Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

viernes, 14 de diciembre de 2007

Donde se alojaba Jorge Luis Borges

En el tercer piso de este edificio funciona un hotel y que, durante los primeros años del siglo XX era una pensión en la que entre 1919 y 1921 residió el escritor argentino Jorge Luis Borges. En este lugar el argentino escribió sus últimos poemas ultraístas.
El hotel se encuentra en plena Puerta del Sol, en el corazón de Madrid, en la misma esquina donde está la figura del oso, símbolo de la capital española.
De este lugar Borges se transladó a Buenos Aires donde fijaría residencia por muchos años. Poco antes de su fallecimiento, en 1986, había contraído matrimonio con su secretaria, María Kodama. Una curiosidad: Borges ya era muy anciano y residiendo en Ginebra cuando tuvo que casarse por poder con su Kodama, una profesora de literatura argentina. Ese casamiento se produjo en la colonia Rojas Silva, en el Chaco paraguayo. Poco después se casarían, por segunda vez, en Ginebra. El hotel de la foto mantiene hasta hoy su clásico y distinguido interior, como pudimos comprobar en el verano de 2007.

El idioma de los locutores

Sintonice cualquier emisora paraguaya y disfrute de un añejo como singular lenguaje. Locutores y locutoras se preocuparon por inventar palabras y sostenerlas; algunas más viejas que otras (las palabras, no las locutoras) y; los oyentes, contagiados, las usan a troche y moche sin preocuparse si están bien o están mal expresadas. Al fin de cuentas, dicen, la democracia es esa: libertad de expresión, aunque se estén expresando mal.

Veamos algunas palabras y frases pronunciadas, hasta con obsesivo deleite, por los locutores radiales paraguayos:

“Realmente”: Una suerte de comodín. Una o dos frases y aparece, como salvando la idea. “...realmente”. Cuando ya no queda manera de explicar, allí está “realmente” para salvar lo insalvable. Cuando se quiere acusar, criticar, desprestigiar, “realmente” es la tabla salvadora. Realmente nada hubiera sido la libertad de prensa sin esta mágica palabra.

“Vergüenza”: Desde que lo expulsaron a Alfredo Stroessner es otra palabra favorita de los locutores. Claro, va acompañada por el artículo definido “una”. Un “es” por aquí y otros signos de admiración por allá, completan el menú. “¡Es una vergüenza!”. A partir de ahí, hacia cualquier parte. La frase encaja a un bache, a un chofer de ómnibus, a la ANDE, a COPACO, a ESAP, a los inspectores municipales, a la Aduana, a la Policía, a los huelguistas, a los proveedores de carne, al réfere, al marido celoso, al cachaquero, al presidente del Congreso Nacional, al proveedor de combustible, al diputado, al senador, al ministro, al Presidente de la República (bueno, éste ya no tiene remedio), a todos los funcionarios públicos, a los baldíos con yuyales, a las basuras amontonadas en las calles, a los niños de la calle, a los peajeros, a los políticos (¿cuando no?), al dólar porque sube o porque baja, a los sojeros, ganaderos, campesinos sin tierra, taladores de montes, curas (porque si o porque no), embajada norteamericana, embajada paraguaya en España, préstamo chino; ¡uf!, ¡una ver – guen – za!

“Realmente, una vergüenza”. Bueno, esto ya es un cóctel molotov. Va y viene como trompada de loco.

“Paraguayidad”: No figura en el diccionario de la Real Academia Española pero en el Paraguay locutores y oyentes usan a tutiplé. Sería algo así como paraguayismo. “...las ilusiones de la nacionalidad”, diría el periodista paraguayo Sindulfo Martínez, que nuestros locutores convertirían en “las ilusiones de la paraguayidad”.

“Este país”: En casi 19 años de expresar lo que se le ocurra a uno, todavía muy escasos locutores dicen “nuestro país” o, mejor, “mi país”. No. Como abriéndose de todo compromiso prefieren “este país”; como si miraran desde arriba, como si no caminara por sus calles, sus ciudades, sus pueblos; como si no comiera su locro, sus empanadas o asados; como si no durmieran bajo los techos de las casas levantadas en su territorio; como si no se alumbraran con la energía eléctrica que viene de sus ríos. “Este país”, como si fuera más elegante, menos comprometedor, más democrático. Los locutores de este país....

“Digo bien”: Cuando el locutor de radio se equivoca repite la frase y , sobre la marcha, le dice al oyente que dijo bien. “El toro...el loro...digo bien”; “El hermano...el primo...digo bien”. Se equivoca y nos quiere hacer creer que dice bien. Los locutores de antes sencillamente pedían disculpas o perdón por equivocarse; ahora, nos dicen que dicen bien cuando dicen mal. En los tiempos que corren mucha gente utiliza el “digo bien”, cuando dice mal. ¿Cuesta mucho que digan, cuando se equivocan, “perdón”, “disculpe”, “rectifico”, o sencillamente “dije mal”?

A ver qué dice nuestro académico Juan Evangelista Aguiar Benitez, mi compadre, sobre estos "aportes" al castellano paraguayo de parte de nuestros locutores de radio.

No se fueron de paseo...

(El siguiente es un comentario que he publicado el 7 de mayo de 2006 en LA REVISTA, un página virtual, estando aún en Paraguay. Hoy, residiendo en Madrid, pienso exactamente igual que aquella vez)


De repente hemos notado las masivas ausencias. Casas abandonadas, cuadras completas desoladas. Familias dispersas. Llamadas telefónicas quebradas por llantos en uno y otro extremo. Fueron saliendo de a uno; primero los más audaces. Después los jóvenes; y los más entrados en años; las esposas, los esposos, hasta las abuelas y abuelos. Las familias se dispersaron.

Fueron a Nueva York, Nueva Jersey, Buenos Aires, Madrid, Barcelona. Fueron saliendo unos detrás de otros. Después en grupos, por compañías, parajes, barrios. Para eso vendieron todo y se endeudaron aún más a cuentas del trabajo prometido.

Pasaron a ser pintores, limpiadores, limpiadoras, empleadas domésticas, jardineros, choferes. El honrado trabajo para pagar la luz, el agua, el estudio de los chicos, la despensa y juntar plata para recuperar los pagarés impagos listos a ser ejecutados.

Algunas de nuestras mujeres, fuera del país, cayeron en manos de proxenetas y de malvivientes de extramuros. El antiguo drama de las inmigrantes de todas partes.

Porque en la patria no tienen oportunidades se fueron hacia cualquier parte Y sufren y buscan sostener la estabilidad familiar como puedan. Allá como acá nada es igual como antes, cuando todo era normal: los gastos cubiertos, los paseos de fin de semana, las vacaciones al interior o al exterior, los logros escolares de los chicos.

No.

Allá puede estar mamá y acá papá. O viceversa. Acaso han formado nueva pareja, por presión del tiempo y la distancia. Los hijos también dispersos: algunos con la madre, otros con el padre; bajo otros techos extraños, alejados del de la casa original donde, hasta hacía pocos años, todos estaban juntos. A lo mejor alejados por la tristeza de la separación.

Y desde lejos, el dinero para seguir cubriendo cuentas atrasadas. Atrasadísimas. Un pagaré menos. La luz ya no se corta. Las cuotas del colegio están al día, aunque el uniforme del colegio está muy gastada, las cosas van mejor.

Es que papá, mamá, o la abuela, el abuelo, el hermano o la hermana mayor fueron lejos a trabajar; a levantarse muy temprano, aunque haga varios grados bajo cero, aunque deban tomar el tren y dirigirse al empleo para ganar el dinero que debe remitirse, sin falta, cada 30 días, a la golpeada familia que está atrapada, lejos, en el Paraguay.

No.

Ellos no fueron a pasearse. Fueron a trabajar. A trabajar muy duro. Casi como esclavos, por el bienestar de la familia. Fueron a aguantar las penurias de la distancia; las de vivir hacinados en pequeñas habitaciones, postergando dignidades. Fueron a defender la unidad familiar, bastardeada por la falta de empleos y por la excesiva corrupción entre las personas electas para conducir la nación.

Sí, señor.

No se fueron lejos por ocurrencia, fueron en busca de lo que su país no les puede dar. Por eso, nuestros emigrantes merecen, de parte de quienes – todavía – estamos en el Paraguay, nuestro profundo reconocimiento, admiración y respeto. Es absurdo y cruel cualquier opinión contra esa multitud que se marchó y que sufre tanto como quienes quedan pero sin la oportunidad de una ocupación pagada

Mateo Rojas

Están en la habitación. Despiertan con el petardeo de la medianoche. Por debajo de la puerta filtran el fulgor de los fuegos artificiales y el olor a pólvora. Oli, Toño y Rafael. Las 12 de la noche. Los "tres por tres" y los "mbocavichos", los petardos comprados en los almacenes de barrio, anuncian que acaba de comenzar el año 1960 en Villarrica.
Sofía, la madre de los tres hermanos, les sirvió la cena como a las ocho de la noche. Arroz hervido sazonado en grasa de cerdo, cebollita en hoja, unas raciones de carne roja barata y zapallo. Un guiso, de esos servidos cuando hay fiesta, de las pocas, en tiempos de veda, estado de sitio, zozobras, peleas y muertes de arrieros a cuentas de insignias políticas durante aquellos violentos años de la República.
Se arriman a la ventana por cuyas rendijas observan, en la calle, a los pocos vecinos que festejan la llegada del nuevo año. Sofía, y Estela, la hija mayor de 15 años, fueron a la casa de los Mereles, hacia el bajo, a esperar la llegada del nuevo año.
En la pequeña pieza zumban los mosquitos. El espiral no fue suficiente para contener la procacidad de los anófeles que les acosa junto a la desvencijada ventana de madera carcomida por la humedad y la termita. Escuchan carcajadas y piipus de los hombres trajeados. Son los Aguilar. Parece que las están pasando bien. En la casa de los López Garrido se encuentran todos los familiares pero se festeja con moderación, hasta en silencio.
Demasiado bandoleros y guerrilleros por los montes de Caazapá, Itapúa y Alto Paraná convirtieron a Villarrica en otro escenario para las reyertas políticas donde colorados, liberales y montoneros caen de a tres, de a cinco por noche, bajo la fusilería o los puñales enemigos. Por eso Sofía, viuda desde hacía un par de años, no permitió que los hijos salieran de la casita alquilada. Las oscuras como polvorientas calles de "Paso Pé", otro barrio pobre villarriqueño, no son de fiar, aún cuando sea fiesta de Año Nuevo. Mejor será que quedasen en la pieza con las puertas trancadas y apuntaladas por sendos tirantes de lapacho.Los ruídos de tiros les despabilaron y provocaron a salir a la calle.
- No, mamá no quiere - interviene Oli - Además por ahí puede que aparezca Rojita quien, caú re, dispara su revolver hacia cualquier parte.
Mateo Rojas, pendenciero, mujeriego y, sobre todo, colorado. Este moreno retacón, nacido en las faldas del Yvytyruzú, a unos veinte y tantos kilómetros de allí, era el azote de los barrios marginales de Villarrica. Su apodo, Rojas-í, escondía su esencia criminal. Si las puertas de los ranchos se mantenían cerradas aquella noche era, sobre todo, por el peligro latente de que, repentinamente, irrumpiera en la vecindad el temible personaje del pañuelo colorado al cuello.
Las 12 y 20, y media...De la vitrola de los Aguilar escapa una polca paraguaya. Hombres y mujeres se preparan para bailar en el patio, bajo la parralera alumbrada con dos "Petromax". La caña "Parapití" anula timideces masculinas; el clericó con vino semidulce de la colonia Independencia libera risas femeninas.En la casa de los López Garrido, Eduvigis cierra la puerta, apaga la luz y se dispone a dormir. Allí no hubo música porque, Sergio, su hijo de 19 años, fue asesinado cuatro meses atrás en aquel almacén, cerca de la zapatería de don Plutarco, durante una reyerta de arrieros espoloneados por la caña, la baraja y los colores partidarios.
Las bombitas dejaron de estallar. En la piecita se escucha sólo a los mosquitos. Los tres hermanos - de seis, diez y doce años - vuelven a sus respectivos catres. Toño busca en la oscuridad la cajetilla de fósforo y prende la vela de cebo. Oli pregunta qué pasa.
- Tengo hambre.
-Yo, también - interviene desde el camastro Rafael, el más pequeño.
- No queda el guiso de la cena, de modo que esperemos el desayuno de mañana, duerman - ordena la hermana mayor.
- ¿Y si voy a la casa de don Mereles - plantea Toño - a pedir a mamá una porción de cerdo asado? Ayer mataron el chancho negro que la otra vez había entrado en la chacra de don Aguilar; a lo mejor traigo también sopa paraguaya y gallina asada a la olla, además de...
- ...¡No! Mamá será la primera en molestarse; y sabemos que por eso mañana nos pegará con cinto.
- Yo quiero comer el asado. Tengo hambre...
- ¡Nadie saldrá de acá! - se impacienta Oli.
- Sí, pero yo...
- ¡Dije que no y se acabó!

Jacinta Mereles extrae con el jarro de lata el clericó del cántaro de barro. Va llenando los modestos vasos de vidrio y convida a las señoras todavía presentes en su casa. La una y cuarto. Al lado, sobre la mesa, el resto de la cena: carne de cerdo, gallina asada, sopa paraguaya, mandioca en abundancia, chipas y milanesas. También quedaron los platos y cubiertos utilizados sin que nadie se preocupe de retirarlos.
- Neike, Estela, ¡fondo blanco por este 1960! - extiende el vaso a la hija de Sofía Magdalena Arce viuda de Aguilera.
El conjunto de Venancio Troche pone música a la fiesta. Polcas, corridos, galopas, kyreys y chamamés para el baile syryry para la treintena de vecinos y familiares . Jacinta estira a un parroquiano y bailan una polca zapateada. Se retira de su momentánea pareja y, con donaire, se arrima a Sofía la lleva hacia la pista de baile - el galpón entre la cocina y el dormitorio de sus padres - y la junta con su tío que, en ese momento, "toreaba", sin pareja.
Don Marcial Mereles y Eustacia Duarte de Mereles, los dueños de casa y padres de la solterona Jacinta, también bailan entre los demás invitados. Con cada vuelta de pareja, la enagua blanca de doña Eustacia se dejaba ver por debajo de su larga pollera floreada. Dos pinzas de sus faldas las alzó, una en cada mano, y las mantuvo en la cintura mientras se dejaba "torear" por el marido, quien con la polca "18" dió rienda suelta a sus ansias liberales.
- ¡Viva el 18 de octubre! - arrancó don Marcial.
- ¡Viva los revolucionarios de 1947! - acopla otro.
- ¡¡Vivaaa!!

- ¿Estás segura que no conviene que vaya a buscar algo para comer? - pregunta Toño que a esa hora - las dos y diez - no logra conciliar el sueño.
- No...

- Nosotro, lo coloradosss, vamo a mandar muuzhoss sañosch. Vamos a matar a todosch lo bandidos guerrilleros...
Remigio Aguilar abraza a Eleuterio, su cuñado y compadre, mientras la polca "Colorado", del partido de gobierno suena a todo volumen en la vitrola RCA Víctor. Las palabras brotan penosas de entre sus dientes de oro. Con cada énfasis de las eses en la desprolija frase la saliva se le escurre hasta caer y manchar su flamante blanca camisa comprada de la tienda de los Mussi en el centro de Villarica.
Están vencidos por el aguardiente libado desde las seis de la tarde del día anterior. El alcohol despierta el encendido fervor colorado de ambos.
- Ñandé, nosotro, ñandé colorado tronista. ¡Viva general Troner!
- Esos liberales comunistas van morir todos. ¡Plagas, ñarakó peguaré! - brama Remigio mientras acaricia la culata de su revolver 38 escondido bajo la camisa, en la cintura izquierda.
- Acá todavía quedan muchos liberales que deben irse, como los Mereles, que no son gente, son todos bandidos que protegen a los guerrilleros entrenados en Argentina para derrocar al gobierno del general Alfredo Trhoner...
- ¡Buenas noches, felicidades!...
- ¡É!, correligionario Mateo Rojas...¡mbaeico Roja-í, ch´amigo...!- ¡Mavape yayucata. Debiéramos empezar por esos liberales vecinos que farrean como si estuvieran en el gobierno!
- Tranquilo, Roja-í.
- Flamante co che revole, aipurusentema jhina - el recien llegado acaricia la culata de su arma, escondida en la cintura bajo el saco de brin de hilo blanco.

"Embajadorcillo"

Me imagino que el señor Georg Bush debe estar sin dormir. Lo de Calé fue duro. Me imagino al Presidente norteamericano sin saber qué hacer ante las acusaciones del senador nicanorista. En los Estados Unidos deben estar rezando todo el mundo para que la cosa no pase a mayores.
Ni las obligaciones hipotecarias, ni la retirada de los infantes de marina y de las brigadas de combate de la provincia de Al Anbar, en Irak; ni el No child left behind (ningún niño se quede atrás) del programa educacional norteamericano, ni el aumento de la transparencia del sistema estadounidense del cuidado de la salud, ni la creación de empleos, ni la inmigración, ni toda la fuerza y crecimiento de la economía norteamericana son tan delicados como las consecuencias que pudieran acarrear las declaraciones de Calé a la prensa.
Dijo "borracho" del presidente norteamericano y trató de "embajadorcillo" y de "cachafáz" al diplomático norteño en Paraguay.
Por eso digo, Bush no habrá conciliado el sueño y debe estar muy nervioso sin poder resolver ninguno de los problemas depositados sobre su mesa de trabajo en la Casa Blanca.
Menuda situación la causada por el senador y ex locutor.
Veremos cómo afecta sus declaraciones en la Bolsa de Nueva York, en la explotación de uranio, en el balance de pago norteamericano y en la seguridad mundial toda.
Y ahora, ¿qué pasará de la humanidad?
Por las dudas, recemos...

Calé y la seguridad mundial

Sobre el escritorio de George Bush hay tres tasas con restos de café; las colillas de cigarrillos rebozan el cenicero. La noche anterior pasó en velas en su oficina de la Casa Blanca, lo mismo que la secretaria de Defensa, el de Economía, sus asesores militares y diplomáticos y, claro, sus ayudantes de la Secretaría Privada.

El presidente norteamericano está en camisas y con la corbata ligeramente holgada. La barba está sin afeitarse y lee y relee los informes remitidos por el embajador. Se sienta. Piensa y sus imprevistas gesticulaciones denotan su preocupante estado de ánimo. Se rasca la barbilla, pide otro café y pregunta si qué hay de los últimos sucesos que le obligaron a no dormir esa fría noche en Washington.

No, no se trata de Irak, ni de otra amenaza de Al Caida, ni de Fidel, ni del sistema norteamericano de la salud, ni de la amenaza hipotecaria sobre los estadounidenses. Le preocupa algo mucho más delicado.

Y así debe ser para que no se haya dado su merecido descanso nocturno.

El secretario de prensa presenta al Presidente más recortes del Times, New York Times, ABC de Madrid, El Mercurio de Chile, El Comercio de Lima, del Washington Post. Todos los medios publican en grandes titulares de tapa: "Calé le acusó de borracho", "Su embajadorcillo es un cachafaz", "Debe pedir disculpas". Las agencias de noticias repartieron en todos los diarios del mundo la foto de Calé con el dedo índice derecho apuntando a las cámaras de los periodísticas. En las fotos de tapa se notan, nítidas, las crispadas ahortas del parlamentario colorado.

Bush sintió que su transpiración corría sobre la línea de la columna vertebral y que se depositaba en ese delicado sitio de su cuerpo. Estaba pálido.

Nunca pasó por semejante situación, ni cuando las Torres Gemelas, ni cuando la invasión a Irak, ni nunca.

Tomó el teléfono y ordenó a Paulson, su secretario del Tesoro, que tome las providencias necesarias porque esas declaraciones pueden causar serias consecuencias en las finanzas estadounidenses y que convoque, urgente, a una reunión con el presidente del Banco Federal.

Cortó y, él mismo, digitó los números telefónicos de Jackson, su secretario de Vivienda.

-Oye, Jack, postergamos la reunión sobre obligaciones hipotecarias de esta mañana. Tengo un problema serio en Sudamérica - ordenó y cortó sin ni siquiera despedirse.

Tose. Tiene la garganta seca. Pide agua mineral.

- Le he convocado, general - dice a David Petracus - para que me asesore sobre las medidas que debemos tomar como nación más poderosa del mundo ante las declaraciones de Calé. Estamos en una encrucijada.

- Debemos poner en alerta a las brigadas de combate del Ejército y a los infantes de Marina que ahora abandonan la provincia de Al Ambar en Irak y destinarlos a las bases sudamericanas - responde el militar - ¿Y nuestro Upedated National Strategy For Combating Terrorit, cómo queda?

- Suspéndalo por unos días. Es grave lo que pasa en aquel país mediterráneo. No se preocupe, general porque los terroristas exploten la alienación política, los agravios, la información errónea y lal teoría de la conspiración. Tampoco se preocupe de las armas de destrucción masiva en sus manos. La postura de Calé es de extrema delicadeza. Puede desatarse la Tercera Guerra Mundial y esa, sí, pulverizará el planeta.

El Presidente toma el teléfono.

- 00...595....21....a ver. Está sonando (...) pero, otra vez, no coge el teléfono.

click.

Vuelve a llamar, esta vez a otro número del mismo país.

- Oye, James, el Presidente de ese país no me coge el teléfono.

- Buen día, Presidente. Sí, me enteré que se hace el ñembo. A mi tampoco me atiende, bueno yo soy apenas el embajador...

- ¿Qué hacemos James?

- Creo que en 230 años de independencia nunca como ahora corremos el riesgo de perder el liderazgo en América Latina. Estamos entre la espada y la pared. Pida disculpas...

- Pero dijo de mi que soy un borracho y....

- Conmigo fue más grave: dijo que soy un "embajadorcillo" y "cachafáz", ¡que pucha!, con esto nos fuimos al remazo, koore...

- ¿Cómo dijo?

- Nada, es una palabra en guaraní que denota preocupación y que se usa en casos diplomáticos delicados como este, según me explicaron mis profesores de la lengua. Se usa en situaciones frustrantes.

- ¿Y qué le dijo Ramirez?

- Me dió una filípica de arriba a abajo. Y me exigió una inmediata disculpa de la Casa Blanca por haber cometido la equivocación de decir lo que dije. Calé está muy enojado.

- Oh!, my God...