Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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sábado, 22 de diciembre de 2007

Estamos en Paraguay


Poco antes de las navidades del 2007, Fernando Lugo, el presidenciable paraguayo, dijo en una de sus reuniones políticas que no creía que su candidatura sea impugnada aunque admitió que “estamos en Paraguay”, diciendo con esto que pese a que su postulación está respaldada por el Poder Judicial bien puede quedar fuera de las elecciones presidenciales de abril próximo. Y si así ocurriera tampoco los paraguayos se asombrarían demasiado. Veámos:
El “estamos en Paraguay” lisa y llanamente es algo así como “sí, pero”, “usted tiene razón, sin embargo”, “claro, eso dice el papel, pero en la práctica” o “estamos curados de espantos“.
Cuando se menciona aquella frase se pone de manifiesto lo imprevisto, absurdo, ilegal, trágico; como que se ingresa en el mundo de lo informal, humorístico, curioso, tramposo, terrorífico, de lo increíble; en ese espacio donde puede ocurrir cualquier cosa, menos lo que el sentido común esperaba.
La frasecilla es como una licencia a la hora de defender posturas, ideas y objetivos aún siendo estos imposibles, absurdos, reideros o violentos.
Por eso, no nos escandalizamos si escuchamos un “ya tengo una platita, voy a comprarme un maucito”; o “que aproveche si que, para eso es aduanero” …
Porque "estamos en Paraguay" se pueden dar fenómenos, frases, hechos y situaciones varios como los siguientes:

Hora paraguaya: Una cita se fija para tal hora, eso significa religiosamente al menos 20 minutos después. Hora paraguaya es una formidable licencia auto instituida por cada uno de los paraguayos para llegar tarde a la cita; si se llega antes capaz de que se esté ante un curioso caso que merezca la atención no sólo del psiquiatra sino de científicos, tarotistas y chamanes. A tanta llegó la informalidad de los paraguayos con respecto a la hora que un buen día el comandante de un cuartel de aquellos tiempos revolucionarios dijo a sus dormilones soldados que “la hora es la hora, ni cinco minutos antes ni cinco minutos después”. En esto de llegar a hora no somos demasiados expertos que digamos por lo que hasta las guerras podríamos perder y perderlas tampoco nos importaría en exceso si la puntualidad sea la exigencia para ganarla.

Para eso mandamos: Dicen que a un vecino paraguayo, luego de uno de aquellos permanentes golpes cuarteleros de la primera mitad del siglo XX en Paraguay, el nuevo gobierno ofreció el cargo de juez o comisario policial en su pueblo y que quedaba a su cargo elegir el de su gusto. Eligió el de comisario porque, habría pensado, “comisario ningó imboká, ha juez catú oscribinte” (el comisario tiene arma y el juez sólo escribe). En el Paraguay, como se sabe, no se gobierna, dirige ni orienta como lo hace un verdadero líder, un estadista; en Paraguay se manda, como lo haría un caudillo, un comisario o un sargento de compañía. Y se dice que al paraguayo seduce “el que sabe mandar”. El “para eso mandamos” es propio del afiliado al partido en el poder. De la mano de aquella mágica frase se suman otras: “no sabe quién soy yo”, “el país de los amigos”, o el “¿cómo podemos arreglar?” entre el agentes de tránsito y el infractor y que para eso este es "el país de los amigos".

Dejá nomás a mi cargo: Y ni bien el paraguayo está dentro del privilegiado grupo de los “para eso mandamos” aparecen los “dejá nomás a mi cargo”, los que prometen solucionar cualquier dificultad económica, política, judicial, religiosa, deportiva, matrimonial, extra matrimonial, del orden que fuera, más pronto que Merlín con su varita mágica. Con un “dejá nomás a mi cargo” se inaugura el flamante ministro, presidente de seccional, jefe de departamento, presidente de la comisión vecinal, operador político, el albañil, el electricista, el plomero y el carpintero. Todo la expectativa, claro, acarreada por la pomposa frase termina en otras no menos conocidas: “si te he visto no me acuerdo”, “a jhata ayú (voy y vuelvo), “eyú lune” (venga el lunes), "ombobú camisá loma" ("puso pies en polvorosa", porque la traducción literal al español es algo más que ridícula).

Se dice luego: Más importante que la Constitución Nacional, las leyes y los decretos; que los santos escritos de los Antiguos y Nuevos Testamentos; de las mismas sabidurías venidas de las manos de las experiencias. Cuando aparece en la conversación de los paraguayos el “se dice luego” ya está todo dicho, no hay nada por discutir y, mucho menos, por cambiar. Arca de la Alianza y santum santorum al mismo tiempo. “Se dice luego” es terminante, sentencia pura, la ultimísimo palabra, cualquiera sea su variante: “heí los perro”, “ya´éntengo”, “ya´é mintengo”, “dice que” . Cuando se dice luego que fulano le anda poniendo los cuernos a su mujer, de esa ya no le salva nadie.

Hay que hacer: En Paraguay hay una notable conciencia colectiva sobre lo que se debe hacer, especialmente después de la caída de Alfredo Stroessner en febrero de 1989. Todo el mundo opina sobre lo que hay que hacer en bien de: las calles, escuelas, clubes, Presidencia de la República, ministerios, aduanas (bueno, allí con que se robe menos ya se hace mucho), restaurantes, micros, cines, shoppings, plazas, parques, vecinos, pancheros y reservados; la conducta de los funcionarios públicos, maestras, jueces, abogados, fiscales, periodistas, cronistas, fotógrafos, componedores, diagramadores; futbolistas, réferes, directores técnicos, dirigentes deportivos; obispos, sacerdotes, monjas, laicos, sacristanes, monaguillos; generales, coroneles, mayores, capitanes, tenientes, sargentos y tropa. En todo y para todos, todos dicen “hay que hacer” pero nadie hace nada y , mucho menos, el que dice. Y cuando todo sigue sin hacerse se arregla el asunto con un “así nomás luego es” y a otra cosa mariposa.

Por eso, y mucho más, se dice "Estamos en Paraguay”…