Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

martes, 15 de marzo de 2011

El castellano paraguayo

En las redes sociales frecuentadas por los paraguayos se reflejan el regionalismo en cuanto al uso del lenguaje castellano se refiera. Nuestra manera de hablar corre como por un tubo en los grupos tipo Facebook, Twiter y Orkut sin temor al qué dirán los académicos, puristas y todos aquellos que buscan el pelo en la sopa para criticar.
Dicen que no es tanto el idioma como el regionalismo el que nos une. Y por ahí va la cosa.
Los paraguayos decimos agarrar viaje, le apalabró fulano, me argela lo que dice, el periodista le bajó la caña, los colorados armaron un bolonqui, se pasó boludeando, capaz que llueva o qué, había sido que su mujer le corneaba todito mal, la reunion se fijó para las ocho hora paraguaya, ya sabés luego, etc., etc.
De esto tenemos montones pero probablemente no nos damos cuenta al calor de las conversaciones. Esto es regionalismo. Los ñembo chuchi no están de acuerdo con nuestra manera de hablar, porque - dicen - eso es estar en la joda aunque los criticones encuentran con que hablar bien es nomás luego jodido.
En esto de crear palabras y frases somos tan creativos como cualquier hispanohablante. Lista sábana, localía, yo no sé luego, malandro, indivíduo, carritero, limpiacoche, cuidacoche, peajero, mal que mal, es un pichado, picho, pichicata, plaguear son frases y palabras marcas registradas paraguayas.
Nosotros los villarriqueños hacemos valer allí donde nuestras voces puedan ser escuchadas el entonado porkeiko que automáticamente nos concede nuestra pasaporte de gua´i ñe´e karê. Regionalismo guaireño puro que hacen que los de la tierra de Ortíz Guerrero se abroquelen y defiendan lo suyo.
Bien o mal hablados, los paraguayos tenemos una identidad dentro del castellano universal. Esto forma parte de su nacionalidad, es su costumbre, es parte de su personalidad paraguaya.
El libro de mi compai Juan Aguiar, titulado "Diccionario de castellano usual del Paraguay", es como para que todos tengamos en nuestra casa porque nada tiene de libro muá y porque el profe no está en la joda: es académico de la RAE. Su libro es realmente purete.
...
Ya da ya...



domingo, 13 de marzo de 2011

Profecías sobre Japón

El terremoto de Japón alarmó al mundo. La gente pregunta porqué y cómo de la catástrofe. Y pide perdón y clemencia a Dios. Escuché en las radios ese fatídico día del 11 de marzo (otra vez 11) algunos intentando ensayar explicaciones esotéricas y metafísicas, hasta donde sus entendimientos alcancen. Porque lo de Japón da como para mirarlo con el cristal de los profetas.
Esta tragedia me inspira, particularmente, observarla a través de las profecías.
La humanidad, felizmente, tuvo muchos profetas (San Malaquías, Nostradamus, Saint Germain, el Mago Merlín, por mencionar a algunos de los últimos 20 siglos) que fueron adelantándonos la película, hablando mal y pronto.
Las profecías de la Virgen María son puntuales y exactas como relojes suizos, lo mismo que sus milagros ¿Cuántos anuncios de la Santa Madre tienen los registros católicos? no es fácil responder.
Para referirme al caso Japón quiero concentrarme en las profecías de un joven quizás menos famoso que Nostradamus pero cuyos anuncios recorrieron el mundo. Me refiero a Joe Brant, un joven norteamericano que en 1937 sufrió una conmoción cerebral al caer de un caballo por lo que tuvo que ser hospitalizado en Fresno, California, y que, ínterin, tuvo extraños sueños que lo fue anotando en un papel días tras día.
Las experiencias de Joe se han publicado en libros, supongo que en varios idiomas. Yo leí uno en versión castellana que se titula "El gran libro de las profecías" editado por Ediciones Martínez Roca SA, Barcelona, con acuerdo con la revista especializada "Año Cero". La tapa de este libro es el que acompaña a este comentario.
En esta publicación el joven (profeta, vidente, adivino o como quiera llamársele) adelantó en 1937 que "Japón desaparecerá bajo las aguas del océano con tal rapidez que apenas dará tiempo para que una expresión de sorpresa se pinte en el rostro de sus habitantes, antes de ser barrido por las olas".
En otra publicación dice:
"Lejos, a lo lejos, yo podría ver a Japón comenzar a adentrarse de lleno en el mar. Yo no puedo saber la hora y no veía a las personas porque se parecían a los muñecos, vistos desde muy lejos. Yo no podía oírlos chillar, pero podía ver la mirada sorprendida en sus caras. Miraron al mar todos asombrados. Los veía tan lejos que yo que yo apenas los podía ver. En un minuto o dos pareció acabar todo. Todos desaparecieron. El mar no dejó a nadie". Esto se puede leer aquí: http://apocalipticus.over-blog.es/article-el-extrano-sueno-de-joe-brandt-48534846.html.
Joe dijo mucho más que no desarrollaré para no cansarles, mas sugiero que lo gugleen y lo sigan con atención, si fuera posible.
Tampoco les hablaré de otros libros reveladores, como los de Triguerinho ("Miz Tli Tlan" y "Erks"), en los cuales el autor va al cuerpo: no sólo a Japón alcanzará a cubrir el mar sino, incluso, a gran parte de América del Sur. A este fenómeno lo llama "purificación de la Tierra". En el mapa que publica Triguerinho, Paraguay prácticamente desaparece. Los Andes peruanos no se sumergirán, adelanta.
Lo de Triguerinho, el aspecto llamativo y curioso tiene mucho que ver con los seres de otras dimensiones que, según él, ya están aquí a los que llama "intraterrenos" y "extraterrenos".
Y por aquí me quedo porque, como dice el autor de los dos últimos libros, "hay verdades que, aunque hayan sido reveladas desde los orígenes de la Tierra, serán conocidas tan solo por una minoría restringida de seres espiritualizados; y hay otras que sólo ahora pueden ser reveladas, dada la situación de emergencia en la que el planeta se encuentra".


jueves, 10 de marzo de 2011

El teatro municipal de Asunción

Ignacio Alberto Pane Soler más conocido como Ignacio A. Pane (1880 - 1920) fue un gran maestro, político y parlamentario. Junto a Juan Emilio O´Leary defendió la figura del mariscal Francisco Solano López.
A Ernesto Báez los libros de la época colorada no mencionan. Falleció hace un buen tiempo y gran cosa no se publica de él en Internet, mucho menos su biografía. Pero fue uno de los más grandes dramaturgos y actores contemporáneos.
Ignacio A. Pane era colorado y, sobre todo, desempolvado por los de su partido de los tiempos de Alfredo Stroessner (gobernó de 1954 a 1959).
Báez era febrerista y el público paraguayo lo aclamaba durante sus presentaciones en el Teatro Municipal dirigiendo su compañía "Báez - Reisofer - Gómez". Eso sí, don Ernesto Báez no era santo de la devoción de los colorados y, mucho menos de Stroessner.
El teatro municipal lleva el nombre de Ignacio A. Pane. Francamente no sé por qué. Acaso porque haya sido colorado porque de teatro no sabía más que lo que enseñaba en literatura a los chicos de la secundaria. No está en mi ánimo ofender a aquel hombre y, mucho menos, a sus descendientes.
Con el debido respeto a la memoria del compatriota Pane, el teatro de la comuna asuncena debería llevar el nombre de Ernesto Báez, porque sencillamente él fue uno de los artífices principalísimos del protagonismo de ese centro de la cultura.
Al César lo que es del César.
¿Quién no recuerda las grandes veladas de la compañía de este gran y acicalado dramaturgo y actor paraguayo?, ¿quién no asistió a ver una de sus obras en el marco de una platea rebozante? El nombre del teatro, pués, rezumado en el tiempo, debiera ser "Ernesto Báez".

Espero que los concejales y el intendente municipal de Asunción sean justos con la historia y los hombres y decidan cambiar el nombre del teatro por el del recordado hombre de sus tablas.

sábado, 5 de marzo de 2011

"Todos los nombres" de José Saramago

JOSE SARAMAGO, "Todos los nombres", Alfaguara, Madrid, 2001, 331 páginas.



Archivar es una de mis tareas diarias como escritor. Leo, clasifico, archivo. Me agrada esta ocupación que lo vengo haciendo desde hace más del cuarto de siglo. Mis pininos en la investigación que me obliga llevar mis archivos lo inicié de la mano del recordado Alfredo Seiferheld.

Cuando encontré "Todos los nombres" de Saramago me pareció descubrir a un amigo dedicado a mis tareas cotidianas. Se trata de una novela que gira en torno a la rutina de un archivero de 50 años de edad al servicio del Registro Civil. Paralelo a su trabajo en la oficina pública, registrar todos los nombres de nacidos y fallecidos, fue armando un archivo particular de unas 100 personas famosas.

A partir de ahí las idas y venidas en la novela, con pasajes insólitos, humanos, hasta de suspenso.

Desde el vamos es atrapante.

Saramago escribió esta novela con el estilo de Augusto Roa Bastos en "Yo, el Supremo", que para algunos no es el mejor. Eso es para discutir en otra ocasión.

Para leerlo, lo confieso con modestia, tuve que apelar al diccionario de la Real Academia Española en 82 oportunidades. Nueve palabras utilizadas en la novela no figuran en el catálogo oficial de expresiones castellanas como Macrobio, deleatur, bóstrido, efractor, efracción, pse pse, impetrante, nascituro y compósita. Licencias del escritor, digamos.

Recomiendo su lectura a periodistas, documentalistas, archiveros, bibliotecarios y lectores en general. Eso sí, no tengo certeza que se consiga en las librerías de Paraguay.

domingo, 27 de febrero de 2011

Café

El aroma del café mañanero es una de las sensaciones más agradables. Mucha gente no puede encarar el día sin beber previamente su café con leche; otros, sencillamente son cafeinómanos, no pueden estar, al menos en la oficina, sin su permanente tasa de café humeante, como los finados Carlos Niz y Carlos Galli.
En el mundo, tomar el desayuno es tomar una tasa de café con leche, sobre todo en occidente ¿De donde viene todo ese gusto?, supongo que de los turcos. Una apetitosa herencia, dicho sea de paso, contagiada vaya a saber mediante qué sultán de qué época perdida y, de qué mercader pionero que alzó unas cuantas bolsas del producto hacia estos puertos nuevos.
A veces pienso si cómo hubieran surgido grandes novelas sin el alcaloide del café de por medio espoleando la creatividad del escritor.
También me pregunto qué sentido tendría el ocio sin los cafetines desparramados por América y Auropa; y los grandes negocios sin la tasa de café; y la diplomacia; y la política y, ¡cuándo no!, el fútbol.
El café es parte de nuestro consumo diario, por tanto de nuestra cultura; en este sentido somos iguales a los turcos, a los europeos, al resto de los americanos que también consumen café negro, café con leche, sólo, acompañado, en la casa, en la oficina, en los bares, en la calle.
A propósito, ya casi no forma parte de los personajes callejeros de Asunción los vendedores de café, aquellos que en árganas de madera al hombro pregonaban el café negro en las calles asuncenas de hasta la década de 1980. No vendían, hablando mal y pronto, café sino "caflí", como se decía en Asunción al de poca monta.
Cafeterías famosas tuvo la capital paraguaya como Sorocabana y Capri que hoy ya no están, donde se reunían doctores y temporeros, famosos, no tan famosos, linajudos, currutacos, gente simple y desconocida de solemnidad, golfos y honrados igualados por una tasa humeante de café al tiempo de provocar en esa estimuladora atmósfera corros para las divagaciones, comentarios y juicios en broma y en serio.
Café, cigarrillo, lluvia y un amor perdido, ¡vaya coctel peligroso!; Cátulo Castillo lo describe: "Y allí con tu impiedad / me vi morir de pie / medí tu vanidad / y entonces emprendí mi soledad / sin para qué / llovía y te ofrecí ¡el último café!".
Hablando de esas ramas de la nostalgias, se me ocurre la soledad de aquellos que, inmóviles, impávidos, sin motivaciones, quedan como clavados frente al pocillo de porcelana contemplando los posos del café, buscando en esos,acaso, explicaciones al porqué de su soledad.
Conozco algunas personas que no pueden avanzar en sus tareas sin el café de la tarde; su café con leche con medialuna o un pan untado con algo dulce, sin el cual se tornan, incluso, intratables. El coronel Albino Jara tomó café hasta el último instante de su vida. Sus últimas palabras, a propósito, al ser servido un jarro de café, fueron: "esto, sí, es café...".
...
¡Uf...!, son casi las 8.3o de este domingo, hablamos después, voy a tomar mi café...

jueves, 24 de febrero de 2011

La tempestad de shakespeare y los guaraníes

William Shakespeare, La tempestad, Losada, Buenos Aires, 2005, 177 pp.
Id, Alianza editorial, Madrid, 2008, 151 pp.

Finalmente me di el gusto de leer La Tempestad de William Shakespeare. Hace unos buenos años leí que Natalicio González, José Bernabé y Anastasio Rolón Medina se habían referido a la obra en el sentido de afirmar que el dramaturgo inglés se inspiró en los guaraníes para escribir esta obra estrenada en 1611.
Conseguí un ejemplar de la obra editada por Losada en la Casa del libro de Madrid en enero del 2011, luego de deambular por librerías asuncenas y porteñas sin ningún éxito. Para mi sorpresa, en el presente mes de febrero encontré en la librería Quijote de Asunción un ejemplar de Alianza Editorial; esto a modo de información para los que están en Asunción y quieran leerlo.
Entremos en la espesura, como decía San Juan de la Cruz:
La tempestad es la historia de unos náufragos europeos en el mar Caribe. Los investigadores coinciden en afirmar que Shakespeare se refirió a los indígenas guaraníes de América en base a 1)- un libro de viajes de Robert Eden, History of travel (1577) en el que se menciona a un dios de los aborígenes del oriente de Sudamérica, "Setebos". 2)- Un personaje de la obra, Caliban, adopta el nombre de canibal, deformación de la palabra guaraní caribe o karai ve, señores superiores. Eden registra por primera vez la palabra inglesa cannibal en 1553 (Oxford English Dictionary). 3)- Un ensayo de Michel Montaigne en el cual se refería a los caníbales y traducido al inglés en 1603. 4)- El relato de viajeros al Nuevo Mundo, en especial de Sylvester Jourdain, sobreviviente de una expedición que naufragó frente a las orillas de las islas Bermudas. Jordain publicó su relato en 1610.
Se puede afirmar, pues, que esta obra fue lograda mediante experiencias alcanzadas por europeos en el mar Caribe ocupado por los guaraníes y donde idealiza la figura de uno de ellos en Caliban ("Este es la más extraña cosa que yo haya visto", exclama Alonso, otro personaje de la obra al referirse a caliban).
Desde luego, era de esperar que un europeo como Shakespeare caricaturizara a una figura nativa de estas tierras como el salvaje y despreciable. Quizás el autor de Hamlet haya fallecido sin percatarse que escribió una obra en la cual hacía mención a valores guaraníes, ignorancia suya que a esta altura del tiempo carece de valor. Le disculpamos.
Juan Natalicio González dejó testimonios de su investigación sobre La tempestad y los guaraníes en un ejemplar de la Revista del Ateneo Paraguayo, mientras que José Bernabé escribió el 20 de abril de 1969 un extenso artículo en La tribuna bajo el título de Origen de los guaraníes en "La tempestad" de Shakespeare.



martes, 22 de febrero de 2011

Las noches del Buen Retiro, de Baroja



Pío Baroja, "Las noches del Buen Retiro, Tusquets editores, Barcelona, 2006, 273 pp.


Los restos de Pio Baroja se encuentran en el cementerio de La Almudena, en Madrid. Falleció el 30 de octubre de 1956. visité su tumba aquella primera vez en 2006 cuando, de casualidad, el cuidador del cementerio, al cual ingresé de curioso, me dijo que su tumba se encontraba allí.

Al día siguiente, un domingo, en el mercado de pulgas de la plaza Tirso de Molina de Madrid, conseguí en tres euros un viejo ejemplar de una de las numerosas obras del español, Las tragedias grotescas. A mediados del 2010 en la librería Balzac de Asunción encontré Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox y en enero último adquirí de La casa del libro en Madrid, Las noches del Buen Retiro.

En otro artículo me referí al antisudamericanismo de Baroja, desmereciendo, incluso en Las tragedias grotescas al paraguayo.

Ahora quiero referirme exclusivamente a Las noches del Buen Retiro.

Se trata de un apasionante paseo por la ciudad de Madrid de fines del siglo XIX y comienzos del XX donde se mezclan historias de ricos, pobres, famosos, periodistas, escritores, editores, prestamistas, etc. El personaje central es el periodista norteamericano Jaime Thierry, alter ego de Baroja.

Le tomé el gusto a este tercer título que leo del médico y escritor sobre todo por la riqueza léxica que contienen sus obras, al menos en las tres mencionadas. Debo andar con un diccionario acuestas para leerlo, lo reconozco con la modestia debida y, lo hago con agrado.

Como todo escritor famoso, fue académico de la Real Academia Española, se dio el gusto de usar aquellas palabras no registradas, hasta hoy, por la RAE. Anoté 12: mascardonear, plevécula, estudianta, subictérico, procerismo, tzingnos, flamencota, caracola, ¡pse!, foyer, madajero y baculino.

Mis limitaciones idiomáticas me han obligado a buscar en el diccionario de la Real Academia el significado de 139 palabras mencionadas en La noche del Buen Retiro. Algunas de ellas me recuerdan a Madama Sui, de Roa Bastos, como hetaira, prostituta; gandul, holgazán; agraz, antes desazón y tiempo y; testero, trashoguero de la chimenea ¿Viene al caso pensar que el escritor paraguayo fue influido por las obras del español?

Al menos dos veces, Baroja utilizó en esta obra la palabra invertido, homosexual. La gente de la generación anterior a la nuestra regularmente usaba en Paraguay dicha palabra, mientras en la calle se popularizó el "puto, 108", por aquel incidente entre dos hombres que costó las vida a un locutor, Bernardo Aranda, cincuenta años atrás. Hoy la palabra invertido está prácticamente fuera de uso.

Hay palabras que Baroja gustó usar en Las noches del Buen Retiro como golfo, currutaco, hetaira, cetrino, sáfica, falena, menestral, hortera y pelmazo, encontradas en varias páginas.

Esto de que en Paraguay nos manejamos con menos de 1.000 palabras de las más de 300.000 de la cantera de la RAE, no deja de preocuparme de modo que para superar mis angustiantes limitaciones idiomáticas encontré a un buen proveedor de palabras "difíciles", Pío Baroja.

A propósito, hay escritores que son muy amenos pero despreocupados por aportar "nuevas" y abundantes palabras. Anoto entre estos al cervantes Adolfo Bioy Casares.

En la librería Quijote de Asunción vi que tenían en stock El árbol de la ciencia de Baroja, que lo compraré ni bien lo vuelva a visitar porque esto de aprenderme unas cuantas palabras más me tomé a pecho y; sé que este excelente escritor me proveerá a manos llenas.