Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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jueves, 4 de diciembre de 2008

Navidad en Camboriu

Pese a la sonrisa pintada en sus rostros ante nosotros, los turistas llegados a sus costas, la gente de Camboriu e Itajaí, en el estado de Santa Catalina, Brasil, esconde la tristeza de quienes se vieron sorprendidos por el desastre. Lo que les pasó a partir del 22 de noviembre y que les costó más de 115 muertos, más de 30 desaparecidos y miles de millones de dólares en pérdidas materiales, no creo que les haga pensar en una próxima Navidad feliz.
Pese a esa desgracia colectiva venida de la mano de la naturaleza, las guirnaldas guiñaban, multicolores, en los escaparates, las calles, las casas, en los altos departamentos, en los bares, restaurantes, surtidores y centros comerciales. En casi todas las puertas está el "Feliz natal" entre moños rojos y verdes y un Papá Noel bonachón y tierno, pero en el fondo de cada catarinense hay dolor, angustia, demasiadas tristezas que no congenian no solo con sus fiestas navideñas sino con el espiritu carnavalero del brasileño, naturalmente feliz.
Los arreglos navideños, por eso, de los shoppings "Lojas Americanas" y "Atlántico", por mencionar a dos íconos comerciales de Camboriu, no tienen todo del rojiverde navideño de otras navidades; sus altos arbolitos invadidos de luces parecen chatos, oscuros, acaso inoportunos.
Las playas de este Atlántico brasileño están con cintas negras porque en sus sierras han muerto más de un centenar de sus vecinos; porque donde había familia ahora solo quedan miles de toneladas de tierra y árboles deslizados por las interminables lluvias.
No.
En esos barrios altos de Santa Catalina no habrán ni "Feliz Natal", ni muérdagos, ni figuras de trineos tirados por ciervos, ni luces en los arbolitos de las ventanas abiertas de par en par. En este diciembre el luto brasileño está en sus arrasados barrios serranos como en sus playas casi vacías.
Solo esa dignidad brasileña que les obliga a sostener la antorcha de la alegría sin límites, les hace dibujar una sonrisa cuando nos ven llegar a nosotros, confundidos turistas, a sus costas.

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