Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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viernes, 23 de marzo de 2012

Comunicar


Este es un tema que me apasiona.
Pienso que en la cadena de la comunicación primero está la buena voluntad de la persona. Esa voluntad que la hace ser mejor. Que la convierte en - en este caso - mejor locutor, mejor periodista, mejor escritor, mejor director de medio.
Pienso también que la voluntad nos impulsa a pulirnos hasta convertirnos en metales relucientes. El esmerilado no se logra sin esfuerzo. Se debe procurar hasta alcanzar lustre.
La televisión, la radio, el diario, la revista, los libros, Internet, las redes, el chat no son sino herramientas para transmitir pensamientos, conocimientos, sabidurías o, a falta de ellos, tonterías, majaderías, naderías.
Entonces, no es tanto el medio, sino el mensaje.
Reconozcámos que hoy, atesorando la libertad de expresión que tenemos en manos, hay carencia de mensajes útiles por expresar.
Veo, con pena, mucha inversión por parte de la gente con poder económico en radios, canales y diarios pero sin el merecido retorno económico (estoy seguro, este es mi mundo) porque sus medios no son ni escuchados, ni vistos ni leídos porque carecen del mensaje que atraiga al público. Los que venía propalando se volvieron achacosos, inútiles.
Nos pasa en Paraguay lo que a España en sus primeros años de democracia: decimos y mostramos todo hasta que la gente se cansó y se apartó de los medios que se quedan con un cuarto de narices sin saber hacia donde ir. Es como si al guitarrista en pleno escenario se le suelten las seis cuerdas del instrumento.
Creo que esta carencia se suple con lo oportuno, lo útil, lo sano. Pero, coincidirán conmigo los colegas como que andan y anduvieron en el ajetreo periodístico, que ni los dueños de medios ni los cronistas, ni los periodistas están lo suficientemente preparados para encarar esta nueva etapa de la democracia en nuestro país. Estamos en una etapa más exigente del pluralismo en nuestro país.
Ya se superó la fase de las denuncias, de los desnudos, de las groserías varias que tanto ocupó los medios de comunicación: ahora la gente espera algo más sustancioso, algo que, como Hilo de Ariadna, les permita recorrer los vericuetos de esta sociedad nueva que fuimos haciendo a puro golpe desde 1989 y retornar a la salida sin perderse en aquellos.
La gente reclama esencia y para eso debemos prepararnos, debíamos habernos preparados hace años.
Y – me avergüenzo – muchos no estamos preparados para este nuevo ciclo en nuestra nación. Entonces, las radios – por ejemplo – pasan de una mano a otra porque son pérdidas para sus dueños (nadie les escucha y, por tanto, los anunciantes se desinteresan en sus medios) y así seculá seculorum.
Fíjense: Abc Color vendía en 1980 noventa mil ejemplares por día; hoy, ni 35.000...
En resumen, a mi modo de ver, no son los medios, son los comunicadores, nosotros. Debemos ser nutritivos, nutrientes y nutridores y a muchos no nos está dando el cuero para encarar semejante compromiso. Sin mensajes útiles las herramientas son inútiles.

El paraguayo repanchigado

"Oimene ombojama silla jorconre" (seguro que debe estar sentado recostado al horcón) es una frase escuchada en las tardecitas campesinas al referirse a alguien, sobre todo al varón, que terminó su faena agrícola del día. También se dice "oimene oja jorconre" ( a lo mejor estará haraganeando). Arrimar la silla a la pared o al horcón, todo un tema en el campo.
Mi madre nos prohibía que para sentarnos apoyemos el respaldo del asiento a la tapia porque, decía, apresuraba su estropeamiento al descansar solo en dos de sus cuatro patas y, exponía, "porque esa es costumbre de haraganes".
Y repartigóse para leer lo escrito, escribió Concepción Leyes de Cháves en Tava´i. Sentarse reclinado al horcón implica repantigarse o, como también puede decirse, repanchigarse, arrellanarse en el asiento y extenderse para mayor comodidad, tal como define el DRAE.
Dime cómo te sientas y te diré quién eres. Nosotros, los paraguayos, somos de extender las piernas a la hora de sentarnos, ¿mala educación?, tal vez, pero no querría entrar en ese terreno por ahora, lo dejaré para más adelante. Diré sí que bien o mal es una costumbre de los paraguayos así se siente bajo la arboleda para disfrutar del tereré o durante una reunión de vecinos o durante un velatorio.
Desde luego, no es un hábito exclusivamente guaraní; el policía se repantigó en el asiento, anotó Arturo Pérez-Reverte en El maestro de esgrima, novela española, mientras que Pío Baroja en César o nada se refiere a un italiano en la siguiente frase: El signor Cappagutti se quedó repantigado en la silla tranquilamente.
El sofá o canapé incita a repanchigarnos y sobre todo a la hora de ver la televisión constumbre que, a su vez, estimula la obesidad ¿Se imaginan al papá un domingo a la tarde sentado frente al televisor viendo un partido de fútbol y comiendo y bebiendo como cerdo?
El paraguayo, sobre todo el campesino, pues, tiene una manera de sentarse y ya que estos en este tema diría que también adopta una forma de pararse y ubicar los brazos. Si en cualquier ciudad de España usted observa que un hombre espera el autobús parado descansando sobre una pierna y con los brazos cruzados es casi seguro que ese sea un coterráneo nuestro.
En fin, para cerrar diría que los paguayos somos repanchigados... que sabemos descansar, que aprovechamos la vida.