Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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viernes, 27 de junio de 2008

Ir o venir

Ahora que la cosa, entendida como la oportunidad del trabajo, no está bien ni en Paraguay ni en España se presenta el dilema de qué hacer. Hay quiénes se aferran a la idea de quedarse en España, si ya estuvieran aquí y; quienes prefieren retornar a Paraguay, porque no tienen trabajo.
También están los que, a cualquier precio, desean salir de Paraguay.
Por todo lo que sabemos a diario a través de Internet, en nuestro país el panorama es poco menos que tétrico. Un amigo me dijo en estos días que a medida que son nombrados los nuevos referentes del gobierno de Fernando Lugo no se vislumbran esperanzas de mejores tiempos. A mi parecer esto es un juicio apresurado. Es más, no debemos esperar de las personas nombradas en el Ejecutivo el anhelado cambio sino de todos nosotros.
Pienso que si añadiéramos un poco de optimismo a nuestros pensamientos mucho estamos aportando para que en el país llegue el cambio. Eduard Lorenz decía que el aleteo de una mariposa en Australia puede desencadenar un tornado en Nueva York. Bien valga este famoso principio “de la mariposa” o “del caos” para comprender que cada uno de nosotros es esa mariposa.
Otra persona amiga me habla desde Paraguay sobre la famosa “calidad de vida” que hay en España. Frente a muchos países de América Latina y África aquí hay mucho más calidad de vida, pero el trabajo empieza a escasear. Así las cosas, no es suficiente pensar que en la Península Ibérica hay calidad de vida; hay que pensar, sobre todo, si aquí hay trabajo para todos. Sin trabajo que permita un sueldo no hay calidad de vida.
Para disfrutar de todo lo bello del Primer Mundo se requiere del dinero.
Muchos paraguayos en Paraguay no tienen la menor idea de la paupérrima vida que llevan miles de paraguayos que mandan dinero a Paraguay mensualmente. Por dignidad y pudor la mayoría no cuenta que, por ejemplo, deben dormir amontonados en cuartos de tres por dos metros; que por que no falte nada en Paraguay muchos dejan de comer y, ni qué decir, asistir a las fiestas; que para vestirse concurren a Cáritas, de la Iglesia Católica.
No es el caso de todos, pero este mal tiende a crecer.
Del mismo modo y en el otro extremo de esta misma recta está el Paraguay. Algunos viven bien de su trabajo; otros, apechugando y; muchos, bastante mal.
¿Qué haría usted si fuera un desempleado en un país distante 13.000 kilómetros del suyo?, ¿seguiría aquí porque aquí hay “calidad de vida”?, ¿si no tiene dinero en la cartera, de qué “calidad de vida” me está hablando?
Ahora que ya se preparan los hombres nuevos a asumir responsabilidades públicas en Paraguay ¿qué podemos hacer nosotros, cada uno, individualmente, por nuestro país, aparte de quejarnos?

No te calientes nunca

Como si la prudencia lo abandonara intempestivamente. Su lasciva mirada pasea por el cuerpo de la trigueña como si nadie lo observara. Allí estaba ella tendida, boca bajo, en la arena de Valencia, tomando todo el sol posible en el nuevo verano mediterráneo. No se percata que el moreno lo miraba sin pudores por proteger.
Instaló su sombrilla a pocos metros de la mujer, cuya biquini dorada, resaltaba aún más la tersura de su piel. El hombre, un panzón, de mediana estatura, bermudas verdes y camiseta blanca y roja a rayas verticales, extendió el quitasol, con el logotipo de una empresa de comunicaciones de su país; extrajo una toalla azul, la extendió en la arena, y se tiro sobre ella.
La colilla de su cigarrillo tiró a un par de metros de él. También la goma de mascar que, al minuto, la pisó una señora gorda de pronunciados michelines y de traje de baño enterizo negro.
El hombre se acomodó para continuar leyendo a partir de la página 27 de su libro “El amante lesbiano”, pero no podía concentrarse en la lectura. La de amarillo lo tenía aturdido.
Garraspeó una, dos veces intentando hacerse sentir ante la mujer de amarillo. Pero nada.
Las dos jóvenes violentaron su pulso.
- ¿Eso es de verdad? - se preguntó mientras separaba el anteojo de sol de sus ojos.
Eran dos mujeres de unos 20 y pico de años, rubia, una; trigueña, la otra, que charlaban animadamente mientras paseaban al lado del mar.
Ellas caminaban sin corpiños con los pechos al aire.
El hombre sintió como cien caballos galoparan en sus entrañas y que su sangre se concentraba en las cercanías de su ingle. Sintió afiebradas sensaciones que le hacen manejar por instintos.
Interin la de dorado se puso boca arriba para dejar también sus senos a expensas del sol.
- ¡Choore!, ¡esto jamás vi en Paraguay! - exclamó completamente descontrolado. - ¡Mamita, tesoro sos mi encanto, te voy a dar todo lo que me pedís y …!
- ¿Pasa algo? - escuchó preguntar a sus espaldas.
Eran dos hombres vestidos de azul, policías.
- ¿Me permite su DNI? (documento de identidad español), solicitó uno de ellos. Le extendió su pasaporte azúl.
- Usted tiene vencido el plazo para permanecer en este país. Acompáñenos, por favor ….