Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 13 de diciembre de 2010

Anónimos

Repito lo que todo el mundo afirma: la humanidad creció, crece y seguirá creciendo mediante la mayoría anónima; de esa que pese a exponer pechos a las metrallas sus nombres no serán recordados por la historia, excepto que la casualidad haya metido mano para que así no fuera.
Paraguay no es la excepción. Aquí también hubieron señoras y señores anónimos que aportaron lo suyo para que la nación siga adelante. Pese a ser los don nadies, vulgares juanes pueblos ayudaron a que el colectivo nacional tenga y sostenga su identidad.
De los cumulunimbus de la nada, sin embargo, y mediante un guiño de la casualidad, fueron rescatados algunos, apenas algunos, nombres para ventura de quienes desean reconocer, aunque tarde, el aporte pretérito que viajó en el tiempo, hasta nuestros días, hacia el infinito.
Acaso en Luque ya nadie recuerde a Isidro Martínez ("Maestro Chiró"). Fue el maestro albañil que comandó la construcción de la iglesia.
¿Y "María Ykua Satï", aquella famosa por su garbo y donaire, amiga de hacer favores, reina de las danzas populares asuncenas? ¿Y quién recuerda al teniente coronel Américo Benitez, quién en Laureles venció al montonero colorado José Gill?
Si bien en 1911 tuvo que haber sido comentado entre los combatientes, ¿quién sabe hoy a quién regalo el coronel Albino Jara su pistola al quedar herido para su pronta muerte?; aquí se lo decimos: a un tal Ángel I. González, un poeta de Paraguarí.
Un piadoso anónimo fue Tomás Aquino, el que fuera dueño del panteón en el cementerio de Paraguarí donde se depositaron los restos del coronel Albino Jara (huesos y polvos ahora se conservan en una urna en el mausoleo de los héroes en la plaza central de Luque).
Carmelita Cordal era, afirmaban algunos sobrevivientes de la Guerra contra la Triple Alianza, una hermosa mujer que, al igual que Pancha Garmendia, rechazó las pretenciones sentimentales de Francisco Solano López. Ella se anovió con Carlos Decoud, a quién López hizo matar, por celos probablemente ¿Quién recuerda a Carmelita?
¿Y Pedro Egusquiza?, era el novio de Pancha Garmendia a quién López también mandó asesinar. El Mariscal practicaba, sin dudas, el amor a tiros y sablazos.
Waldino Palacios no aportó nada bueno a Paraguay pero algunos libros lo registraron para la posteridad. Fue el que huyó a Buenos Aires con la pintura de la Anunciación de la Iglesia de San Ignacio y jamás volvió, mucho menos fue rescatada la pintura. Waldino fue hijo de Bernardino Caballero y María del Socorro Palacios, ex sargenta en la Guerra Grande y en directa dependencia de Elisa Alicia Lynch. Una madre llena de coraje; un hijo lleno de sinvergüencía.
¿Quién recuerda a Waldino y a María del Socorro?
Rosalía González, una vecina asuncena, vió, escondida entre unos matorrales, cómo Solano López era sacado en la mañana del 1 de marzo de 1870 del arroyo Aquidaban Nigüi con vida, según relata el coronel Silvestre Aveiro en sus memorias.
"Ña Zoila" y "Ña Suave" eran famosas lloronas de Trinidad que cobraban por llorar en los velorios; "Toro Pychai", el lanceador de mujeres en la Guerra Grande; "Tomás Carapeguá", un famoso guitarrista de los años 1830 y 1840 y; "Rubén Campoamor" el seudónimo de Aparicio de los Ríos en su juventud.
Desde luego, no es todo de la infinita lista de anónimos que para su momento quizás no pasaron desapercibidos, sí para la historia.