Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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sábado, 15 de agosto de 2009

La casa de los Aguilar

En la casa de mi amiguito Luís Aguilar, en Villarrica, yo pasaba muy bien. A más de jugar con él a las bolitas (balitas, en el castellano paraguayo, o canicas) me daba el gusto de comer caquis (árbol de la familia de las Ebenáceas), que había a orillas de su patio o; montar un caballo flacón que hacía girar la amasadora de arcilllas, con las que su padre fabricaba ladrillos.
Corría el año 1959 cuando mi familia se instaló en la esquina de su casa, cerca de la escuela "Paso Pé". La que ocupamos era la de Mauricio Silvero Silvero, un señor que ahora tiene 76 años de edad y que en 1959 tuvo que emigrar a Buenos Aires donde trabajó de zapatero.
Me llamaba la atención las fiestas que organizaban los hermanos mayores de Luís, los domingos en la casa.
Antes les diré que don Mauricio me contó en mi reciente visita a Villarrica que el viejo Aguilar ya murió hace años; que la hija de éste , una bajita, que con la madre preparaba empanadas de mandioca para vender en el mercado, también ya había fallecido.
A propósito, en realidad no se llaman, en origen "empanadas de mandioca", sino "pastel mandi´o", una fritura ancestral de Paraguay.
Les decía lo de la fiesta dominguera.
Aquella era divertida. Comidas al horno, tallarines, butifarras, vino y caña. Música con algunos guitarreros venidos de los fondos de San Francisco Potrero, en los bajos del cerro; o de la vitrola estridente, llenas de polcas y de tangos.
Recuerdo que las mujeres vestían anchas polleras con faldas hasta por debajo de las rodillas; los hombres, de traje y sombrero. Luís y yo nos metíamos por entre las parejas que bailaban en la pieza grande que hacía de sala.
Todavía rememoro el perfume de las mujeres y el aroma de sus primorosos talcos. Y recuerdo la catinga de algunos hombres empapados de transpiraciones de tanto bailar.
Niño de siete años, me agradaba tocar el manubrio de las bicicletas estacionadas en la vereda de ladrillos de la casa. Eran de los amigos de los dueños de casa. Nunca vi bicicletas con tantos banderines y chirimbolos varios como aquellas de los domingos en la casa de los Aguilar.
"Cambá", hermano mayor de Luís, me cuenta don Mauricio, todavía vive y que cayó fulminado por el alcohol. "Cambá" era zapatero y los domingos se vestía de traje y, supongo, cautivaba a las jóvenes de su época, entre ellas a mi hermana, Julia, una quinceañera.
Cuando somos jóvenes somos naturalmente atractivos, pienso.
A uno de los que frecuentaba la casa de los Aguilar, Juan Elizaur, la encontré estos días en Villarrica. A su edad todavía mantiene los aires de su juventud. Hablamos de aquella familia y de , claro, Sergio López, su amigo de 19 años, asesinado el 9 de agosto de 1959, por un borracho a quién quizo abrazar.
Sergio tenía un revolver bajo el cinto. Cuando el borracho le acertó una puñalada, Sergio tuvo tiempo para tomar el arma y disparar contra el hombre. Sergio murió desangrado: el otro, también, años después a raíz del balazo.
Juan Elizaur me contó que el arma que usó Sergio era suya. Que esa noche, Sergio le había pedido prestada. Eran tiempos de andar armados. Juan estaba con "Cambá" visitando novias por el barrio Tablada, desde donde escucharon los disparos. Fueron al sitio pero Sergio ya estaba muerto.
La casa de los Aguilar se construyó por el año 1936 y su dueño mandó poner sus iniciales en el frontis de la misma. P. L. eran sus iniciales. Luego, a don Aguilar, colorado hasta la médula, se le cargaría la inicial como "Partido Liberal", el opositor al suyo.
Visité esa casa.
Hoy está abandonada. La fotografié.
Miré desde sus ventanas abiertas la sala donde había bailes los domingos de 1959. También miré la pieza donde "Cambá"confeccionaba zapatos. También miré desde la ventana, el horno donde se hacían las sopas y el lugar donde estaba la cocina. Todo está abandonado. Ya nadie vive allí.
Vi botellas de caña en el piso de ladrillos de la sala. Algún borracho habrá quemado penas entre sus paredes, pienso.
Me produjo tristezas ver este abandono donde, 50 años atrás, había mucha alegría.
Un solitario caballo pastaba en el patio casi sin alambradas. Ya no hay olería. Ni la madre y la hermana de Luís haciendo pasteles de mandioca. Ni la carreta con la que don Aguilar transportaba arcilla para sus ladrillos. Y Luís tampoco está en la casona abandonada. El 23 de setiembre de 2009, cuando volví a visitar Villarrica, un "carumbecero" (conductor de los carros tipo "Carumbé") me dijo que Luís Aguilar está radicado en Buenos Aires.
El 7 de enero de 2011, el taxista me volvió a llevar al sitio. Pese al calor de mil infiernos de esta tarde, volví a disfrutar de aquel pasado de medio siglo. Me alegra que un cartel alguien, como apurado, pintó en los ladrillos huerfanos y desnudos de de la casona: "Se vende" y añade un número telefónico poco legible.
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Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares,
con enormes hamaqueros en paredes y pilares,
el de arcaicas alacenas esculpidas, qué de amores,
qué de amores vio este hogar,
el que sabe de dolores y venturas de otros días,
estructura singular,
viejo techo ennegrecido, qué de amores y alegrías y tristezas vio pasar!

(Parte del poema "Las leyendas", de Alejandro Guanes)

Le tomaremos el examen a Guillermo Caballero Vargas y compañía

El 13 de agosto de 2009 es una fecha que los paraguayos debemos anotar para recordar a aquellos señores que prometen hacer algo, por si no lo cumplan, porque algunos de ellos - ya sabemos - son muy mentirosos.
El 13 de agosto último el gobierno decidió aumentar los impuestos a la importación de ropas chinas al mismo nivel que al de los demás países del Mercosur.
De esta manera ya no se traerán ropas baratas a Paraguay y los que ganan sueldos mínimos van a tener que agenciarse para comprarse una sábana de 150.000 guaraníes de Tejidos Pilar, frente a una que costaba 65.000 guaraníes, importada de China.
Veremos si con el sueldo mínimo la gente puede hacerse de ropas comprando de Martel, por ejemplo. Me va a tener que disculpar los de la familia Niela, pero sus ropas, tan bonitas como las chinas, no están al alcance de los bolsillos de la mayoría. Sus ropas son para los ricos.
Digo que el 13 de agosto es una fecha que debemos anotar porque el dueño de Tejidos Pilar, el ex candidato presidencial Guillermo Caballero Vargas, había dicho que después de bloquearse la importación de ropas baratas chinas se generarán 30.000 lugares de trabajo (no cuenta que ahora se van al mazo 140.000). El 13 de agosto el gobierno de Fernando Lugo le dió el gusto.
Le anotamos el 13 de agosto de 2009 como fecha de arranque para que Caballero Vargas y la familia Niela crean fuentes de empleos. También los otros confeccionistas paraguayos. Se supone que para este verano ya tendremos los 30.000 puestos de trabajo, porque ya no entrarán ropas chinas para la temporada próxima. A nadie se le ocurrirá traer con semejantes impuestos.
El 23 de noviembre, anoto, volveré a recordar a Caballero Vargas y a los Niela, tras los primeros 100 días de bloqueo a la ropa china, si cuánta gente ya han contratado. Pero también les preguntaré si sus ropas serán un poco (remarco, un poco) más baratas que las de ahora; si van a pagar solamente sueldo mínimo; si van a poner a los empleados con IPS, vacaciones pagas y en un lugar de trabajo confortable, o deberán seguir confeccionando muchas contratadas en sus casas por pagas miserables (lo sé porque alguna vez estuve involucrado en la confección de ropas para algunas empresas grandes. Terminamos parando en España).
Si sus precios son iguales a los de ahora y pagan sueldos mínimos van a ir planeando estrategias tendientes a frenar futuras huelgas de sus propios empleados porque con lo que ganan no podrán ni siquiera comprar el uniforme para los hijos en edad escolar.
Es que el gato que se quema con la leche, al ver una vaca corre. Ya con los confeccionistas paraguayos nos hemos quemado una vez. Lo de las ropas usadas prohibidas, a instancia de una solicitud de los mismos confeccionistas, todavía tienen presente los que se vestían con esas prendas.
Recordarán que también los confeccionistas habían prometido crear fuentes de empleos si se prohibía la importación de ropas usadas. Se prohibió la operación y hasta ahora se sigue esperando que los empresarios paraguayos cumplan su promesa, crear empleos.
Paraguay todavía tiene empresarios que viven de decretazos.
El empresario - político Caballero Vargas es uno de ellos. Quiere vender sábanas a decretazos. Parece que no sabe generar dinero sino con la ayuda de papá Estado.
Mi amiga Cristina me envió, a propósito, un artículo que corre por Internet. Se llama "La ciega".
Dice que un publicista que pasaba al lado de una ciega, sentada al costado de una vereda, tenía puesto un cartel al lado suyo, junto a una taza para monedas.
El cartel decía: "Por favor, ayúdenme, soy ciega".
El publicista, sin pedir permiso, tomó el cartel y escribió algo con un marcador que llevaba, en la otra cara un texto, lo volvió a poner en el mismo sitio y se marchó.
A la tarde, cuando volvió a pasar por ahí, vió que la taza estaba llena de monedas. La ciega que lo reconoció por sus pasos, le preguntó si qué escribió para que la gente respondiera masivamente. El nuevo escrito decía: "hoy es primavera y no puedo verla".
La enseñanza de esto, que no sé si pasó, es que debemos cambiar de estrategias cuando algo no nos sale. No apegarnos a una misma fórmula para llegar al éxito.
Los decretazos (lo viejo) para que los negocios funciones en tiempos de la globalización (lo nuevo) ya no funcionan.
En Paraguay tenemos empresarios que siguen pensando que ganarán dinero si de por medio hay un decreto como barricada que proteja sus intereses. Son personas que les da pavor la globalización.
Por eso, como dice una parte del texto de "La ciega", "las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio".
Por ahora, los consumidores, nos disponemos a hacer nuestra próxima tarea: recordar a los beneficiados con el decretazo, el 23 de noviembre de 2008, si qué han hecho en ese lapso para cumplir con sus promesas.