Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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miércoles, 1 de julio de 2009

Albino Jara

No todos saben que los restos de Albino Jara, un coronel pintón y corajudo, están en un mausoleo, en plena plaza céntrica de Luque. Están allí porque él era luqueño y porque fue un personaje de la historia paraguaya. Empedernido donjuán, conspirador hasta la muerte, elegante como un caballero inglés, audaz como muy pocos.
Fue presidente de la República en un breve periodo en la alborada del siglo XX y se lo mató por Paraguarí, en su ley, resistiendo al gobierno de entonces.
En el fondo, pareciera que a Jara lo que le apasionaba era la riña, el olor a pólvora, la sangre en el filo de la espada y las mujeres bellas. No bebía, solo aquella vez cuando, en Bonete, supo que su adversario Adolfo Riquelme fue asesinado. Si Jara era un hombre común, de la calle, hubiera sido un moquetero cualquiera.
En Santiago de Chile, cuando estudiaba en la Academia Militar, compartía la pieza de la pensión con Eugenio Alejandrino Garay. Jara, un mujeriego; Garay, un bebedor de vinos como pocos, luqueño era de invitar a las mujeres a la modesta habitación de ambos y; Garay, un despatarrado, desparramaba las botellas vacías de la bebida en todo el piso.
Un día Jara le reclamó al compañero que cuidara de no tirar botellas por todo el cuarto. "¿donde se a visto un prostíbulo sin botellas de vino?", le respondió sin asombrarse.
Un 2 de julio de 1908, Jara estaba en lo suyo: derrocaba a Benigno Ferreira de su cargo de Presidente de la República. Pero esto de hacer revoluciones, contaban los abuelos, no era cosa de otro mundo para los paraguayos. Jara siempre andaba bramando como el trueno por algún recóndito paraje al frente de sus leales. "Aipova pa ara tera pa Jara", pronunciaban al santiguarse las viejas cubiertas de mantos negros.
Sus restos están en una urna, juntos a otra con los del general Elizardo Aquino, héroe de la Guerra contra la Triple Alianza. Pero pocos visitan el sitio, ingratitud que acaso provenga del desconocimiento de la mayoría sobre el pasado de nuestros referentes.

¿De qué se quejan?

A veces tengo ganas de decir a los nuevos periodistas que no se quejen de su trabajo y, mucho menos, que anden afirmando, sin ton ni son, que el periodismo es estresante (no hay nada más divertido que este oficio). Deben reconocer que hay mucha libertad de prensa en Paraguay ¡Vaya que se puede escribir y decir cualquier cosa!
Los colegas, de esos que nunca faltan, que se quejan hoy me hubiera gustado que hayan estado en los tiempos de la dictadura para que sepan - para que sean libres de la ignorancia - lo que era ejercer la comunicación a punta de fusiles. "Para que vos sepas", como decía el recordado Chiqui Lezcano, cronista de deportes.
Casualmente hoy, 1 de julio de 2009, se cumplen 40 años de un decreto de Alfredo Stroessner que, una vez más, llevaba contra las cuerdas a la libre expresión. El 1 de julio de 1969, el dictador firmaba el decreto 5.904 que "prohibe la propagación de toda información o noticia oral o escrita que directa o indirectamente contrinbuyera a la susistencia o agravación de los hechos de conmoción interior que son del dominio público, durante la vigencia del Estado de Sitio".
Un 1 de julio de 1986 también fue expulsado del país el padre Javier Alcorcón, director de radio Cáritas, sin que la Justicia por eso haya movido un dedo.
Felizmente los periodistas de hoy ni siquiere tienen idea de lo que fue un estado de sitio que, por ejemplo, obligaba a que los restaurantes se cierren a la 1 de la madrugada, que los policías o militares entraban a la casa de uno sin aviso previo, o que se era detenido en la calle para, si los represores así querían, desaparecer de un plumazo.
Hacer periodismo en medio de ese trajín era otro cantar. La dictadura fue implacable con toda la prensa.
Hoy, mediante la libertad de prensa se llega a las fronteras del hartazgo, contaminación, obesidad, exceso, informativos, a lo que debemos añadir aquellas difamaciones y calumnias arropadas de noticias.
Entonces, ¿de qué se quejan algunos periodistas del nuevo tiempo?

Aldo Zuccolillo y sus 80 carraspeos

El 1 de julio, hoy, es el cumpleaños de Aldo Zuccolillo, el dueño y director del diario ABC Color, a quién sus empleados y sus ex empleados, como yo, no lo llamamos ni por su nombre ni por su apellido y, mucho menos, con el agregado de "señor" o "don", porque él nos enseñó así. Le decimos "Dire" a secas. Con el tiempo, a mi al menos, no me sale y hasta me veo ridículo imaginando decirle "Don Aldo", "don Acero" (su apodo) o "Señor Zuccolillo". Si le llamara así me parece que no sería él. El dire es el "Dire" y ya está.
Su escuela de periodismo es su diario. El Dire jamás estudió en universidad alguna para hacerse periodista, porque es periodista (un día, cuando fue mi testigo de casamiento, a la pregunta del juez, contestó que era periodista). Y le voy a trepar bien ya luego: es un gran periodista.
Vuelvo a su cumple.
Recuerdo aquellos años de cuando yo tenía la honra de formar parte del cuerpo de redactores de su diario. ¡Qué panzada nos dábamos con el borí - borí que nos servía Graciela, su esposa, en la misma redacción! Supongo que esa costumbre debe mantenerse ya que, el 1 de julio, es fecha feliz en ABC Color.
El Dire no era de esos que gustaban aparentar. Pero su austeridad no era como para que todos sus empleados vivamos en limitaciones. Doy fe que a todos sus colaboradores da una mano oportunamente. El primer coche cero kilómetro me lo dió él, prestado, pero era como si fuera mío. A todos nos ayudó a hacernos de la casa. Por muchos años se desplazaba en su coche Mercedes azul oscuro, mientras otros empresarios cambiaban de auto cada año.
¡Cómo olvidar aquellos tres meses de sueldo que nos pagó tras el cierre de ABC en 1984 y nosotros, periodistas, nos quedamos en pelotas!
Decía que el Dire es un gran periodista.
Viene de los tiempos de los belinógrafos (con mucho cariño) y se mete como un piloto de caza, en las brumas de las nuevas tecnologías haciendo suya cada herramienta virtual de Internet para que su diario siga siendo líder.
Tiene el olfato del cronista que está ante una "bomba", una barrega como dicen en México a una noticia falsa, o; un "cañonazo", la noticia inesperada, como cuando murió asesinado Aldo Moro en Italia y de cuando ordenó, como en los antiguos periódicos, colocar una pizarra en la vereda de ABC con un escrito a tiza: "Asesinaron a Aldo Moro". Es todo un almuédano asunceno.
No puede ser de otro modo para poner adelante durante 42 años un diario. Ontendé la vitrola.
Ese "fideito" que salía de su máquina eléctrica azul (¿la tendrá todavía?) era terrorífico para los cronistas.
Resulta que él era el primero en llegar al diario. Llegaba habiendo leído la edición del día, se sentaba junto a su máquina y escribía, por ejemplo: "Mauro: reportear a fulano sobre el titular de tapa de hoy; Gautín: el presidente del Banco Central debe explicar tal cosa; Efra: ¿qué pasó con el contrabando de semilla?; Inchi: leña, leña; Juan Carlos: aplazado, salimos tarde". Extraía el papel de la máquina y, con una tijera, cortaba en rodajas (a esto le llamabamos "fideíto") y entregaba a cada periodista, "su" tira, a la hora del desayuno en la Redacción, a las 7.30.
Así, pisando los talones al periodista, al fotógrafo, al chofer, al gerente de publicidad, al distribuidor, armó un gran diario del cual han salido, con algunas excepciones claro, grandes periodistas, fotógrafos, escritores, historiadores, hombres de empresa.
Yo me hice periodista en el diario del Dire, de la mano de "Lubén" Cèspedes, mi profe en la universidad. Bien o mal me siento un profesional realizado mediante la buena voluntad del Dire que me dió la oportunidad de formarme allí (en otra oportunidad les contaré que tres veces me dijeron en mis tiempos de practicante en la Redacción que no me tomaría como periodista de planta. Perseveré).
hoy, al cumplir años, un virtual abrazo a Acero Zuccolillo, un tipazo, alguien que marcó el nuevo rumbo del periodismo en Paraguay; un hombre que, de un carraspeo, creó un nuevo estilo de nuestra prensa ¡Felicidades, Dire!

Mario Abdo Benitez

Los tiempos pasan rápido. Han transcurrido 20 años desde que se fue Alfredo Stroessner y ya hay una nueva generación paraguaya que vino después. Estos, quizás, sepan poco de los protagonistas de los 35 años de poder de aquel militar fallecido en Brasilia. Entre estos Mario Abdo Benitez (en la foto, a la Der., con Gustavo Stroessner y Alfredo Stroessner) jugó un papel de mucha importancia desde su cargo de secretario privado en la Presidencia de la República.
Abdo fue un hombre de escasa formación académica pero su inteligencia y su practicidad nadie puso en dudas, por eso fue muchos años la sombra de Stroessner en el Palacio de López.
Muchas bromas y chistes han brotado a su costilla, precisamente por eso que él adolecía, según la gente, su ignorancia. Sin embargo, alguien que estuvo 44 años en la función pública (un desierto lleno de serpientes) no puede ser tan despistado. De todos modos fue un contador público. Se diga lo que se diga de él, manejó los asuntos políticos como no lo han hecho los más renombrados de su partido, la ANR, llegando a ser reconocido (claro, por los más trepadores) como el “padre espiritual de la juventud paraguaya”.
En la noche del 2 de feberero de 1989 cayó preso en Ciudad Presidente Stroessner, fue procesado por enriquecimiento ilícito y luego liberado. No se marchó del país. A poco tiempo se lo veía frecuentar el parque Ñu Guazú donde practicaba su caminata diaria. Nunca más volvió a las actividades políticas, espacio que ocupó uno de sus hijos.
Nació el 22 de octubre de 1927.
En primera nupcia se casó el 15 de junio de 1946, en Yaguarón, con Modesta Antonia Jara. Él tenía 19 años de edad; ella, 17. Tuvieron tres hijas (una de ellas se llama Rita). Luego se casaría con Ruth Benitez Terrier de Abdo Benitez (Manón) bella y elegante hija de un oficial de caballería. Inmediatamente después del golpe, Ruth abandona a Benitez.
Pudimos rescatar del Registro Oficial dos antiguos decretos del Poder Ejecutivo de la década de 1940 que testimonias sus inicios en las cosas públicas. El 19 de marzo de 1945, por decreto 7.795, se nombra a otro Auxiliar de 4ª. De la Dirección General del Personal del Ministerio de Defensa Nacional en reemplazo del Abdo Benitez, quien pasó a ocupar otro cargo. El 13 de junio de 1947, por decreto 20.357, se acepta su renuncia como empleado militar categoría B-9 de la Secretaría del Ministerio de Defensa Nacional.
Llegó a administrar una importante fortuna. Fue propietario, por ejemplo, de tres edificios en Rosario (Argentina) que, a exigencia de su segunda esposa, los transfirió a nombre de esta.