Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

viernes, 16 de octubre de 2009

"Llamame por cualquier cosa"

¿Se imagina usted durmiendo plácidamente a las tres de la madrugada y que suene su teléfono para que un amigo le cuente que una rata no le deja dormir o; que tiene un chiste demasiado bueno sobre un cura que andaba embarazando a las jovencitas de la parroquia o; que no está de acuerdo con que el Premio Nobel de la Paz se le otorgue al presidente Obama o; que el último exabrupto de Maradona contra los periodistas de su país no es tan importante como que el equipo argentino se haya clasificado y; así, escuchando todas las pavadas que le puedan desvelar en sus mejores horas de sueño?
Sin embargo, asuma su responsabilidad: usted es el culpable. Su amigo le tomó la palabra al pie de la letra. ¿Se acuerda la última vez cuando le dijo "cualquier cosa y llamame"?
Y, bueno. Por cualquier cosa le llamó.
Es que usted ni se dió cuenta lo que su amigo pensó que era verdad. Como a todo el mundo, le dijo a este buen hombre que le llama "por cualquier cosa" Y le llamó a la madrugada por lo que el llamador pensó que era importante. Además desde que usted le dijo "llamame por cualquier cosa" él pensó que usted le tiene mucha consideración y que, incluso, sin él no será posible que usted viva.
No es sosería, la última vez le dijo que "por cualquier cosa" le llamara. Le autorizó y asuma. No se queje por que no puede dormir, porque hay gente mal educada, o los tekorei que con tal de cortarle el sueño le llama para decirle que no está de acuerdo con el premio instituído al número uno de la Casa Blanca.
A lo mejor en la realidad no se llegue a estos extremos. Pero no faltará un buey corneta que crea a pies juntillas su frase hecha, la misma que se repite miles de veces por día entre los paraguayos. "Sí ... sí ... llamame pues después; o sino, "yo te llamo por cualquier cosa. Dale, dale, llamame por cualquier cosa".
De qué folklórico karameguá se extrajo semejante frase, no tengo la menor idea. Lo que me queda claro es que dice nada, que no conduce sino a confusiones a quiénes escuchan por primera vez y que puede, en algún momento, generar algunas incomodidades.
"Llamame por cualquier cosa" es igual, en castellano paraguayo, a "de acuerdo, nos vemos", "hablamos después, hasta luego", "un gusto saludarte".
Alguien me dijo recientemente que cuando el paraguayo dice "llamame por cualquier cosa", o "cualquier cosa y te llamo" no está sino practicando lo que damos en llamar la "bolaterapia" nacional que no es sino un vulgar engaño. Es igual a "me voy a ir a venir" (del guaraní, ahata aju). El paraguayo sabe que quién lo pronuncia capaz que no vuelva en años.
Entonces podemos decir que nuestra manera de hablar es muy simpática pero imcomprensible para cristiano alguno venido de parroquias lejanas. A lo mejor ofendo si digo que el promedio de los paraguayos hablamos mal, creamos frases sin pensar, arreados desde el guaraní a tambor batiente. A lo mejor no me equivoco si digo que nuestro castellano es engañoso.
Me agradaría que los lectores aporten lo suyo sobre este asunto. Incluso me pueden llamar para que los anote. Pero, por el amor de Dios, no me llamen por cualquier cosa...

miércoles, 14 de octubre de 2009

Duele decirlo pero Stroessner fue mejor

Muchos de mis amigos a lo mejor se molestan por lo que voy a decir, pero creo tener razón para decirlo: Alfredo Stroessner fue inteligente y actuó como tal. Para avalar lo que afirmo dos perlitas: nunca tuvo un vicepresidente de la República e implantó orden en Paraguay.
Ahora todo el mundo se queja o, en el mejor de los casos, se burla de la Vicepresidencia de la República en la estructura del poder. Es un cargo florero, dicen todos, mientras Juan Carlos Wasmosy, ex presidente paraguayo, fue un poco más allá: "es como un florero chino, todo el mundo lo tiene, pero no sabe donde ubicarlo".
Y si no sirve ¿para qué lo tenemos? Stroessner fue muy práctico cuando alguien debía reemplazarlo cuando viajaba al exterior: nombraba a un "encargado", que este caso era su ministro sin cartera, Juan R. Cháves. Cuando no había vivepresidente de la República, el presidente de la Cámara de senadores suplía el cargo en ausencia del Presidente.
Si no sirve el cargo sino para gastar más la plata pública y para que los medios de prensa tengan siempre un tema para hablar de peleas de parejas, lo mejor que podemos hacer los paraguayos es anular el cargo. Para eso creo que vale la pena rever la Constitución Nacional, corregirla y ya está.
Stroessner fue inteligente y sabía ejercer el poder. Ordenaba que haya seguridad en el país y su orden se cumplía. Digan lo que digan de su gestión, como que ordenó la tortura y la desaparición de compatriotas. Es su lado oscuro. Pero, en cuanto a la seguridad general en el país, puso orden. Después de él nadie puso orden. Nadie.
Por eso hoy sufrimos inseguridades de todos los colores y calibres, desde secuestros a la presencia diaria de los no menos temidos "peajeros" en cualquier parte y en cualquier hora; inseguridades que llegan a afectar a la misma Policía Nacional, entre cuyos referentes saltan las denuncias por supuestos vínculos con el narcotráfico y el crímen organizado.
Yo no sé si esta manera de manejarnos en democracia me sea útil, lo mismo que a los demás. Prefiero la de Stroessner, con sus policías con cascos, recortes cadetes y patrullando en la temible "Caperucita roja".
Veinte años de experiencia en medio de un desorden generalizado ya son suficientes como para pensar seriamente con que es mejor un sistema de seguridad fuerte como el que aplica Stroessner y que aplica, sin contemplación alguna para quién sale de la ley, la policía norteamericana.
Se enojarán conmigo algunos amigos que me leen, incluso los demócratas de cartón de los que nunca faltan, por decirles que prefiero la seguridad a lo Stroessner.
No sabemos comportarnos como ciudadanos decentes con obligaciones y derechos en el sistema democrático, entonces deberá actuar la fuerza policial, y aguantémos las consecuencias. Desde luego, para que la policía actúe con firmeza debe tener en sus filas a gente decente y profesional y, si hace falta, volver a cambiar la ley, si hace falta.
Tantos muertos en las calles, en las casas, a lo largo y ancho del país; tanto desorden en todo el Paraguay en 20 años de democracia, tanto robos, asaltos y secuestros, a mi me hace pensar que fue mejor la seguridad aplicada por Stroessner que todos los que vinieron después de él.
Lo del vicepresidente de la República no me sacan horas de sueño; por mi puede seguir como no seguir. Pero, como ciudadano, me preocupa la inseguridad de 20 años que sufrimos, por lo que no dudo en afirmar que, al menos para mi, antes vivíamos mejor con la policía de Stroessner.

domingo, 11 de octubre de 2009

Martín Escalante

Ya superó sus 82 escalones de vida, pero no temía a los desafíos diarios de su arte. Una presentación aquí y; otra, allá, con su último dúo, Toribio Ruíz Díaz. Siempre alegre, con una franca sonrisa, me recibe Martín Escalante en su casa de Asunción.
Ese día llueve y hace frío. Al saludo siguen las anécdotas, los recuerdos que acumuló por más de 50 años con su par, su otro yo, Valerio Quintana, desde que se conocieron en el Bar La Esmeralda en un otoño cincuentista.
Yo periodista, él cantor, no pudimos dejar de intimar sobre el dúo Quintana Escalante; él, en sus vivencias de artista; yo, en mis recuerdos de niño.
Martín y Valerio son para mi aquellos regalos que tuve Villarrica en mis días de niño cuando Los Tres Reyes Magos existían, de verdad, en mi angelical imaginación.
En este setiembre del 2008 cuando tengo la suerte de un mano a mano con don Martín vuelve a mi memoria, fresca y casi tangible, la bolsita de celofán con una decena de caramelos "Culturales", la "musculosa" clara y la sandía, mis regalos de reyes.
Porque Martín Escalante y Valerio Quintana fueron, son y serán siempre el "Seis de enero" de Clementino Ocampo y Martín Escalante. El canto de reyes para los niños pobres, de los tyre´y de padres de los extramuros de la ciudad, de los carentes de zapatos para la vana espera en una ventana de enero.
Don Martín, este urunde´y de nuestro canto, es para mí, mi infancia del typyraty, el cocido negro y de las vedas de carne, azúcar y harina en la Villarrica acosada por la montonera añil y encarnada.
Pero don Martín también es para mi la historia de una mujer de armas tomar, Delfina Servín, la inspirara del motivo popular "Mateo Gamarra", una historia cantada de amores, infidelidades, celos y violencias.
Y, también, don Martín, es para mí su temblorosa y entrecortada firma en el disco que me regalara esa mañana de frío y lluvia al terminar de entonarme su "Seis de enero" triste, un salmo implorante en las sagradas escrituras del folclore paraguayo.

sábado, 10 de octubre de 2009

"Me voy a ir a venir"

Ana es una amiga mía de nacionalidad argentina y radicada en Paraguay desde hace unos 20 años. Ella, me comentó, todavía no está adaptada a la manera de hablar de los paraguayos. Una de las frases que para ella no tiene sentido es "me voy a ir a ir a venir". Hablando mal y pronto nadie puede entender excepto quién, no tanto el que habla guaraní, sabe la psicología del paraguayo.
"Me voy a ir a venir" es lo que originalmente en guaraní es "ahata aju" de ahata, me voy y; aju, venir.
Cuando el paraguayo utiliza esa frase quiere decir que se retira prometiendo volver. "Me voy a ir a venir" incluye el "hasta luego" y todo lo demás: "encantado de estar con usted", "celebro encontrarle", etc., etc. No sólo promete volver, sino en poco tiempo, enseguida, antes que cante un gallo. Los españoles dicen "hasta ahora".
En guaraní también se alarga un poco más la frase: "ahata aju, he´i osova" (me voy, pero volveré enseguida, dijo quién perdió su dinero en los juegos de azar, sobre todo en las barajas).
Claro que no vuelve. Si se toma al pie de la letra a esta promesa el que espera tendrá que desesperar necesariamente.
Dicen que el paraguayo no miente, que es "boletero" nomás. Esto de "me voy a ir a venir" es una "boleada" de aquellas que con el uso pasó a ser una mentirilla incorporada a las constumbres paraguayas.
¿Qué quiere decir "me voy a ir a venir"? me preguntó una profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada, España, al escucharme hablar en mi castellano paraguayo. Con todas las explicaciones que daba no se convencía del por qué se la usa y de lo que significa. Es que sólo los paraguayos entendemos y lo aplicamos con los extranjeros que quedan absolutamente desorientados.
Vamos a ver: "me voy a ir a venir" quiere decir "hasta luego".
Si los españoles no llegan a entender, como mi amiga Ana, la composición de la frase y, sobre todo, su esencia, tampoco los paraguayos entendemos por qué los peninsulares dice, por ejemplo, "venga", cuando se despiden. "Venga" significa "de acuerdo", "nos vemos", "hablamos después", "ok". Pero para nosotros "venga" es una invitación a transladarnos junto a quién nos habla. Y como si todo fuera poco, miles de paraguayos en España actuaron en consecuencia, en lugar de despedirse.
El paraguayo no dice "de acuerdo", dice "oíma" ("ya está", de donde procede "ya está ya", "ya e ya", un sandwich léxico capaz de provocar renuncias al más sereno de los investigadores del Castellano)
Venga, ya e ya, me voy a ir a venir ....

viernes, 9 de octubre de 2009

Señales al final del camino

Hay señales que marcan el final del camino. Cuando la gente nos trata de "señor" con matemática insistencia, no es porque seamos nobles, decorosos ni que tengamos algo que nos hacen sus dueños. Es algo más que por eso: nos hemos vuelto irremediablemente mayores.
Cuando un joven nos ofrece el asiento no nos pongamos a dar pataletas. Basta con reconocer que a ese amable menor inspiramos ternura, aunque muchos a lo mejor nos tienen lástima.
Pero hay señales todavía más violentas: cuando alguien le ofrece el asiento y le toma del brazo va a tener que pensar seria y serenamente de que ya no hay remedio, usted se recibió de un adulto, con todos los honores del jubilado.
Y todavía hay más: si todo el mundo se queja contra el calor y usted anda con ese viejo tapado que usaba cuando todavía el pasaje en los ómnibus costaba 5 guaraníes y en Radio Comuneros actuaba el Cuarteto Leo, asuma su papel de abuelo en los límites del chocheo.
Pasamos a ser mayores cuando nos ocupamos de hablar de nuestros mareos, nuestras pastillas y de nuestros doctores.
Nos recibimos de viejos y argelados cuando insistimos con eso de "recuerdo antes", "cuando yo era joven", "esta juventud está descarriada".
Cuando los calvos nos aferramos a nuestros últimos cabellos escondidos detrás de nuestras orejas - que, a propósito, se empiezan a agrandar curiosamente - los alargamos para estirarlos hacia el otro lado, no sólo estamos viejos sino, sobre todo, ridículos.
Hay señales en la vida que marcan el final del camino. Y los tendríamos que tomar con soda si queremos ser felices. "Acepta con cariño el consejo de los años, renunciando con elegancia a las cosas de la juventud", escuchamos en Desiderata. Esas primeras señales, en verdad, nos conducen a un estado de bondad que nos permite la felicidad.
Hace mucho tiempo Platón decía que la vejez es un estado de reposo y de libertad respecto a los sentidos. "Cuando la violencia de las pasiones - afirmaba - se ha relajado y se ha amortiguado su fuego, se ve uno libre".
Creo que Augusto Roa Bastos estuve un poco bajoneado cuando escribió en "Madama Sui" que "llega un año en que el hombre se arruina de golpe. El espíritu no se apaga, pero hay que alimentar su fuego con otra leña. Y ya no tengo laureles para cortar". Yo creo que la misma madurez es leña para alimentar ese fuego.
Creo que esto de ser mayores nos lleva a alimentar prejuicios, como que se es enclenque, un trasto viejo e inútil, sin pensar que los ochenta años todavía podemos destilar gallardías brotadas de la sabiduría adquirida y no tanto de la tersura de la piel.
Me parece que si deseamos ser felices debemos liberarnos del pesado e innecesario equipaje lleno de prejuicios.
Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura 2007, decía a un periodista que no podía explicarle cómo es una persona en la ancianidad, que para entender se debe llegar a esa posta de la vida. Y ella dice que es muy feliz con sus ochenta y largos años, lo que debiera alentarnos a los que cruzamos los cincuenta años y despreocuparnos porque un joven nos ofrezca, amablemente, el asiento o que nos tomen del brazo para cruzar la calle.
A partir de aquí debiéramos relajarnos y gozar. Creo que el último tramo del camino es mucho más divertido de lo que nos quieren hacer creer los pesimistas.
Además y a los postres, ¿quién nos quita lo bailado?

miércoles, 7 de octubre de 2009

El buen ejemplo del Banco Familiar

Nunca entendí por qué los bancos no daban el ejemplo del trabajo. Disculpenme mis amigos bancarios pero muchas veces quise decir que en sus lujosas oficinas se daban ejemplos de haraganería. Trabajaban de lunes a viernes en horarios exclusivos bajo la protección de un candado exclusivo: horario bancario.
Alguna vez se inventó, a fuerza de modernidades, el mecanismo para pagar y cobrar a través de los bancos; pero, paralelamente, se inventó la manera para que los bancos no atiendan, creando en base a recursos legales que consiguieron por ahí, incluso, el llamado "feriado bancario", con lo que todos estamos fritos si en esos días queremos mover nuestro dinero a través de los bancos.
Antes, cuando Judas andaba negociando la entrega de Jesús, el dinero se depositaba en bolsas ("la bolsa o la vida", la temible frase de los asaltantes de los dibujos animados, vendría de aquellos tiempos); después, se inventaron los bancos para que se produzca lo que los bancarios llaman "el ciclo monetario", que suena bien pero complica para cobrar y pagar al anonimo que quiere depositar o retirar el dinero.
Decía que la banca no se compadece del trabajo porque no se apegan mucho al trabajo. Nunca entendí por qué una entidad financiera que guarda el dinero no abra sus puertas, como todas las empresas, hasta loas 18.00 o las 20.00, en muchos casos. Al fin de cuentas el dinero depositado en sus cajas no es del banco, es del cliente.
La haraganería institucionalizada en las oficinas públicas se encarnó en la banca con la suspensión de las actividades los días sábados.
¿De donde?, ¿qué se creen los bancarios y banqueros?, ¿una casta especial y elegida?
Estas y otras preguntas me hice como todos, que deben levantarse muy temprano para trabajar y volver muy tarde a la casa para descansar.
Celebré que el Banco Familiar, una empresa paraguaya, atienda los sábados. Escuché de casualidad un aviso publicitario de la entidad por una de las radios asuncenas. Si bien no soy cliente de ese banco, este me produce gratas sensaciones, me inspira confianza. Hay que confiar en la gente que no teme al trabajo.
Espero que, alguna vez, los demás bancos tomen el buen ejemplo de Banco Familiar. Que también trabajen los sábados. Que todos trabajen de lunes a sábados sin el odioso privilegio del "horario bancario".
Los paraguayos debemos trabajar más.
Las empresas paraguayas y extranjeras vinculadas a la administración del dinero deben entender que Paraguay necesita ejemplos de trabajo, no de descanso. Si se pudiera debiéramos trabajar hasta los domingos. Nuestra pobreza también fue gestada por nuestra haraganería.
Así planteada una de las causas de nuestras miserias, las leyes también deben cambiarse, ¿por qué no?, de modo que el Banco Central del Paraguay también abra sus puertas los días sábados. A los mejor los europeos, japoneses, norteamericanos no necesitan que sus bancos atiendan los sábados, nosotros sí necesitamos, al menos si de verdad queremos sacudirnos de la pobreza.

martes, 6 de octubre de 2009

Decretos que nos mandan a la China

Conversé con una empresaria vinculada a la industria química en Paraguay. Ella decía que compra de los chinos materia prima que la vuelve a procesar aquí y su producto final, con etiqueta paraguaya, vende a precios competitivos. Manifestó que el gobierno chino incluso subsidia su producción y que tiene una mano de obra muy barata que no la inspira sino comprar sus productos, trabajarlos aquí y todo paz y amor.
Y esa es la realidad de hoy.
Los asiáticos encontraron la manera de hacer las cosas más fáciles, buenas y baratas y aquí tiene al resto del mundo bajo su control. Las ropas chinas son el más vivo ejemplo. Ni siquiera los norteamericanos pueden con aquellos.
No me parece sensato seguir peleando contra ese sistema comercial impuesta por los más fuertes. Cerrar las puertas a la importación es navegar contra corriente.
¿No podemos competir con las ropas chinas?, hagamos otra cosa: ropas de aho poí, por ejemplo, y procuremos que siempre sean buenas y baratas. Si son caras, ya los chinos nos enseñarán cómo hacer más baratas. Y aprenderemos, a lo mejor, cuando los chinitos llenaron el mundo con ropas aho poí hechas en algunos de esos remotos pueblos asiáticos.
Lo de defender la producción nacional suena bien, pero es poco práctico; retumba en los colores del pabellón nacional, pero no funciona. Lugo equivoca el camino: carga de impuestos a la ropa importada para defender a la ropa paraguaya (excesivamente cara).
Si castiga con impuestos ya el contrabando se encargará de embarrar la cancha. Y el contrabando de ropas chinas ya llegará a Paraguay desde Argentina, Brasil, Bolivia, de donde sea.
Lugo y los empresarios de la confección deben entender que estamos en una guerra comercial a nivel mundial. El que confeccione ropas buenas y baratas somete al resto. Así nomás es este asunto. No tiene muchos secretos. Todos los decretos proteccionistas no serán suficientes para frenar la oleada oriental.
Es una consecuencia del nuevo orden mundial de producción y comercio, no de la falta de patriotismo ni nada que le parezca. Además el dinero no tiene patria. Deberíamos aprender de una vez por todas cómo funciona el mundo.