Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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miércoles, 21 de marzo de 2012

Paso Yobai salvaje

Una banda armada capaz de dinamitar puentes, derribar helicópteros, rociar con balas cualquier vehículo sospechoso y secuestrar a decenas de personas opera con total impunidad en un pueblito guaireño llamado Paso Yobai donde la mina de oro volvió forajidos no solo a unos cuantos hombres con pañuelos cubre rostros sino también hasta a algunos políticos y parlamentarios. He aquí la nueva historia de otra California salvaje en América del Sur.

Paso Yobai era un olvidado pueblecito del departamento del Guairá donde los días transcurrían impasibles y aburridos, donde de vez en vez un casamiento, un nacimiento o un fallecimiento eran la novedad pueblera. En la única escuelita del paraje concurrían unos cuantos niños flacos y descalzos a recibir instrucciones de la maestra mal pagada; en los miserables boliches los hombres tomaban caña y; en la cancha de carrera, algunas veces competían un par de caballos para la algarada de arrieros.
La aldea, distante 22 kilómetros de la colonia Independencia, poblada por inmigrantes alemanes a partir de la década de 1920, mientras ocupaba a los campesinos en la producción de caña dulce para proveer a los ingenios villarriqueños, guardaba su secreto: el oro entre sus piedras.
Es verdad, desde los tiempos de los tatarabuelos en las orillas de su arroyo serrano aparecían pequeñas piezas doradas que los escasos vecinos los cogían solo por su curiosa refulgencia, los ubicaban en el nicho de los santos o, envueltos en trapo los guardaban en el alero del techo sin cifrar ninguna expectativa especial en los metales hallados.
Con el paso de las generaciones, algunos vecinos cribas en ristre aplacaban horas de hastíos buscando pepitas de oro en el cauce y los encontraban. Por aquellos años de las décadas de 1950 y 1960 lo entregaban a los pequeños acopiadores del villorio a cambio de mercaderías.
A partir de la década de 1990 los medios periodísticos de la capital daban cuenta de la extracción del oro del arroyo local hasta que algunos con más visión y capital emprendieron la idea de buscar el metal en las mismas entrañas de Paso Yobai. Así, por ley 2079 del año 2003 se autorizó a la empresa nacional Minera Guairá SA explorar en una franja establecida y explotarlo legalmente.

Camioneta de LAMPASA acribillada por los "artesanales" (foto de Abc Color)
Este emprendimiento levantó la oreja de los vecinos y, a partir de ahí provistos de palas, barrenas y picos, comenzaron la tarea de cavar y romper piedras. Los primeros resultados fueron alentadores por lo que los más audaces se hicieron de más equipamientos entre los que incorporaron la dinamita y el mortal mercurio para extraerlo así dañe lo que dañe. La fiebre del oro minó Paso Yobai.
Latin American Minerals Paraguay S.A. (LAMPASA), subsidiaria de la compañía minera canadiense Latin American Minerals Inc., adquiere el 70 % de las acciones de Minera Guairá SA e inyecta más capital para la exploración y explotación de las minas auríferas.
La empresa incorpora nuevas infraestructuras, contrata centenares de asalariados, paga impuestos, trabaja a cara descubierta mientras entre los mineros informales se crean ágoras de informales mineros a cuyas cabezas se instalan políticos de Paso Jobai, Villarrica, Asunción y Cordillera.
Paso Yobai se convirtió en la base de un cartel criollo no menos peligro capaz de rociar con balas nueve milímetros cualquier persona u objeto sospechoso; el pueblo se convirtió en el salón de puertas vaivén del oeste californiano donde cualquiera y en cualquier momento puede terminar muerto porque allí la impunidad ya se ha instalado.
El revolver y las cananas repletas de balas son la ley y en Paso Yobai las leyes de este calibre se cumplen...
LAMPASA, más conocida como LAMPA, está amparada por la ley referida para operar en una superficie de 7.200 hectáreas, mientras que en los alrededores se instalaron pequeños molinos de mineros informales que extraen el mineral al amparo del cartel respaldado por políticos y parlamentarios que, alentados y engreídos por el padrinazgo, solicitan dejar de lado a LAMPA mediante argucias maquinadas por algunos parlamentarios: la derogación de la ley respectiva a cambio de otra que apoya a los informales bajo la denominación de mineros artesanales.
Como el sol sale para todos y vista la desvergonzada acción de los forajidos que operan a cara descubierta, LAMPA intenta acordar con los mineros ilegales un plan de trabajo conjunto y en base a las normas internacionales de explotación y comercialización del oro. Estos no aceptan la idea; al contrario, embarran aún más la cancha y Paso Yobai está a un paso de convertirse en un polvorín listo para estallar.
Mientras los ejecutivos de LAMPA explican que una de las condiciones internacionales para la explotación del oro es el no uso del mercurio y que, por tanto, operan en ese riguroso marco, los artesanales ensayan sus actividades con el masivo uso del elemento tóxico que empiezan a envenenar los arroyos de la zona.
El cartel integrado por algunos políticos y parlamentarios hoy se siente en su esplendor. A la cabeza, Óscar Chávez, político colorado y primer intendente de Paso Yobai; lo acompaña su hijo, Edgar, actual intendente, también colorado. En la sombra, algunos diputados y senadores pertenecientes a los partidos Colorado, Liberal y Unace. Por ejemplo, organizan turbas que atacan a personas vinculadas a LAMPA, destrozan puentes para evitar la presencia de estos, cercan la planta industrial de la empresa con hombres armados, atacan a periodistas, amenazan, destruyen.
Pequeño, inseguro y caótico, Paso Yobai es la base de la nueva mafia del oro al cual no le importa ni la caña dulce para los ingenios, ni si el camino está en deplorable estado, ni si algunos mineros mueren enterrados en las minas. Les importa que LAMPA se marche y explotar lo iniciado por los canadienses bajo el rótulo de minería artesanal.
De hecho los artesanos ya están en plena tarea sin ningún amparo legal, como LAMPA. Están extrayendo el oro que comercializan en el mercado negro con el cual se hacen de dinero para el enriquecimiento rápido y la compra de influencias, incluso de la justicia, que ahora está literalmente borrada en aquellas comarcas donde rige la ley del maleante, del bellaco, del criminal.

Este es Paso Yobai, el último pueblo guaireño que hoy puede ser el primer inspirador de estupendas novelas policiales y de películas de acción como las que desde hace tiempo Hollywood dejó de producir para añadir otra mancha más en el ensombrecido pelaje de la escandalizada fama exterior paraguaya. Paso Yobai empieza a hablar el idioma de los bandidos, de los salones atestados de rufianes catingudos, del sherif impotente, de diligencias destrozadas a tiros...