Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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miércoles, 27 de abril de 2011

El uso de las palabras

En estos días se viene desarrollando la 37a. Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. Estuve allí ya que dos títulos míos fueron expuestos en el stand de Paraguay. Este año el escritor principal invitado fue el Nobel 2010 Mario Vargas Llosa. Todos los medios facilitan copiosos espacios al evento.

A propósito, en el diario porteño Clarín del domingo 24 de abril de 2011 leí el comentario de la señora Susana Viau refiriéndose a la feria del libro y a los funcionarios públicos principales de Argentina afectados a la cultura.

El título del artículo dice: "Cuando el poder no lee, no piensa".

Tras referirse a Vargas Llosa y la resistencia de algunos referentes principales del poder argentino a los pensamientos del célebre escritor, la columnista apuntó hacia un nacionalismo argentino, por demás innecesario como desafortunado. Recordó que el ministro de Educación del vecino país, Alberto Sileoni, había utilizado las palabras "aparcar" y "carro" en un discurso en el marco de la feria del libro a lo que la señora Viau replicó con que "aquí se trata de estacionamiento y coches".

La Real Academia de la Lengua Española (RAE) acepta las palabras "aparcar" y "carro".

A la palabra aparcar de cuatro acepciones en el diccionario de la RAE, edición 2001, dedica la primera definiéndola así: "colocar transitoriamente en un lugar público, señalado al efecto por la autoridad, coches u otros vehículos".

La Academia dedica 9 acepciones a la palabra carro y en la novena define: "(Am. - América -) coche (//vehículo, automóvil).

En castellano se puede decir, indistintamente aparcar, estacionar, ubicar, colocar, situar, parar; coche, carro, vehículo, auto, automóvil.

No porque en México se diga "carro" a lo que nosotros conocemos en Paraguay como "coche", la palabra "carro" no tenga espacio, ni autorización para ser usado aquí. Sería una descomunal estupidez.

Vayamos más hacia atrás, en el tiempo, históricamente primero estuvo la palabra carro que, con la invención de los transportes motorizados, cedió espacio a la palabra automóvil (que se mueve por sí solo; es decir, sin necesidad de los caballos).

También estuvo antes la palabra cochero, el conductor de coches tirados por caballos. Luego, con los automóviles, apareció la palabra de origen francés, chófer o chofer (en España se dice chófer) pero se dejó de lado la palabra pescante que originalmente era el asiento en el cual se ubicaba el cochero (de los carruajes) aunque en el diccionario de la Real Academia lo tiene en cuenta como tal.

Por tanto, hoy se dice generalmente "asiento del conductor" en vez de pescante (// 5 (p. us.) delantera del vehículo automóvil desde donde lo dirige el mecánico o conductor).

Las palabras fueron hechas para ser usadas por todos, sin complejos ni ataduras, sin nacionalismos desaforados y torpes. No entenderlo así es caer en una pobreza conceptual infelizmente desacertada.

Antonio Muñoz Molina, escritor y académico de la RAE, dijo que las palabras para que sean útiles necesitan dos cosas: "ser compartidas por la comunidad de hablantes y ser precisas" y añade que los enemigos del idioma son hoy la pobreza y la ignorancia.

La lengua castellana tiene algo más de 330 mil palabras registradas oficialmente en el diccionario oficial del idioma. El mejor escritor, decía el académico Camilo José Cela, se maneja con 30.000 palabras, el común de la gente se campanea con unas 1.500.

Lo siento por los argentinos porque algunos de sus líderes intelectuales rechacen algunas palabras castellanas para limitarse a otras. Con esa crueldad mental nunca podrán superar su pobreza léxica. Cuanto más usemos los sinónimos estaremos más lejos de la pobreza y de la ignorancia acarreadas por nuestra limitación en el lenguaje.