Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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sábado, 18 de mayo de 2013

Nuestros hijos y la política


Aprendí en la vida que la educación no es rellenar ni acumular sino encender. La educación no es solo la enseñanza de los buenos modales, de los buenos ejemplos a los hijos de parte nuestra, los padres. Esa educación pasa varias coordenadas: por lo que comemos, por los fervores deportivos, por nuestras amistades, la religión, la política.
Ya no tengo hijos pequeños a quiénes educar en forma directa y constante. Y me hubiera gustado tenerlos para hacer lo que no hice antes, a tiempo, educarles en la política y para la política. Sí, en esa que se refiere a los partidos políticos, a las elecciones de autoridades, las votaciones, a esos temas cívicos delicados y abandonados.
Pienso así ante las próximas elecciones en Paraguay y la apatía de los jóvenes de cara a esa responsabilidad colectiva.
Me hubiera gustado decirles a la hora del almuerzo en casa que debemos ir todos a votar el 21 de abril por el candidato que mejor nos parezca, o no votarles, y entregar la papeleta en blanco. Pero cumplir con el compromiso ciudadano del voto.
Me hubiera gustado retroceder 10 años atrás y estimularles a participar voto en mano; hubiera conversado con ellos como padre y amigo sobre política y políticos dejándoles claro mi postura de padre: la autoridad nacional se elije a través de los partidos políticos y, por tanto, estos estamentos de la sociedad deben ser respetados y amparados por nosotros, ciudadanos.
Me muniría de paciencia, de mucha paciencia, para explicarles lo bueno que es la política e incluso lo bueno que deben ser todos los políticos de modo que se sientan alentados a concurrir el 21 de abril a depositar sus votos sin necesidad de que nadie pase a buscarles y, menos,  que por cumplir el compromiso se les pague; pago que me produciría muchísima vergüenza como padre.
Hablo de paciencia, porque se necesita en abundancia,  para conversar con ellos sobre política y elecciones de autoridades porque fuera de casa se habla en demasía contra los políticos y la política por causa de unos cuantos, del partido y color que fuera, que desprestigian a las doctrinas y a los que ejercen la actividad política. Les comprenderé al retornar a casa aturdidos, desmotivados, renegados contra la política y los políticos.
Debo lograr, con mi buena voluntad de padre, que mis hijos comprendan cuán importante es que concurran a votar el 21 de abril, pero para eso les transmitiré estímulos, así yo también haya sentido el peso de la desvergüenza de los malos agentes políticos.
La política bien entendida no crea adicción como crea la mala política por parte de los malos políticos.  Y la no creación de dicha adicción a la política bien entendida es un problema no solo de los actores políticos sino de todos, especialmente de los padres en ese templo de la sociedad, el hogar.


Si yo tenía hijos a mi cargo hubiera aprovechado todos los instantes para estimularles a ser incondicionales votantes, como ciudadanos respetados y respetables,  muy por encima de los humeantes cagajones dejados por los malos políticos.
Aprovecharía el desayuno, el almuerzo y la cena para educarles en la política, en esa necesaria herramienta para la convivencia armónica dentro de la sociedad paraguaya que es de nuestra directa e intransferible responsabilidad.
Como padre no me sentiría derrotado por tantas gestiones mal hechas por los malos políticos sino aprovecharía sus lamentables experiencias para insuflar más ganas en mis hijos de modo que con su voto se corrija a los indecentes.
Les diría que el voto es para los malos políticos lo que el agua bendita para los satanizados.
No les mostraría flaquezas en el sentido de vomitarles mis desilusiones contra los que desde la política no hacen sino dañar a los demás. No. Tragaría todo ese amargo y alentaría con todas mis ganas a cada uno de mis hijos a concurrir a votar porque esa es la medicina que curará el mal que empieza a enfermar a la sociedad paraguaya.
Encendería en ellos el entendimiento sano, fuerte, vital sobre el voto, sobre la participación en las elecciones, sobre lo que vale un voto. Les haría comprender que si todos votamos los delincuentes mimetizados en la política se marcharían para siempre del escenario político porque, sencillamente, nada tienen por hacer allí.
Sembraría en ellos el hábito de la elección.
Instalaría en ellos el concepto de la buena elección, sin titubeos.
Les enseñaría a ser más astutos a favor de las elecciones y contra los tramposos.
Encendería en mis hijos el gozo de votar. Para que a partir de ahí brote, sonoro, un canto inextinguible que ensalce al paraguayo y a la patria. 

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