Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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jueves, 17 de septiembre de 2009

Una flor para Elisa Alicia Lynch

En la loma del cementerio de la Recoleta se siente el calor agobiante de Asunción. Son las 14.00 y el termómetro marca, al menos 38 grados en esta esquina de Mariscal López y Choferes del Chaco. Me escaparé - dije - del agobiante sol y visitaré la tumba de Elisa Alicia Lynch que está bajo la sombra de cipreses y de la alta iglesia construida por orden del padre de su pareja, don Carlos Antonio López.
Compré una flor de la vereda del templo y entré. Saludé a los cuidadores que estaban a metros de allí, en plan de descanso y tereré, y coloqué la margarita blanca en la reja del panteón, que ampara la urna con sus restos.
La margarita lucía bella, como Elisa durante toda su vida, como ahora que sigue siendo bella. La flor lucía hermosa frente a las flores de plástico que gente piadosa las colocó en las mismas rejas del panteón. Flores de plástico como para que dure una larga ausencia, acaso, de sus visitas.
Es que ella casi ya no tiene parientes que la recuerden como la madre, la tía, la tatarabuela, sino como la mujer de Francisco Solano López, como la residenta, como la mujer que tantas envidias producía en las damas asuncenas de su época.
Pero Elisa se merece mucho más que flores frescas.
Ella se merece el reconocimiento de todos los paraguayos, sencillamente porque fue una mujer hecha y derecha, firme en sus ideales, una excelente madre de paraguayos y hasta diré que una fiel compañera del Mariscal, aún cuando sus enemigos y enemigas la hayan estigmatizado con supuestas infidelidades. Habría que leer sus memorias para juzgarla y, sobre todo, habríamos que ver qué quedó en el paraguayo después de la Guerra Grande.
Cada vez estoy más convencido que a la patriótica tarea de repatriar sus restos desde Francia a Paraguay, ahora debemos agregar el translado de la urna con sus cenizas, al Panteón Nacional de los Héroes.
Elisa Alicia Lynch fue una heroína paraguaya.
Han pasado más de 120 años de su fallecimiento. Quizás llegó el momento de sacudirnos de tantas hipocresías y declararla heroína paraguaya y que su urna esté al lado de la del Mariscal López, así como está el ataúd de Julia Miranda Cueto al lado del de su marido, el Mariscal Estigarríbia, sin que ella sea heroína alguna.

El asesinato de Anastasio Somoza

El 17 de setiembre de cumplen 29 años del asesinato del ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza en la avenida España casi Santa Rosa de Asunción. El caso fue uno de los más absorbentes para el periodismo de la época.
Esa mañana de 1980 estábamos en la redacción del diario Abc Color. Yo esperaba unos datos desde la oficina de prensa del Ministerio de Agricultura y Ganadería para viajar al Instituto Agronómico Nacional (IAN) de Caacupé para una cobertura normal. Por entonces me encargaba de las informaciones agropecuarias. Varios de mis compañeros ya se habían marchado a sus respectivas coberturas, con los fotógrafos en los móviles, unos coches de la marca Peugeot del tipo 404.
Ínterin escuchamos en radio Ñandutí que Humberto Rubín pregunta si qué pasó en la avenida España para añadir que se habría atentado contra el coche en el cual viajaba el ex presidente centroamericano. Hoy me entero a través de la radio de Rubín que quién le informó fue Elpidio Aranda, que trabajaba en el departamento de marketing en la planta 1 de la Coca Cola.
En la redacción nos movilizamos y fuimos los que podíamos en el coche de Tito Saucedo, secretario de redacción, hasta el lugar del suceso. Llegamos en pocos minutos, porque el tráfico vehicular en aquel tiempo era tranquilo.
Llegamos por detrás de la fábrica de la Coca Cola, que todavía funcionaba frente al Sanatorio Italiano, a una cuadra del lugar del hecho. El escenario era ligeramente desolado, los vecinos todavía no salían del susto. Llegamos antes que Sabino Montanaro, Ministro del Interior; del general Britez (jefe de Policía) y de Pastor Coronel (el jefe de Investigaciones).
El coche blanco Mercedes Benz estaba con el techo destrozado y el motor todavía en marcha. Había volado de un bazucado. Para cuando llegamos, algún vecino piadoso con una sábana cubrió los cuerpos de Somoza y un acompañante, un alemán que hacía de asesor suyo.
Uno de los policías que hacían de escolta del centroamericano se asomó desde atrás de la muralla de una casa, que ahora ya no está, muralla donde se habría refugiado al producirse el ataque por parte de los terroristas.
Al rato llegó Dinorah Sampson, la amante del ex dictador ( que vivía a pocas cuadras de allí, sobre España). Ella lloraba a gritos desconsoladamente. En la foto que acompaña este artículo (una página de la revista "Aquí" de la época) muestra ese momento.
Para ese instante ya se había cerrado el tráfico sobre esta arteria desde Venezuela hasta la avenida Brasilia.
El cuerpo de Gallardo, chofer del Mercedes, estaba en el asfalto, junto al cual llegó la mujer de Somoza, asistida por su médico privado y un policía. Los bomberos de la policía (todavía no estaban los bomberos voluntarios) llegaron minutos después y, entre dos, tomaron el cuerpo del conductor para ubicarlo en una ambulancia. Al levantarlo sus restos se desparramaron en el pavimento. Tuvieron que cubrirlo con una sábana (nunca mejor en ese momento el nombre de "mortuoria" como lo bautizaron los gendarmes argentinos) con la cual logran sacarlos de allí.
No olvidaré los restos de sesos humanos en las murallas cercanas, que los bomberos limpiaron 40 minutos después.
A la noche me tocó hacer guardia periodística junto al portón por detrás de la casa de Somoza. Casi no dormimos durante una semana de tanto ajetreo periodístico. El trabajo contemplaba atender a los colegas que llamaban de todas partes del mundo para enterarse de lo que ocurría. Todas las líneas telefónicas estaban ocupadísimas por las llamadas internacionales.
El caso Somoza fue uno de los principales casos en los que me tocó actuar como periodista junto a mis demás compañeros del diario.

En la foto de la izquierda, tomada por la revista "Aquí", se nota el momento de la llegada de la amante de Somoza; el señor de anteojos ocuros era su médico de cabecera. En el asfalto el cuerpo del Chofer Gallardo. Hacia la izquierda, fuera de foco, a unos 10 metros hacia adelante, el coche Mercedes Benz blanco con el motor aún en marcha y los dos cadáveres (de somoza y de su asesor económico) destrozados pero para el momento de la toma de la foto ya estaban cubiertos. Probablemente algunos vecinos piadosos aportaron las mantas.

El chico de pelo largo y flaco dentro del rectángulo rojo, yo.