Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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domingo, 13 de abril de 2008

Con derechos a vivir

En la edición del diario ABC Color, de Asunción, del 13 de abril de 2008 he leído un reportaje a la señora Librada Arrúa. Ella contó muchas verdades sobre la presencia de los inmigrantes paraguayos en España. Hoy me permito, a propósito, ampliar las ideas planteadas por la referida persona.
Me pregunto qué hubiera pasado de las 100.000 familias que han quedado en Paraguay si los 150.000 compatriotas radicados en España no enviaban dinero. Me gustaría que contesten los descendientes de Alfredo Stroessner y Andrés Rodríguez, de Juan Carlos Wasmosy, Luís Ángel González Macchi, Nicanor Duarte Frutos y Blanca Ovelar, por mencionar a los que se sentaron plácidamente en el sillón de Francisco Solano López y de la mujer que quiere ocupar ese asiento del poder.
La señora Librada tiene razón:
algunas mujeres de Paraguay, madres y esposas en Paraguay, son prostitutas en las calles y burdeles de España. Y esta nefasta, cruel y triste realidad no debiera ser solo para que los hipócritas se distraigan comentando en un shopping café de por medio, en un club de lujo, en el Mercado Cuatro o durante un viaje en el ómnibus sino para que todos los paraguayos reflexionen y actúen de inmediato.
Hay putas paraguayas en España porque los que han estado en el poder de Paraguay son sinvergüenzas e inútiles. Sinverguenzas por se alzaron con todos los bienes de los paraguayos a su alcance e; inútiles, porque antes de motivar la generación de más empleos, espantaron a los que estaban.
El hacinamiento - como recuerda la entrevistada de ABC - de paraguayos en estrechos cuartos de las grandes ciudades españolas no es ni será posible superar de buenas a primeras. Vivir apretados como morcillas en una pequeña pieza donde comparten solteros, amancebados, heterosexuales, homosexuales, casados, jóvenes y adultos, abstemios y bebedores, bien educados y mal educados, no será posible superar en corto plazo porque los inmigrantes paraguayos no tienen con qué pagar un piso como desearían, por el reducido ingreso. Y así como dice la entrevistada de ABC, si se pagara un departamento no sobraría dinero para enviar a Paraguay.
Yo también, como la compatriota que retornó a Asunción en la primera semana de abril de 2008, estoy de acuerdo con que la gente no venga a España buscando trabajo. Pero este no pasa de ser un deseo mío. Lo que no podré detener es la consecuencia de la necesidad en la que se anidó nuestro país.
Así les diga mil veces que no vengan, vendrán. Como se pueda, por donde haya tan siquiera una tenue posibilidad, porque en Paraguay no hay posibilidad de trabajar ni siquiera de jardinero ni de empleada doméstica para los 1.000.000 emigrados en los últimos siete años ni para los que gestionan, ansiosos, sus pasaportes para salir del país.
Y, si logran cruzar los controles de Barajas o de cualquier otro aeropuerto europeo - porque los milagros también existen - vendrán para hacinarse, para que los hombres sin trabajo se busquen una pareja paraguaya (aunque esta en Paraguay sea casada y tenga una familia a quien mantiene desde España) para tener un lugar donde dormir, un bocado qué comer y una mujer que le haga menos difícil la espera de una oportunidad de trabajo.
La necesidad no sabe de razones.
La necesidad de comer, abrigarse y guarecerse bajo un techo es absolutamente intuitiva; por eso las aves emigran, y los elefantes, y las cebras. Y los hombres. Por esa necesidad seguirán saliendo, si no es hacia España hacia cualquier parte del mundo. Por el derecho de comer, abrigarse y guarecerse y por la obligación de dar de comer, abrigar y guarecer a los suyos, así tenga que soportar las consecuencias del violento mundo de las drogas y de la prostitución; a los borrachos e impertinentes del cuarto compartido; al qué dirán en Paraguay.
Y digo que los Stroessner, Rodríguez, Wasmosy, González Macchi, Duarte Frutos y Ovelar son responsables de toda esta calamidad paraguaya pero también cada uno de nosotros.
¿Acaso el periodista que recibe dinero de los mafiosos, de los políticos, de los ministerios, de Itaipú, del presidente de seccional, no son como el aleteo de la mariposa que termina, en el tiempo y en el espacio, en un tornado social?;
¿le parece que la escasa enseñanza en nuestros colegios nada tiene que ver en este tornado?; ¿tiene ganas de explicarme si los coches “mau” que comprábamos desde fines de la década de 1970 nada tiene que ver con que tengamos que tener prostitutas paraguayas en la cosmopolita Gran Vía de Madrid?
Explique usted si la presencia de Anastasio Somoza en Paraguay, de la inseguridad anunciada por el entonces ministro del Interior Walter Bower cuando la Copa América en nuestro país, de la violación de la ley de no fumar en sitios cerrados por parte del senador Juan Carlos Galaverna, de las falsificaciones de marcas, de la invasión a la propiedad privada, de la compra de CD ilegales en la calle, etc., etc., no hayan sido las baldosas sobre los cuales hemos caminado para llegar a este estado de cosas.
¿O le parece que nada tienen que ver con nuestras miserias actuales?
Como la señora Librada, yo también querría que los paraguayos ya no vengan a España; pero eso no es sino ladrar a la Luna. Aún cuando sepan que pueden quedar atrapados en una terminal aérea hasta que sean deportados, se juegan hasta la vida. Porque la conducta humana es así, porque la necesidad es más fuerte que la razón, que la ética, que las buenas costumbres, que la ley … porque hay que comer, porque tienen derecho a vivir. ¿O, como por acto mágico, se generarán a partir de hoy miles de fuentes de empleo para quedarse en sus casas?
Pregunto si no estamos siendo un poco injustos con los que deciden marcharse del país al insistirles con que no salgan a rebuscarse.
¿Con qué derecho, al fin de cuentas?
Ahora que se está a días de las votaciones, bien vale, pues, pensar si se continúa dilapidando votos a favor de los inútiles y sinvergüenzas o, de una vez por todas, asumir nuestros respectivos compromisos de responsabilizarnos cada uno de nuestro país. Y la única forma de hacer sentir nuestra responsabilidad es votando por el mejor que no es la candidata colorada, por esta pertenecer a un sistema perverso, dañino, rapaz e indecente.
La democracia funciona cuando cada uno somos responsables y actuamos en consecuencia.
No pasaremos de una “transición” (que ya tiene 19 años) en tanto y en cuanto sigamos votando por colores, porque estamos comprometidos con un partido a través de la “afiliación” (¡gran cosa!), o porque “de familia luego somos” de tales o cuales partidos. Si somos responsables en la votación nos quejaremos menos por la inmigración y los paraguayos, en fin, no tendremos necesidad de salir despavoridos hacia cualquier lado del planeta para mantener a nuestras castigadas familias.