Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 12 de enero de 2009

Xenofobia

Ocurre casi siempre. Aunque los gobiernos no admiten, estos dejan ver, tarde o temprano, sus lados xenófobos. Ocurre en América, como en los demás continentes. Hay siempre una traba para el que llega. Emigrar, pues, es un castigo como se lee en las Antiguas Escrituras. Castigo alprincipio, castigo al final.
Junto a los gobiernos que rechazan al inmigrante están los grupos de interés que hacen lo mismo.
Los libros están llenos de estas tragedias y, obvio, de poderes receptores xenófobos. En esto de no tolerar la incorporación de inmigrantes a un país lleva a los hombres del poder al más íntimo de su estado primario, a aquel estado animal que marca el territorio, que lo defiende con sangre si fuera necesario porque en ese espacio está su agua, su comida, sus hojas, sus cachorros, sus hembras. Temen que el extraño les arrebate lo suyo.
Esa actitud primaria es la parte intolerante del hombre.
Por eso, por puntualizar algunas consecuencias, la Ley Debre, o de la delación de inmigrantes, en Francia, fue rechazada en 2006. La Ley Rampi, en Argentina, o de la delación de empleadores de ilegales, los cupos para inmigrantes en los Estados Unidos y España, o de la Ley Franja de Seguridad Fronteriza, sigue latiendo vigorosa en el maletín de algún parlamentario de extrema intolerancia.
Ante esa conducta de rechazo contra los extranjeros surgieron las mafias del tráfico ilegal de inmigrantes en todo el mundo, la corrupción de funcionarios de migraciones, los falsificadores de pasaportes y los casamientos para obtener radicaciones legales, anemizando la ley vértice de un hogar, el del matrimonio.
A propósito de lo que se viene haciendo con los brasiguayos, Paraguay con 6.000.000 de habitantes y 406.752 kilómetros cuadrados de superficie, tiene demasiado espacio ocioso como para negarse a los extraños que desean sumarse a su producción agropecuaria.
El país necesita de hombres y mujeres capaces de convertir su trabajo en granos, fibras, carne y cuero y no precisamente de los que convierten las tardes en ocio o de los que invaden propiedades ajenas o bloquean rutas con el propósito de sacar a la calle a los que trabajan legal y honradamente la tierra.
Nuestras miserias pueden superarse más pronto si renunciáramos a absurdas xenofobias. ¿Acaso dejó de flamear la bandera norteamericana en los mástiles de Nueva York porque esta ciudad sea ocupada también por inmigrantes provenientes de varios países de América? ¿El Chaco dejó de ser paraguayo porque allí viven y trabajan desde hace décadas los mennonitas?, ¿los mennonitas desconocen nuestras leyes?, ¿y los ucranianos, alemanes y japoneses de Itapúa?
En descargo de nuestra conducta nos apoyamos en el pasado y en lo que hacen otros en otras partes del mundo. Que las cosas escritas sobre el pasado nos sirvan para vivir mejor hoy y en el futuro, lo recuerda Romanos 15:4. Es de tontos entender de otro modo y, de torpes no actuar en consecuencia.
Las intolerancias no han hecho sino crear sistemas que nos hacer vivir de espaldas unos con otros. Y las intolerancias también arrasaron civilizaciones enteras y sostienen las ideas guerreras, del exterminio ¿A donde llegará la humanidad con gobiernos xenófobos? ¿A donde, creemos, que nos llevará la xenofobia de algunos líderes campesinos?