
El 13 de agosto último el gobierno decidió aumentar los impuestos a la importación de ropas chinas al mismo nivel que al de los demás países del Mercosur.
De esta manera ya no se traerán ropas baratas a Paraguay y los que ganan sueldos mínimos van a tener que agenciarse para comprarse una sábana de 150.000 guaraníes de Tejidos Pilar, frente a una que costaba 65.000 guaraníes, importada de China.
Veremos si con el sueldo mínimo la gente puede hacerse de ropas comprando de Martel, por ejemplo. Me va a tener que disculpar los de la familia Niela, pero sus ropas, tan bonitas como las chinas, no están al alcance de los bolsillos de la mayoría. Sus ropas son para los ricos.
Digo que el 13 de agosto es una fecha que debemos anotar porque el dueño de Tejidos Pilar, el ex candidato presidencial Guillermo Caballero Vargas, había dicho que después de bloquearse la importación de ropas baratas chinas se generarán 30.000 lugares de trabajo (no cuenta que ahora se van al mazo 140.000). El 13 de agosto el gobierno de Fernando Lugo le dió el gusto.
Le anotamos el 13 de agosto de 2009 como fecha de arranque para que Caballero Vargas y la familia Niela crean fuentes de empleos. También los otros confeccionistas paraguayos. Se supone que para este verano ya tendremos los 30.000 puestos de trabajo, porque ya no entrarán ropas chinas para la temporada próxima. A nadie se le ocurrirá traer con semejantes impuestos.
El 23 de noviembre, anoto, volveré a recordar a Caballero Vargas y a los Niela, tras los primeros 100 días de bloqueo a la ropa china, si cuánta gente ya han contratado. Pero también les preguntaré si sus ropas serán un poco (remarco, un poco) más baratas que las de ahora; si van a pagar solamente sueldo mínimo; si van a poner a los empleados con IPS, vacaciones pagas y en un lugar de trabajo confortable, o deberán seguir confeccionando muchas contratadas en sus casas por pagas miserables (lo sé porque alguna vez estuve involucrado en la confección de ropas para algunas empresas grandes. Terminamos parando en España).
Si sus precios son iguales a los de ahora y pagan sueldos mínimos van a ir planeando estrategias tendientes a frenar futuras huelgas de sus propios empleados porque con lo que ganan no podrán ni siquiera comprar el uniforme para los hijos en edad escolar.
Es que el gato que se quema con la leche, al ver una vaca corre. Ya con los confeccionistas paraguayos nos hemos quemado una vez. Lo de las ropas usadas prohibidas, a instancia de una solicitud de los mismos confeccionistas, todavía tienen presente los que se vestían con esas prendas.
Recordarán que también los confeccionistas habían prometido crear fuentes de empleos si se prohibía la importación de ropas usadas. Se prohibió la operación y hasta ahora se sigue esperando que los empresarios paraguayos cumplan su promesa, crear empleos.
Paraguay todavía tiene empresarios que viven de decretazos.
El empresario - político Caballero Vargas es uno de ellos. Quiere vender sábanas a decretazos. Parece que no sabe generar dinero sino con la ayuda de papá Estado.
Mi amiga Cristina me envió, a propósito, un artículo que corre por Internet. Se llama "La ciega".
Dice que un publicista que pasaba al lado de una ciega, sentada al costado de una vereda, tenía puesto un cartel al lado suyo, junto a una taza para monedas.
El cartel decía: "Por favor, ayúdenme, soy ciega".
El publicista, sin pedir permiso, tomó el cartel y escribió algo con un marcador que llevaba, en la otra cara un texto, lo volvió a poner en el mismo sitio y se marchó.
A la tarde, cuando volvió a pasar por ahí, vió que la taza estaba llena de monedas. La ciega que lo reconoció por sus pasos, le preguntó si qué escribió para que la gente respondiera masivamente. El nuevo escrito decía: "hoy es primavera y no puedo verla".
La enseñanza de esto, que no sé si pasó, es que debemos cambiar de estrategias cuando algo no nos sale. No apegarnos a una misma fórmula para llegar al éxito.
Los decretazos (lo viejo) para que los negocios funciones en tiempos de la globalización (lo nuevo) ya no funcionan.
En Paraguay tenemos empresarios que siguen pensando que ganarán dinero si de por medio hay un decreto como barricada que proteja sus intereses. Son personas que les da pavor la globalización.
Por eso, como dice una parte del texto de "La ciega", "las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio".
Por ahora, los consumidores, nos disponemos a hacer nuestra próxima tarea: recordar a los beneficiados con el decretazo, el 23 de noviembre de 2008, si qué han hecho en ese lapso para cumplir con sus promesas.

jueves, 13 de agosto de 2009

Con "mis" compañeritos del primer grado

Hoy me pasó una de esas extrañas experiencias que para el común de los mortales no tiene explicación más allá de exclamar el "¡qué casualidad!" de siempre. Esta tarde fui llegando a mi escuela "Santa Librada" (en realidad se llama "Hilaria Sanabria") con chocolates para "mis" compañeritos del primer grado.
Saludé en la primera puerta a la derecha de la escuela,l a dirección donde, la directora, la licenciada Esmelda Dominguez de Prieto, me dijo que me conocía y que me estaban esperando. Me sorpredí. "¿No le llegó nuestra invitación?", me pregunta màs sorprendida aún. La respondí que no. La resultó curiosa que no me haya llegado la invitación por mail.
En fin....
La dije que visitaba la escuela llevando chocolates a los niños del primer grado por el Día del Niño y que quería aprovechar para tomarme unas fotos con ellos y con el cuerpo de profesores.
Estar en esa escuela me hizo sentir como hace 50 años. Hoy ya no es aquella escuelita de dos o tres aulas, oscura, sin energía eléctrica, con el frío de julio filtrando por las rendijas de ventanas y puertas.
Hoy "mi" escuela es amplia, con todas las necesidades básicas,como debe ser una institución educativa. Alguna vez, a propósito, todas las escuelas paraguayas deberán ser absolutamente modernas, con todas las comodidades a mano como en el Primer Mundo.
Me cuentan que mi maestra del primer grado (me recordaron sus colegas de hoy que el nombre de ella sería Ana María Ocampos) todavía vive.
El solo hecho de saber que vive me llena de una grata como extraña sensación. Es que ella es nada menos que la persona quién me enseñó las primeras letras y los números. No es tontera. Nuestra primera maestra nunca puede ser una figura pasajera en nuestras vidas, ni las maestras de los grados siguientes.
Pero a esta elegante y espigada mujer la tengo en el mejor de mis recuerdos. No puede ser de otra manera. Fue mi primer cuévano, mi cedazo primigenio el cual empezó a separar, con paciencia, mis ignorancias de niño. Ella empezó a bruñirme.
Junto a la pizarra me mostró como debo tomar la tiza para escribir en ella; junto a mi banco me tomaba de la mano para indicarme cómo se coge el lápiz, cómo apoyar la mano sobre el cuaderno y, como dándome libertades, me larga a garabatear, con miedo y torpeza, mi primera letra. "Esta se llama a me explicaba, maternal, como zureándome, al oído.
La profesora Ana María fue mi amnios; mi escuela "Hilaria Fernández", la matriz donde gesté mis gustos por las letras.
Hoy fue uno de mis grandes días, un día encintilado.
Me di el gusto de estar en "mi" escuela, con "mis" compañeritos del primer grado (solamente el primer grado hice en esa escuela) y con "mi" profesor, un hombre de 40 años de edad.
Y nos sacamos fotos en la clase y en el patio; hablé con los niñitos, y les di un paternal abrazo a varios de estos tiestos de la nueva sabiduría. Me di el gusto de acariciar esos cabellitos negros y bermejos, desordenados y mojados de transpiración después del recreo.
Y hablamos de la biblioteca, del compromiso villarriqueño de seguir teniendo grandes hombres y mujeres. Y dije a la directora, a la vicedirectora y a los profesores, que me atendieron demasiado bien, que volveré. Que les enviaré por "La Guaireña" un paquete de libros para la biblioteca de la escuela. Ya nos dimos nuestros respectivos teléfonos y mails.
En la web www.puertademergencia.com se encontrarán más artículos sobre esta visita a Villarrica y, sobre todo, al barrio Santa Librada que, un sábado a la mañana, me vio nacer a la vuelta nomás de la escuela, en una casita que ahora ya no está.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Vender a los rusos y comprar a los chinos

A mi me parece bien que los paraguayos consumamos yerba mate nacional y no la de otros países, como supongo que los argentinos, por ejemplo, preferían la yerba argentina, a la paraguaya. Siempre y cuando el producto sea bueno y, sobre todo, barato. Si el bolsillo no da es imposible comprarse un producto caro, por nacionalistas que fuéramos.
Si la yerba paraguaya se pone cara, seguro que comenzará a entrar yerba argentina más barata. En tanto y en cuanto tengamos plata en la cartera como para pagar podemos darnos el gusto de comprar yerba nacional más cara. Si no tenemos la plata, el nacionalismo queda para otro momento. Eso es así aquí y en cualquier parte del mundo. Fue así ayer; es hoy y, a lo mejor, sigue siendo mañana.
Se recordará cuando los importadores de automotores pegaron el gripo al cielo por la venta de autos usados traídos del exterior. Aquellos no pudieron contra esa competencia, porque se habla de precios; de capacidad de pagar; de lo que hay en el bolsillo. Con el tiempo, se instaló la venta de autos usados baratos y en buen estado.
Los importadores de vehículos nuevos apelaron a todos los recursos posibles para que ellos mantengan una suerte de monopolio. También golpearon las puertas del Poder Ejecutivo para que les dé una manito con algún decreto que ponga trabas a la importación de vehículos, sobre todo de Iquique.
Con todos los reaseguros del Ejecutivo para frenar la importación el país está lleno de ofertas de autos muy bonitos, en buen estado y, sobre todo, baratos. Mediante esta masiva oferta la clase media está volviendo a tener vehículo. La dignificación, pues, de la gente pasa por el bolsillo.
El presidente Fernando Lugo ahora "peló" tres decretos para que la ropa procedente de China ya no esté accesible a la gente de menores recursos porque algunos fabricantes de ropas de Paraguay no pueden competir con la producción foránea. Y si no pueden, deben buscarse otras actividades que les sean rentables.
No es posible que, a decretazos, tengamos que hacer empresas que, a la larga, tampoco funcionan. Si se aumentan las tasas aduaneras por importación de ropas orientales, va a tener que comenzar - una vez más - la invasión de ropas argentinas y brasileñas que ingresarán (es un disco rayado) de contrabando y con esto se deja en la calle a 140.000 asalariados generados mediante la importación de las prendas procedentes de China.
En un slogan suena bien eso de "consumamos lo que el país produce" siempre y cuando sea bueno y barato. La globalización lleva contra las cuerdas a los empresarios que no saben competir y que para aguantar deban apelar a decretos que provocan desempleos, emigración, rompimiento en la cadena de pagos y destrucciones de familias enteras (si la misería entra por la puerta, el amor se escapa por la ventana).
Estamos en tiempos de la globalización. Vendemos carne a los rusos y compramos ropas de los chinos. A los rusos convienen nuestros precios; a nosotros, los de China. ¿Por qué debemos tener el derecho de vender carne a los rusos y que los chinos no tengan el derecho a vendernos ropas buenas y más baratas que las nuestras?
En la globalización la lejanía es lo de menos. Así es la cosa en esto de comprar, vender, producir, importar, exportar. Esta es la regla y no la de Gaspar Rodríguez de Francia, o de los López, o del Virreinato del Río de la Plata.
Hoy el que produce una camisa buena a menor precio, vende; el que confecciona una camisa buena, pero cara no vende, así tenga el confeccionista todos los decretos proteccionistas en sus manos.
El nacionalismo tiene sentido cuando tenemos suficiente plata en el bolsillo como para comprar, incluso, lo que en Paraguay producimos más caros. O sea, darnos el gusto del capricho nacionalista.

lunes, 10 de agosto de 2009

A pedido del público

Tengo 292 artículos publicados en este blog. Hoy recibí un mail donde una amiga me reclama que agregue más artículos; "hoy no leí nada nuevo", me dice como regañándome. Son los tipos de regaños que me agradan. Parece que tengo muchos lectores. Hace unas semanas, Moni, mi hija, instaló un contador de visitantes a "Puerta de emergencia" y para este momento veo que está en más de 2.500 visitas.
También veo que la gente que lee mi blog están preferentemente en América y Europa. Dentro de América tengo lectores en esas islitas que ni el satélite de Google puede encontrar con la facilidad con que todos creemos que se puede hallar a través de Internet.
En fin, me agrada que la gente me "regañe".
Escribir en el blog es una manera de sacarme de encima la mala onda. Hasta hace poco lo hacía como si fuera para cargar un archivo y tenerlo ahí, nada más. Ahora, lo escribo sabiendo que tengo gente amable que me lee aunque, tal vez, no esté de acuerdo con mi enfoque.
Digo, a propósito, qué aburrida debe ser la vida si en todo coincidiéramos; sería algo así como que todo esté pintado de azul, de rojo, de gris, de blanco. El disenso es una manera de dar colores a lo cotidiano, a nuestros pensamientos, a las relaciones.
Recibí una carta de una organización que, les debo confesar, no tengo la menor idea de dónde debe ser. Es de algún lado del planeta, eso me queda claro. Me dicen que mis artículos en el blog puedo publicarlo en un libro. Le respondí a mi virtual remitente que la idea me gusta y, mucho más, desde que me dijo que el dueño de un blog donde se trataba sobre gatos no sé qué, logró publicar su libro y que vendió en pocas semanas 100.000 ejemplares en Nueva York. De repente me sentí nadando entre miles de billetes norteamericanos, con una copita de champan en la mano, pensando que semejante éxito me tocó también a mis puertas.
Yendo por las ramas, le diré que estando en el mundo de Internet todo está aquí y ahora. Cuando yo estoy junto al ordenador y enganchado a lo virtual, me es igual un contacto con Elsinki o con un lector de mi querida Villarrica. Me parece tan cercano esa Curicó chilena, desde donde volví a contactar con mi querido hermano Mario Gonzàlez. Me es igual un contacto por mail con David, mi hijo, que está en la planta alta de nuestra casa en Luque, que chatear con uno de mis amigos de España.
Entonces, mucho me entusiasma escribir en mi blog ya teniendo la certeza que en algunos lugares del mundo me leerán, que, sobre todo, ya tengo lectores que me reclaman nuevos artículos, que, por mi atraso, me "regañen", y que alguien me provoque el sueño de la fortuna publicando mis artículos (algunos, reconozco, verdaderos desvaríos) del blog en un libro por el cual los lectores se empujen por adquirirlos en las librerías.