Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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miércoles, 5 de diciembre de 2007

Guaí ñeé carê

En 1958 conocí en Villarrica a un niño de mi edad. Había ido con la madre de vacaciones. Ellos vivían en San Bernardino. Nunca me olvidaré de la entonación de su voz que me producía mucha gracia. Me causaba mucha risa y mi madre, por eso, me regañaba. Claro, yo la hacía pasar vergüenza ante la de él.
Pero, en contrapartida, él también se reía de mí al escucharme hablar. Con mi misma sinceridad de niño él se desparramaba en risa escuchándome porque, según él, era yo el que entonaba demás.
Este nene, de cuyo nombre ya no me acuerdo, hablaba con la entonación de los asuncenos; yo, con la de los villarriqueños. Yo era un ñeé carê, pava lata. Pero no me daba cuenta, ni siquiera cuando el de San Bernardino manifestaba su sorpresa a través de la risa.
No.
Me dí cuenta recien cuando nos mudamos a Asunción, en 1961.
En 1962, cuando asisto por primera vez a una escuela asuncena, no saben cuanta risa causé a mis compañeritos de clase. Y como si todo fuera poco, mi maestra me enseñó un recitado para la velada del 7 de abril, día mundial de la salud. Fue una suerte de fin del mundo para mi.
Subí - con mi guardolvo blanco, almidonado y planchado nuevo de paquete - al escenario de la escuela a recitar, con mi entonación guaireña, el escasamente serio "Mi pucherito", recitado que no terminé de decir, porque todo el mundo se reía a carcajada, incluso mi maestra y la directora y, más cuando, desafortunadamente, en medio del recitado abandoné intempestivamente ese maldito escenario.
Hasta ahora no sé si la risa que causé fue por mi ñe´é carê o por el recitado (que hoy, de grande, me parece que era más bien para una nena que para un nene de esa época), o por ambas cosas a la vez.
Debo reconocer que por ñeé guaí y por el recitado aquel casi mi madre me llevó al psicólogo, que por entonces no abundaban como hoy.
Cuando con el tiempo hablé con la entonación asuncena y me iba de visita a Villarrica me daba cuenta del tono regional en el cuarto departamento. Pero esa entonación me sedujo de grande. Los villarriqueños hablan en una nota, por llamarlo así, de alta sensibilidad, de seducción pura, de transparencia, de humildad, de profunda decencia. En su manera de hablar encuentro sinceridad, lealtad, muchisima amistad. Hay tanta humildad en ellos cuando preguntan "¿por queiko?".
Y esa entonación del hablar guaireño marca la personalidad regional. Eso también es cultura. Señala un territorio en cada uno. Es un escudo de cada guaireño. Es su bandera. Es identidad pura. El reconocimiento de un pueblo como sí mismo.
No me desagrada "hablar" como asunceno, pero hubiese preferido "hablar" como villarriqueño y ya no pude. Adopté el acento capitalino. Siempre digo que es mejor parecer auténtico que prestado. De ahí que, hoy residiendo en España, me cuido de divorciarme de mi entonación paraguaya. Muchas cosas copiaré a los españoles pero, a lo mejor, lo de la entonación no se me pegará tanto, ya que a esta altura de mi vida no me queda muy elegante que esté cambiando de tono como de camisa y medias.
Pienso que no debemos avergonzarnos por el tono de nuestra voz. Al contrario. Debemos sentirnos orgullosos. Forma parte de nuestra personalidad. Como tampoco debemos avergonzarnos por hablar en idioma guaraní. Entendiendo así y actuando en consecuencia habremos de aportar lo nuestro para que la nación paraguaya perdure en el tiempo y en el espacio. Es una cuetión de pura buena voluntad.