Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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viernes, 14 de enero de 2011

Iturbe, el pueblo de Roa Bastos

Visité el pueblo de Augusto Roa Bastos, Iturbe. Pequeño y atormentado por el olor del guarapo salido de su ingenio azucarero en estos días de enero de 2011. Hace demasiado calor como para andar por su calles casi vacías ni bien llegué esta tarde por lo que decido salir a caminar un poco más hacia la noche, después de ducharme en la pensión.
Lo hice.
Una calle se llama Buenos Aires, sobre la que está la casa de Víctor Alfredo Bastos, un primo del Premio Cervantes. Fue Intendente del pueblo - Víctor - durante 15 años, me comentan los vecinos y ahora anda bien entrado en años y enfermo. Vive en una farmacia pintada de verde, frente a la oficina de la telefónica, a la izquierda de la foto, tomada una mañana temprano.
Ahora el nuevo intendente es Darío Cabral, del Partido Liberal. La gente confía con que hará una buena gestión como aquel.
Los cañeros, por otro lado, no cobran así como los empleados y obreros de la azucarera. El pueblo vive de lo que paga la industria cuyos dueños son los Friedmann. Los iturbeños andan de mal humor y tienen razón. Pasaron las fiestas sin plata.
Hay sombras en las veredas mediante los árboles plantados por don Víctor cuando era intendente. Pequeños remolinos rebullen y luego huyen por sobre los empedrados en medio del estridente y transgresor canto de cigarras, venidas de las ramas de ovenias, galileas y chivatos.
A lo lejos, el prolongado bocinazo de un ómnibus, anunciando su viaje a Villarrica.
Iturbe, bajo este sol, parece un pueblo flojo, perezoso y negligente.
Aquí vivió cuando niño el escritor. Por aquel tiempo ya el pueblo se llamaba Iturbe; más antes, Santa Clara.
Su casa era cómoda pero austera como toda vivienda de Iturbe. Supongo que habrá sido igual que la pieza que ocupé en la pensión de la esquina de las calles Buenos Aires y Portón de los Sueños, anexo bar, hamburguesería y atendida por su propio dueño. En el cuarto que ocupé se olía antigüedad, a paredes de adobe, a almidón de las sábanas limpias.
Iturbe debe ser visitado para comprender mejor los códigos escondidos por detrás de "Madama Sui", "El trueno entre las hojas", "El baldío", "Madera quemada", "Hijo de hombre" o los poemas de "El naranjal ardiente" de Roa Bastos.
Al empaparme de sudor andando en una de sus tardecitas supuse que este es el pueblo inspirador del Premio Cervantes, así como fue Oviedo (Vetusta, en "La Regenta") para Leopoldo Alas y; Aracataca (Macondo, en "Cien años de soledad") para Gabriel García Márquez. Pensé, camino a la pensión, que Iturbe debe ser un pueblo que atraiga a todos aquellos que han leído en el mundo a Roa Bastos. no puedo dudar con que Iturbe es el "Manorä" de "Madama Sui" del Cervantes paraguayo.
Hacia el río, la azucarera, de donde brota el guarapo feroz, rompiente de mucosas olfativas del visitante e, inócuo para el iturbeño, deja escapar una vedija de humo por la alta chimenea .
Andar por sus calles me hizo entender mejor las obras de don Augusto; hizo como que penetrara en la espesura de sus pensamientos.
Creo que voy a volver. Sí, voy a volver...