Detrás de la puerta, esto

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domingo, 19 de mayo de 2013

Un presidente en calzoncillos


                                                                       Carlos Antonio López
Hablando de elecciones presidenciales ¿se imagina usted, elegante, siendo recibido por el presidente de la República en calzoncillos?, planteo este escándalo mental porque,  repasando mis apuntes encontré con que el Mariscal López se vestía muy bien, que durante los gobiernos de Francia y los López el paraguayo disponía, generalmente de una sola ropa y que andar descalzo fue costumbre generalizada en el interior del país hasta hace unas cuantas décadas.
Voy al grano: supóngase que usted fue convocado al Palacio de Gobierno y que para el efecto se vista de lo mejor pero que el presidente lo reciba ¡en anatómico!
William Barret en “La Amazona” escribió a fines de la década de 1930 que Carlos Antonio López recibía a veces en calzoncillos a las personalidades. Y en su descargo digo que habrá sido porque hacía mucho calor (imagino que exponía su imperial desnudez en verano y no en invierno) y porque era un gordo de aquellos, aunque no son excusas suficientes como para martirizar al digno cargo con semejante desenfado.
A esta altura de la civilización digo que un presidente es un presidente y que no puede andar en cueros recibiendo gente solo porque hace calor. Y, como que ya nos estábamos yendo hacia ese lado,  últimamente con un presidente que concurría al Palacio en chancletas y se fotografiaba semi en bolas en su jacuzzi comiendo pastelitos.
Felizmente en esto de vestirse nuestros gobernantes retornó la sensatez y de nuevo tuvimos a uno que concurre a su trabajo vestido como Dios manda.
                                                           Elisa Alicia Lynch

Y eso del calzoncillo de don Carlos me anima a rescatar la ingente labor de Elisa Alicia Lynch para que los paraguayos (y las “paraguashas”) se vistan mejor ¡y lo logró! Francisco Solano López, a propósito, no era de vestir mal y menos con una mujer como doña Elisa a su lado que, seguro, le marcaba el compas del buen gusto.
Vaya elegancia la que habrá sido la del mariscal López que el coronel Silvestre Aveiro relató en sus memorias militares que en diciembre de 1868 en Lomas Valentinas, durante el fragor de la batalla, “una bala llevó la punta de la corbata del mariscal desatándosele”.
Le siento pena, en el tiempo, a la señora Lynch por todo el esfuerzo que habrá puesto todos los días para conseguir que los asuncenos  mejoren su manera de vestir. Por aquellos años de paz, antes de la guerra contra la Triple Alianza, los asuncenos preferentemente andaban descalzos. Correspondió a la pareja de López encarar y sostener una fuerte campaña personal para romper con dicha costumbre indígena.
Y hablando de nuestros ancestros nativos, cuenta el sabio Bertoni que los guaraníes andaban desnudos y que en verano se bañaban en los arroyos y manantiales, en abundancia de aquí para allá en todo el territorio de la nación, al menos 12 veces al día y que les resultaba incómodo las ropas impuestas por los españoles precisamente porque debían sacarse antes de cada baño. Bueno, si se bañaban 12 veces al día (en verano, obvio) eso de andar vestidos era casi una falacia.
                                                         Mcal. Francisco Solano López

El mandyju había en estas tierras cuando llegaron los españoles, las indígenas sabían el arte del hilvanar y tejer; o sea, se entiende que los nativos guaraníes no andaban desnudos completamente.
Cuadros pintados en tiempos de Francia por viajeros europeos muestran a hombres y mujeres de la época vestidos con ropas tejidas en lienzos y confeccionadas por las mujeres paraguayas vestidos elementales que tras la Guerra Grande comenzó a desaparecer lentamente no así la costumbre de andar descalzos en el interior del país y las periferias de Asunción y que, esta, comenzó a opacarse a partir de la década de 1950.
Pero un buen retazo de historia relatado sobre nuestras prendas de vestir no es suficiente para justificar que un presidente como don Carlos ande recibiendo a las personalidades en calzoncillos que, dicho sea de paso, no habrán sido precisamente slips capaces de seducir de un vistazo a doña Juana Pabla; aunque … quién sabe … 

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