Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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domingo, 16 de octubre de 2011

Sociedad imprecisa

Precisión es una palabra que, según el diccionario de la Real Academia Española tiene cuatro acepciones. La primera acepción dice: “Obligación o necesidad indispensable que fuerza y precisa a ejecutar algo”.
La segunda acepción: “Determinación, exactitud, puntualidad, concisión”.
La tercera acepción de la palabra precisión es: “concisión y exactitud rigurosa en el lenguaje, estilo, etc.”.
Y la cuarta: “Abstracción o separación mental que hace el entendimiento de dos cosas realmente identificadas, en virtud de la cual se concibe la una como distinta de la otra”.
Se dice que una persona es seria, formal, responsable cuando es determinante, exacto, puntual, conciso.
Quién se precia de ser serio o seria tiene en cuenta el valor de la palabra. Si promete estar, por decir, en una reunión a la hora acordada, está cinco minutos antes, nunca dos minutos después.
La persona que se ajusta a la precisión no ahorra ni se excede en la palabra. Dice lo necesario como para que su mensaje sea conciso y exacto.
La persona que se ajusta a la precisión discierne, diferencia las cosas; por eso es enemiga de la vulgaridad, de los ordinario, corriente, chabacano, rústico, tosco, grosero, trivial., herramientas y recursos de la imprecisión.
La persona que comulga con la precisión se aleja, presurosa, de los mediocres.
La persona seria separa el trigo de la paja. Discierne con exactitud, prontitud y naturalidad.
Si hablamos del hombre preciso, necesariamente debemos referirnos al hombre mediocre.
El hombre preciso es aquel que hace el bien.
El mediocre está más cerca de no hacer y es capaz de no dejar a otros a hacer el bien.
Aquel construye; este a veces piensa construir.
El hombre preciso hace hoy.
El mediocre lo deja para mañana.
El que se alía con la exactitud dice la verdad sin estridencias.
El mediocre dice la mentira con contundencias capaces de llegar al extremo de la violencia.
El que es preciso es decente; indecente, el impreciso.
El uno es respetado y admirado; el otro, temido por mentir, falsear, imprecisar.
La suma de los mediocres, víctimas de la imprecisión, forman la sociedad imprecisa; en la que no se confía; la que no sale de su estancamiento de miseria.
La sociedad imprecisa aplaude a los pillos, a los de su propio pelaje.
La sociedad imprecisa alaba la pobreza y hasta se honra de ella.
Integra legiones para atacar la constancia del trabajo y para destruir la riqueza.
En una sociedad imprecisa prolongadas huelgas de maestros y transportes públicos son nada, porque faltar a clase o al trabajo es la costumbre de siempre.
La mediocridad de una sociedad imprecisa tolera la ignorancia al amparo del temible como inexplicable “ñande ningo paraguayo minte”, reforzado con el “peichante” y el consolidado “arriero porte pe”.
La sociedad imprecisa fue levantada por los mediocres de los partidos políticos.
La sociedad imprecisa se consolidó con la masa mediocre que vende su voto a la hora de elegir.
La sociedad es imprecisa porque hay demasiados que se niegan a la excelencia. Están empotrados en la docencia, en la política, en el empresariado, entre los padres, los jóvenes y – nobleza obliga – entre los que comunicamos.
Rescaté cuanto mencionó el ingeniero Rolf Lorenzo Stockl: que estamos viviendo en una sociedad imprecisa y que depende de nosotros sacudirnos de sus tentáculos.
En la medida que seamos serios, responsables, sinceros, leales, honrados reconstruiremos la sociedad precisa, seria, responsable, sincera, leal, honrada.
Cada uno somos la sociedad.
Cada uno, pues, es responsable de la sociedad que protagoniza.
Si preferimos vivir bien en sociedad, protagonicemos la precisión, la seriedad.
No es cosa de otro mundo, al fin de cuentas.
Si queremos vivir mal, ya sabemos, sigamos tal cual estamos…

sigamos en la vaguedad, en lo indefinido, en el emblemático "peicha peichante" del criollismo paraguayo.


(Foto: Fotolia.com)

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