Detrás de la puerta, esto

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Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 16 de junio de 2008

La Biblioteca Nacional y la historia paraguaya

Casi a diario, desde septiembre de 2006 hasta septiembre de 2007, me aboqué en leer todos los libros posibles sobre historia paraguaya de la Biblioteca Nacional de Madrid. Tuve la suerte de encontrarme con las obras de muchos historiadores extranjeros de quienes jamás tuve noticias en Paraguay, como Pedro Antonio Vives Azancot, Antonio Zinny, Willian Hadfield, Jorge L. Costamagna, Ricardo Salles y muchos otros sin dejar de mencionar a los paraguayos Carlos R. Santos y Gregorio Benitez que han escrito sobre producción rural y diplomacia paraguaya, respectivamente.
Me llamó la atención tanta documentación tan poco aprovechada por los historiadores paraguayos; al menos esa es la impresión que me causa puesto que muy pocos libros nuevos sobre nuestra historia paraguaya se han publicado en los últimos 15 años en Paraguay. Y viendo la cantidad de libros (alrededor de un millar) sobre el tema en la Biblioteca Nacional de Madrid, me parece una incongruencia de parte nuestra no aprovechar semejante cantera.
También me llamó la atención un libro sobre historia nacional publicado por Dolores Luna Guinot, una historiadora española, titulado “La Guerra Grande (1864 - 1870)”, editado por “Imagine Ediciones”, en Madrid en junio de 2005.
La obra versa sobre la guerra contra la Triple Alianza para cuya publicación la autora contó con el apoyo de la embajada paraguaya en España.
Desafortunadamente este libro tiene varios errores que la embajada paraguaya debiera exigir las correcciones respectivas para una próxima edición.
La española, por ejemplo, escribió que los primeros un toro y siete vacas fueron introducidos en Paraguay en 1546 (p. 14) cuando en realidad fue en 1555; que Delfín Chamorro fue historiador (p. 16), cuando fue docente, gramático y periodista. Menciona a “Luís Batilana De Gásperi” (p. 16) como poeta paraguayo cuando, a lo mejor, debía referirse a Raúl Batilana De Gásperi, añadiendo también como poeta compatriota a un tal Heriberto Fernández (p. 16).
Sus errores, lamentablemente, no terminan allí: afirma que “el líder de la revolución independiente y popular del Paraguay (fue) José Gervasio Rodríguez de Francia” (pág. 26), pero cuatro páginas adelante, escribe correctamente el nombre del prócer: José Gaspar.
En la página 125 Guinot trata de “mariscal” a Bernardino Caballero y afirma que Cerro Corá significa “escondido entre cerros” (p. 199). En fin, los errores son varios por lo que la oficina de Cultura de la Embajada Paraguaya en España debería reclamar las correcciones respectivas.
El doctor en historia Pedro Antonio Vives Azancot, un respetado catedrático universitario, en su libro “El confín norteño del Río de la Plata, Asunción en el último cuarto del siglo XVIII” (editorial de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1980) tras demostrar que Paraguay jamás llegó a niveles transcendentes ni para la corona ni ante las demás colonias, afirma: “la evolución colonial de Paraguay disfruto poco de ser la `la provincia gigante´ tal y como la pretendiera Justo Prieto” (p. 63). ¿Para qué nos hicieron creer durante tantos años que Paraguay era la “provincia gigante de las Indias”?
El libro de Vives Azancot está disponible en la Biblioteca Nacional para las personas que escriben sobre historia paraguaya. “Paraguay se quedó en lugar de paso. La precariedad económica de la región fue permanentemente motivo de que los recién llegados a ocupar cargos de gobierno considerasen su destino como provisional. Buen ejemplo eran los obispos que - siempre que lograran sobrevivir al viaje o el mismo cambio climático - procuraban salir de Paraguay en el menor tiempo posible (p. 60), afirma el historiador español.
En el libro “Anales diplomático y militar de la guerra del Paraguay” (Muñoz hermanos, Asunción, 1906, 246 páginas), que tiene la Biblioteca Nacional, Gregorio Benítez, su autor, planteaba algo útil para este tiempo: “El Paraguay conoce por propia experiencia en su pasada guerra, cómo un diplomático mediocre complica y agrava las situaciones. Sabe que un mal agente pierde una causa buena y que un diplomático improvisado compromete los intereses a él confiados” (p. 12). Este libro debiera ser leído por los historiadores paraguayos y, sobre todo, por nuestros diplomáticos y las editoras paraguayas, reeditarlo.
Como se ve, la Biblioteca Nacional de España tiene demasiados materiales como para que los historiadores compatriotas en particular y; el nuevo gobierno, en general, se mantengan de espaldas a la referida prestigiosa y antigua biblioteca europea.