Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

domingo, 18 de diciembre de 2011

Itapé de los milagros

Demoré un poco para volver a visitar la ermita de la Virgen del Paso en Itapé, Guairá. Vuelvo 51 años después. Hoy estuve allí, mezclado con ese gentío mariano que, a lo mejor, es menos ingrato que yo y que, por eso, visita el humilde y apacible sitio en las orillas del río Tebicuary.
Debo confesarles que me hizo mucho bien haber estado allí esta mañana.
Para los que no conocen, la capilla donde está la imagen de la Virgen María en Itapé es apenas una construcción elevada a orillas del río; no tiene la majestuosidad de otras en las que también se venera a la Madre de Jesús. La del Guairá es, quizás, una de las modestas del mundo. Sin pinturas grandilocuentes de famosos artistas, el oratorio atrae a mucha gente en una fecha como hoy.
Sin embargo, no es la cantidad de fieles lo más importante sino el milagro de La Virgen que muchos testimonian entre quienes me incluyo. Y así y todo a Ella no comprendemos como se merece y espera. Dejaré por otra oportunidad extenderme sobre este andarivel. Por de pronto, permítanme contarles, breve nomas, las gratas sensaciones que sentí en este tardío reencuentro.

Me sentí muy cómodo caminar bajo este sol de diciembre hacia la ermita ribereña. Me sentí muy bien viendo rostros buenos, de gente que no desearía mal a nadie, caras de gente de oración. Un mariano no desea mal a nadie. Un mariano ama intensamente, en humildad y en silencio, pienso y les escribo.
Me hizo sentir en paz ver mucha gente que cree sin tapujos en la Virgen María. Gente que se va hasta esa parte de la margen derecha del Tebicuary nada menos que para orar y no para estar en la onda, en la banalidad, por ese inmediatista deseo de estar en el candelero.
Sentí paz al terminar de subir los 13 escalones de la ermita porque, convencido como estuve, Ella estaba en ese elevado (como previsión a las periódicas crecientes) lugar de peregrinación, aunque no la haya visto ni olido algún característico perfume santo, percibí su presencia y percibí también la calma en mi más profunda intimidad.
Así, pues, no puedo decir que hoy, de nuevo, no haya sentido un milagro de La Virgen. Me he encontrado ante otro mensaje suyo y volví a casa en paz, en profundo amor conmigo y los demás. Lo mío no es como para que ingrese en los records de los milagros, tampoco me importa. Lo mío no es para campeonar. Solo les quería contar y nada más. Les quiero decir que María hace muchos milagros y por eso pide nada.
¿Cuántas veces Ella vino a golpearnos la puerta y quizás, previa observación por la mirilla, ni siquiera la atendimos? Y qué paciencia tiene esta Divina Mujer, ¡qué paciencia! No nos abandona, pese a nuestros desplantes; ¡va!, pese a mis desplantes, de nuevo vuelve y ofrece su generoso y milagroso manto.
Hoy la sentí como aquella vez, el 18 de diciembre de 1960, cuando me regaló un gran milagro y me percaté de ello (porque, repito, muchos de sus milagros los pasamos por alto) ¿Cómo no creer en Ella con tanta perseverancia puesta de parte de Ella para que la atendamos?

Itapé no es para disfrutar de sus hoteles lujosos (tiene un par de pensiones de franciscana pobreza); de sus restaurantes de lujo (no pasa de contar con un par de bares y amburgueserías muy modestos); Itapé es para orar a La Madre. Es un lugar para sentirla, un sitio paraguayo donde Tierra y Cielo tiene un virtual cable de conexión: la ermita.
Itapé es un lugar modesto, sencillo, sin viviendas lujosas, de ocupantes que saludan al extraño, un lugar santo, casi olvidado. Un lugar donde frecuenta la Virgen María por eso me gusta llamar al sitio Itapé de los Milagros. Un lugar extrañamente diferente de Paraguay donde el amor se hace sentir de verdad y donde, me consta, los milagros son frecuentes. 

(fotos propias)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Efraín me encantó el relato que hiciste sobre tu paseo en Itapé yo estuve hace dos años con mamá y mis hermanos pasamos super bién es un lugar de mucha paz..te mando un beso enorme