Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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sábado, 1 de marzo de 2008

Música y danza sevillanas

"Almonte, sala rociera". Nos dice nada de buenas a primera. Pero mucha gente conoce. Está en la calle Juan Bravo, 35 casi Príncipe de Vergara, en un exquisito barrio madrileño. Son más de las dos de la madrugada de este sábado 1 de marzo. El sitio está atestado. Sí. Es una discoteca pero donde se escucha y baila únicamente música sevillana.
Los espacios se dividen en dos: arriba y abajo. Sillas, mesas, luces, guitarra gitana, la humareda de los cigarrillos, la cerveza, el vino y la gente, y el baile andaluz. "Almonte" es un sitio muy español donde jóvenes y mayores bailan la sevillana con pasión y entrega. Un lugar demasiado andaluz como para dejar de visitarlo, sobre todo por quienes - como nosotros - que creíamos que la música y el baile de los de Andalucía eran sólo para el cine, el teatro, las fotos postales turísticas, los restaurantes caros, las páginas de espectáculos de los diarios y las tapas de las revistas.
Es que mis amigos, me han invitado a conocer un sitio para bailar músicas sevillanas (debe tener algo que ver con las músicas flamencas, concepto que, como extranjero, se me mezclan con bulerías, tablaos, etc). Y me llevaron a "Almonte" donde encontré a cientos de personas, la mayoría bailando como en las películas españolas que yo veía en Asunción. Me explicaban que hay academias de danza sevillana donde concurren aquellos que desean aprender este baile; "el hombre debe bailar como haciendo de torero", me explica.
Ir a "Almonte" es un verdadero regalo del destino. Un lugar donde se respira ese oxigeno puro de los sureños; de nuestros antecesores andaluces; de esa esencia gitana escapada de los seis caminos de la guitarra, de las castañuelas y de ese extraño palmoteo filtrado entre danza y danza.

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