Detrás de la puerta, esto

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Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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domingo, 10 de abril de 2011

Carreteros a la azucarera Friedmann

La Azucarera Friedmann cumplía 50 años aquel año 1960 pero los niños descalzos de la época no lo sabíamos ni tampoco nos importaba como cuando pasaban las carretas tiradas por dos yuntas de bueyes a cuyos boyeros repetíamos el quejumbroso "eme´e cheve nde takuare´e mi", hasta que nos arrojaba una o dos cañas...

La sirena de la fábrica de azúcar, allá, al lado de la ajetreada estación del ferrocarril de entonces, marcaba la hora del inicio de la siesta en casa, el cierre del almacén de Don Pichí y de la tienda de los padres de Juancito Elizaúr, cerca de la escuela "Paso ".

La producción azucarera en la gigantesca fábrica de los descendientes de Jacobo Friedmann era para nosotros, sobre todo para mi amigo Luís Aguilar, mi hermano Marcelo y yo, las carretas arrimando la materia prima desde las lejanías de San Francisco Potrero, las estribaciones del Ybytyruzú, mucho más allá de la temible comisaría de Paso .

Tiempos muy difíciles en la Villarrica de entonces. Desde mediados de la década de 1950 la cosa se ponía fea y más aún entre 1959 y 1960 porque los guerrilleros de la Columna "14 de mayo" que pululaban por San Juan Nepomuceno y que no eran otros sino que los liberales salidos de Paraguay desde 1947 hasta 1959 por cuestiones políticas, amenazaban con atacar Villarrica.

El temible "Rojitas", colorado hasta los tuétanos, gustaba disparar su revolver 44 sobre las casas de los opositores a cuentas de los guerrilleros.

Virgilio Ramón Legal, que ya era funcionario de la delegación de gobierno, andaba armado con un fusil, mientras Chiripepé, borracho consuetudinario, entregaba sus hurras al partido que fuere a cambio de un vaso de caña.

En medio de aquellas inestabilidades y necesidades, la fábrica no paró en ningún momento ni, por tanto, el tráfico de carretas siguiendo la profunda cambera en la arribada de la calle de la iglesia Santa Librada.

"E m´emina cheve nde takuere´e mi", coreábamos lastimeros los niños del barrio a los picadores, varios insensibles a nuestras primeras súplicas, mientras acompañábamos por un trecho la carreta hasta que, compasivo o fastidiado, nos lanzaba una par de las deliciosas cañas. Así, todos los días a lo largo de la zafra.

El machetillo de don Aguilar, el olero vecino, servía para pelar la caña que luego, mordíamos hasta dejarlo hecho bagazo y que don Aguilar le daba de comer a su albina y enclenque yegua. Si habré tomado caña dulce reclamada a los administradores de los largos chuzos...

La zafra de 1960 era también el cencerro de las carretas y las interjecciones y onomatopeyas brotadas, viriles, de las gargantas del arriero montado a lo alto de la carga.

Me contaba mi abuelo, en Buena Vista, en las lejanías de Caazapá, que luego de cortar árboles para Carlos Fassardi, también plantó caña dulce para la azucarera de Friedmann. Y me relataba de los inicios de la industria allá por 1910.

"Don Jacobo" como era conocido por los cañeros el dueño de la fábrica, montó su planta industrial pero no dejaba de participar en el quehacer villarriqueño, en todo estamento donde se requería de su concurso.

Cuentan que por 1912 era el encargado de correos y que inscribió su industria recién en 1916 como sociedad en los registros públicos. Claro, por entonces - 1916 - todavía la fábrica de Villarrica abastecía todo lo necesario. Ese año el Estado importó 500 toneladas de azúcar argentina.

Villarrica se agitaba en la nueva modernidad de aquellos años teñidos con la sangre de los revolucionarios. A la par de la inscripción de la fábrica de azúcar, nacía el Porvenir Guaireño, la Cervecería Nacional y el Auto Club Paraguayo.

Las primeras zafras de la azucarera coincidían con las visitas del coronel Albino Jara a don Simón Mussi, caballero sirio dedicado al comercio y la industria en Villarrica. Jara moriría en mayo de 1912 en Paraguarí bajo el peso de su ley montonera y donde también caería un batallón de soldados guaireños adherentes de Jara.

Han pasado cien años desde aquella primera zafra coincidente con el nacimiento de Gumersindo Ayala Aquino; de cuando Efraín Cardozo tenía 6 años de edad; Juan Natalicio González, 13; Manuel Ortíz Guerrero, 16; Juan Boggino y Carlos Talavera, 10; Leopoldo Ramos Giménez, 19. Este, a propósito, sería nombrado por decreto firmado por Eduardo Schaerer y el doctor José P. Montero, como auxiliar de la oficina de correos de Villarrica en octubre de 1912, a los 21 años de edad.

Dos años antes de la habilitación de la azucarera, en 1908, Agustín Pío Barrios actuó en Villarrica con Dionisio Basualdo, ambos formados por el maestro Gustavo Sosa Escalada.

Fui a Villarrica y, después de unos 20 años, vuelvo a la estación del ferrocarril. Está el viejo silo que como gigantes misiles blancos apuntan al cielo, la misma estación pintada de amarillo y marrón, la playa donde paraban los carumbés, sin el tren que pitaba al mediodía su llegada minutos antes o después de la sirena de la azucarera.

Ya no están las tiendas famosas que rodeaban a la estación pero la centenaria industria sigue firme convirtiendo cañas en azúcar. Ya no hay gente vestida con elegancia a la espera de los conocidos y parientes en el viejo andén y, más arriba, hacia la derecha, ya no hay filas de carretas con aromada materia prima, hay camiones de gran capacidad de arrastre y velocidad a cuyos conductores, si hoy yo fuera niño, no pediría su "takuare´e mi" porque dar y recibir para este caso depende de la marcha lenta de las carretas y de la paciencia de los carreteros.

Han pasado cincuenta años ....

(publicado en la revista Guairá News de Villarrica, en abril de 2011. Foto: cuadro al óleo del artista paraguayo M. Valenzuela, "Carreta cañera", Internet)