Detrás de la puerta, esto

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Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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martes, 4 de mayo de 2010

Las chicas del calendario

En uno de esos días feriados de Semana Santa vi la comedia "Las chicas del calendario" en el teatro Metropolitan de Buenos Aires. Se trata de la historia de siete señoras (algunas ya muy maduras) que no tuvieron dramas para desvestirse en público. Norma Pons es la que deja mostrar todos los secretos de su geografía corporal para que más de uno, en su butaca, quede profundamente conmovido. Sin embargo, por detrás del mero desnudo se puso de relieve la historia de un hombre enfermo de cáncer que modificó el final del espectáculo.
Desde luego: el cartel donde aparecen las atractivas argentinas (Dora Baret, María Rosa Fugazot, Virginia Lago, Linda Peretz, Norma, Rita Terranova y María Valenzuela) junto a un piano no hacen sino convencernos a tomar asiento en una de las filas más próximas posibles al escenario.
Como siempre, dije, estos argentinos se están yendo de madre para poner anuncios escandalosos de modo que los más entusiastas debamos pagar los 80 pesos respectivos y encontrarnos finalmente con que las actrices - ¡justo ese día! - estaban resfriadas y que, por tanto, se salían de libreto y con las debidas disculpas no se desnudarían.
Perdón hermanos argentinos. Me equivoqué. Las divinas señoras se subieron al tablado y entre parlamento y parlamento se quedaron como cuando aquel día en la sala de partos para que los más babosos se levantaran en sus asientos y aplaudieran a rabiar mientras dejanban escapar las esperadas "¡mamita!", "¡sos un bombonazo!", "¡mi amor!" y todas esas lindezas que nos salen fácil cuando se posicionan formidables desnudos de este calibre.
El público femenino ocupante de la platea se dividió en dos: Por un lado las inteligentes y; por el otro, las celosas. Aquellas autorizaban a sus maridos a mirar todo lo que sus ojos podían (y sus anteojos, claro) y exclamar todo lo que se les antojaba; total, decían ellas (las inteligentes, digo), será para su beneficio ni bien lleguen a casa.
En la vereda de enfrente estaban las que, muertas de celos y envidia, comiéndose las uñas pintadas primorosamente para ir al teatro, que con la sola mirada al incontrolable marido preguntaban si qué tienen las del escenario que no tengan ellas.
Es que hay mujeres que se niegan a ser inteligentes....
En fin, aquello fue un crugir de asientos, de toses incontrolados y de fuertes rumores para no decir discusiones entre algunas parejas que ocuparon sus asientos por cerca mío.
Les dije al comienzo que el espectáculo, venido de las islas británicas, tuvo un final de reflexiones y tristezas porque en el fondo se trataba del caso de un señor anciano que padecía de cáncer. Cómo se mezcla este drama con los desnudos dejo para que ustedes mismos cuando vean sepan como es la cosa y, sobre todo, cuál es el final.
Les puedo decir, finalmente, que estas chicas merecen estar no solo en los escenarios de Buenos Aires sino en los más grandes de Estados Unidos y Europa y, claro está, en los calendarios que luzcan todas las gomerías del mundo.