Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Las siete cajas y mi libro

Para cuando este comentario termine de escribir capaz que más de 130.000 personas ya hayan visto la película “Las siete cajas”. Bueno, por lo que escuché en la radio, vi en la tele y leí en los diarios, la peli era una de esas que para qué les cuento por lo que también fui a formar fila, compré la entrada y me metí a la sala para que, abusando de pleonasmos, yo vea con mis propios ojos lo que se promocionó a todo dar.

Fui al Shopping del Sol a almorzar en uno de estos últimos domingos. Vi que la fila de compradores de entrada no era tan larga por lo que luego de mi comida china me fui para la cola. Pagué los 15 mil guaraníes que costaba esa primera función y tras comprar la boleta, observé que tenía todavía 30 minutos de tiempo para ir a la feria de libros que se montó frente al shopping. Encontré “Poesías completas” de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz. Un excelente material de lectura.

Ya no tuve más tiempo que lo necesario para hojear y pegar un vistazo al prólogo. Ya debía ir a la fila para ingresar a la sala.

Cuando tomé mi asiento en la sala de proyecciones aquello era murmullo de expectativa en medio a aromas de pororó, maní tostados, algodón de azúcar, grageas de chocolates, etc. sobre lo que se espera ver.

Y empezó la función.

Claro, primero los inacabable avisos publicitarios y, luego, los avances de las próximas películas a exhibirse en esa sala. Avances que, como siempre no se entienden de qué se trata, si de una película de amor, de terror, o espionajes propios de la desaparecida KGB o de qué cuernos, lo cierto y lo concreto que estos “repartos” nos muestran autos volando, primeros planos de pistolas disparando, fuego, corridas, ululares de sirenas policiales, trompadas aquí, trompadas allá, un beso apasionado entre dos personas que se aman y helicópteros zumbando por sobre ciudades. De esas cosas.

Por fin la película que fue tema de conversación de todos los medios periodísticos. El escenario: el Mercado Cuatro.

Un jovencito andando con una desvencijada carretilla, una joven que corre, que se asustan, que advierte que grita “¡¡Corré, Viutor!!”, etc., etc. Crimen, celos, corrupción, mafias, todas esas cosas que se ven en la películas y se leen en las novelas de acción.

Mientras la película corría, yo pensaba en mi libro guardado en una bolsita de plástico. Quería hojeas mientras los demás veían la peli pero la oscuridad y mi vista ya golpeada no me permitían cometer semejante pecado contra el esfuerzo de unos paraguayos en el competitivo mundo de la industria cinematográfica mundial.

Pero yo quería leer mi libro. En la pantalla veía de vez en cuando unos planos generales del mercado, unos personajes que intentaban mostrar su lado siniestro, hablaban en guaraní, castellano y “jopará” y que a medida que corrían los minutos yo más quería leer los poemas de los famosos españoles cuyos nombres figuran en el flamante libro adquirido de la feria.

Pude ver 35 o 40 minutos de la película. No logré engancharme, hablando mal y pronto en el argumento, en las tomas, en los artistas. A lo mejor porque a la película puse a competir con mi libro, cinco mil guaraníes más caro que mi entrada a la sala.

Lo que me queda claro es que la película no me gustó que por eso yo no exclamé, o reí, o aplaudí como algunos que se sentaban cerca mío ¿Qué tanto podía asombrarme?, ¿Qué es una película paraguaya?, ¡estupendo!, un logro paraguayo, ¿y por eso yo tengo que hacer lo que hace o dice la manada?. No me gustó, no me llenó y ya está.

No quise hablar por boca de ganso y por eso fui a verla. Pero, procurando entrar en tema, no entré. Intenté, pero no me dio el cuero. Quise amar la película pero no pasó a un “quise”. Y después, nada. Bueno, salí del cine y fui a una cafetería del shopping, pedí un capuchino con un mixto caliente y me puse a leer, lentamente, mi libro.

Entonces, lo que puedo decir de la película es que mi libro estuvo excelente, el café fabuloso, y el aire acondicionado de la cafetería inmejorable.

De la película lo que les puedo decir en concreto es que vi durante no más de 40 minutos. No me atrapó, para mi – discúlpenme la franqueza – no fue la gran cosa; que para mi el hecho de ser película paraguaya no es suficiente para aplaudir, admirar y desbarrancarme en adjetivos favorables. Me pareció uno más, que debemos seguir procurando por hacer cada vez mejor nuestras respectivas tareas y nada más.

Según los comentarios la promesa era grande: una película de aquellas. Y como me dijo Miriam en primer lugar nunca creas en promesas, “el mundo está lleno de ellas”, y me quedé pensando ¿De donde lo que vos sacás todo eso”, la pregunté sorprendido; “y Paulo Colho dice en su libro”, me respondió. Otra vez el libro…

Me preguntan si les recomiendo que vean; sí, pero lleven un buen libro y apuesten a un buen capuchino por si las moscas….

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