Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 8 de octubre de 2012

Yhú

Arena en todas partes, el perfil de Yhú, Caaguazú.

Aquí bien se puede filmar películas sobre desiertos. Arena por aquí, arena por allá; una curiosa réplica sin querer de las ciudades del desierto de Néguev, aunque sin camellos y dromedarios. Yhú, o Río Negro, se encuentra aquí, en Caaguazú, ocupando 678 kilómetros cuadrados en estas planicies arenosas y amparada por el norte y el este por las sierras de Caaguazú.
A yhú llegué por primera vez en 1980 por la ruta de 50 kilómetros que parte de Caaguazú. Ruta es una forma de decir, un camino miserable de arena en gran parte; un viejo camino indio que carga como la maldición de los infiernos. Así y todo, los yhuenses forjaron el pueblo. Fui en VW, “escarabajo”, y aquella última vez dije “nunca más” porque me era torpe eso de, sabiendo que los arenales de sus caminos me obligan a bajar del coche, pala en ristre, para ir sacando por metros al vehículo del atasco, insistir en la aventura de visitar la comarca.


La plaza "Uno de Mayo", bien iluminada, sitio de los yhuenses.

A más de 30 años, sabiendo que se puede llegar por ruta asfaltada por Cecilio Báez y General Resquín, retorné este fin de semana y me encontré con un pueblo como sacado de la galera de un mago. Sobre las ruinas de su pasado, una ciudad cambiada, con ganas, floreciente; “esto comenzó a crecer hace tres años”, me dijo el intendente, Arturo Jara, un joven médico de unos 30 años de edad.

( De Izq. a Der.) Eladio Jara, María Antonia Espinoza de Jara (dueña del hotel Jar Esp), Miriam Buzeta Melgarejo (una de las dos herederas de la Casona Melgarejo) y Arturo Jara Espinoza, intendente municipal de Yhú.

A ver, cuénteme, le digo al intendente, cuénteme las cifras de Yhú y soltó: 42.000 habitantes, 1.044 kilómetros de caminos vecinales, 107 compañías, ocho comunidades indígenas, con una termal, la única quizás, en medio de una extraña duna que casi nadie conoce.
Le pido que mencione los apellidos de Yhú y desgrana: Cuevas, Melgarejo, Jara, Espinoza, Oviedo, Cardozo, Aquino, Roberti, Salmena, González, Elizeche, Gutierrez… y recorro el pueblo y veo algunas casonas ocupadas por los abolengos del pueblo. En una de las cuatro esquinas de la plaza “Primero de Mayo” está aún en pié la que construyó Luís Rolando Melgarejo, aquel yhuense de porte aristocrático, modales finos y del traje blanco de lino puro en las fiestas de gala en el pueblo.
La casa de adobe tacuarillas y madera, que sirviera de sede de la sucursal del Banco del Paraguay, luego Banco Central del Paraguay y; finalmente de un respetable almacén de ramos generales y compra y venta de frutos del país, fue construida por Melgarejo, heredada tras su fallecimiento por su hija Nidia Beatriz Buzeta de Melgarejo y, tras el fallecimiento de esta por sus hijas Marta y Miriam Buzeta Melgarejo. La emblemática casona, blanqueada de cal, hoy sigue su trámite sucesorio, cuenta Miriam.

La "Casona Melgarejo" era vivienda de Luís Rolando Melgarejo y sede del Banco del Paraguay.

Vuelvo a la historia genérica. Por el siglo XVII el pueblo fue creado por los primeros conquistadores españoles; en sus cercanías, en San Joaquín, los jesuitas montaron sus misiones y de estas influencias Yhú se hizo de lo suyo. Tras la Guerra contra la Triple Alianza se refundó con los apellidos mencionados como de otros. Fue capital departamental hasta 1945, quizás por su riqueza forestal y la gran producción de yerba mate.
Recorro sus calles. Veo la terminal, la municipalidad, la plaza “Primero de Mayo”, la flamante iluminación pública, la escuela “Luís Rolando Melgarejo”, con cien años de existencia, la iglesia donde se venera la imagen de la Virgen del Rosario, el club social que, me cuentan, fue creada por Melgarejo, que por lo visto era un hombre muy importante de Yhú e interesado por la excelencia.
El Club social fue fundado por León Valeriano Buzeta, yerno de Melgarejo. La idea del intendente actual es convertirlo en un ciber que me parece desacertada, debe seguir siendo el club social que, me cuentan los memoriosos, reunía a la mejor gente en aquellos años de esplendor. No puedo dejar de alentar la recuperación de su biblioteca. Con buena voluntad todo se puede.
A propósito, fui a mironear en la fiesta bailable organizada en el marco de los festejos patronales. Pensé que, como cae en el rango de las fiestas oficiales, los varones irían vestidos de traje, pero vi que algunos iban en bermudas y chancletas. El evento, como si todo fuera poco, empezaba a medianoche. No me sentí atraído por ingresar al recinto, fui a dormir.
El domingo 7 de octubre de 2012 ando por sus calles arenosas y pienso que es muy extraño esto de la arena en Yhú; de repente arenas blancas, otras rojas, o marrones y; arenas como de las playas de ríos y mares o; en cualquier parte de talco. Pienso: un rally como en los desiertos de Arabia será una buena razón turística para Yhú. Debieran considerar esta posibilidad los del Touring Club como los de la Secretaría de Turismo.

La procesión de la imagen de la Virgen del Rosario, patrona de Yhú.

Acompañé la procesión de la imagen de la Virgen del Rosario por varias calles del pueblo (el intendente dice “ciudad” y aclarando que quiere que Yhú siga manteniendo el señorío del pueblo rico de los tiempos de puros abolengos) y me lleno de polvo. No le vi al intendente en la procesión; había mucha gente en la marcha mariana, a lo mejor yo nomás no le ubiqué en el gentío.
Me alojé en un coqueto y flamante hotel llamado “Jar Esp” que tiene 20 habitaciones para albergar hasta a 50 pasajeros y que se encuentra en la esquina de las calles Julia Miranda Cueto y 14 de Julio en diagonal con la plaza. La hostería, que es de los padres del intendente, garantiza buen pasar en Yhú. Yo lo pasé bien, les cuento.

El flamante hotel "Jar Esp", en la esquina de la plaza.

Dos palabras sobre la plaza: Pregunté al intendente la razón de su nombre, “Primero de mayo” Alguna vez lo de "primero" debería cambiarse por "uno"), y no supo explicarme. Será por lo de los trabajadores, aunque Yhú no tiene mucho por ofrecer, por ahora al menos, en cuanto a fuentes de empleos como para hablar de empleados y obreros. La plaza es muy coqueta, amplia, arbolada, con muchos bancos y juegos para los niños. Es el sitio donde concurren los yhuenses cuando las tareas han culminado. En los días de la festividad de la Virgen del Rosario la plaza era una fiesta permanente, todo un ejemplo social.
“La gente está en la plaza con toda garantía porque aquí la seguridad es total. No hay asaltantes, ladrones, drogados; los jóvenes de la ciudad rechazan el crack, no dan lugar a la indecencia”, dice el médico intendente.
Y vuelvo a pensar sobre la casa que está en una de las esquinas de la plaza, la que fuera sede del banco: está muy abandonada aun cuando una mujer y sus hijos vivan bajo sus derruidos techos por las termitas. “La voy a mejorar”, dijo una de las herederas.

Un alto de la procesión de la imagen de la Virgen Rosario en el barrio que lleva su nombre para una serenata.

La bocina del ómnibus suena en la siesta calurosa anunciando que parte hacia Caaguazú. Algunos visitantes abordan en la esquina de la casona abandonada mientras la “cachaca” sonaba estridente desde el poderoso equipo de sonidos de una camioneta lujosa estacionada frente a un negocio de comidas.
Victoriana Talavera Villalba es una maestra jubilada y me cuenta de los esfuerzos por instruir a los niños a lo largo de estos últimos 50 años en estos lugares yermos, rasos y desabridos. “Anduve a caballo recorriendo las escuelas del extenso territorio todas las semanas y hoy, al término de mi misión, puedo decir que el esfuerzo no fue en vano: muchos ciudadanos útiles han egresado de aquellas aulas administradas con mucho entusiasmo aunque con pocos recursos”.
Faltan universidades en Yhú. Hoy con las rutas asfaltadas y su conexión directa con varios puntos del país anuncian convertía la ciudad en un punto neurálgico de Caaguazú.

La maestra jubilada Victoriana Talavera Villalba, amada y respetada por la comunidad.

En el pueblo funciona una nueva cooperativa y sus miembros se remangan: quieren sacar ventajas a las vacas lecheras de los vecinos; “esto debe ser una cuenca lechera para vender la producción a los compradores menonitas”, me dicen entusiasmados.
El intendente quiere montar una radioemisora legal “para difundir buena música paraguaya y clásica”; los cooperativistas también quieren tener su propia radio. En Yhú hay una radio comunitaria pero de escaso alcance. En el pueblo, pues la gente escucha una radio de Vaquería y otra de Caaguazú. Los canales de televisión por aire de Asunción se ven vía satélite.
De la bodega de la esquina del hotel compro gaseosas y agua mineral y cargo al coche. Son las seis y media de la tarde del primer día de la temporada con horario cambiado. Tomo el camino empedrado hacia San Joaquín mientras el arrebol tiñe el cielo sobre las sierras de Caaguazú; formo parte de la caravana que retorna de Yhú luego de su principal festividad religiosa.
Escucho una música paraguaya, bebo mi agua mineral y pienso en lo que queda atrás, en los arenales, la casona abandonada, la procesión de la mañana, la radio que falta al pueblo, en esta historia paraguaya atrapada en el desierto.
El aire fresco de la sierra pega en mis brazos y mi rostro. Me encanta el pueblo, volveré…