(Foto: www.argentur.com)
Yo les puedo decir que el mate nos vuelve desvergonzados. En
serio, a mí y a un grupo de amigos nos volvió descarados, desfachatados. Y les
adelanto que en mi grupo de “materos” estuvo el entonces ministro de
Agricultura y Ganadería, Hernando Bertoni.
Les cuento cómo viene la mano y de qué se trata.
Una vez, allá por 1986, fui a cubrir periodísticamente la
Exposición Rural de Palermo en Buenos Aires. El ministro Bertoni viajó en
compañía de tres de sus principales directores, entre ellos el director general
del ministerio (lo que sería hoy el viceministro), ingeniero Luís Pampliega
Caballero.
La noche antes del retorno a Asunción el ministro me invitó
a viajar con ellos en el avión Cessna 210 con el que habían llegado a Buenos
Aires. Acepté. Temprano fuimos al Aeroparque y mientras esperábamos los
trámites aduaneros en el salón vips nos pusimos a tomar mate. Los minutos
corrían y seguíamos tomando mate.
No terminaba la gestión aduanera pero no nos importaba. Estábamos
muy cómodos en la sala de espera con nuestro mate, por demás delicioso y
oportuno visto y considerando que hacía frío.
Terminó el agua en el termo y volvimos a pedir más agua
caliente. Interín, el ministro plantea la idea de, camino a Asunción,
desviáramos a Uruguay para visitar una estancia donde se cría ovejas. Aceptada
la idea seguimos tomando mate.
Cuando abordamos el avión monomotor me entraron ganas de
hacer pipi. Pregunto al piloto, Angel Valle, si cuanto demoraremos para llegar
a la estancia uruguaya y me dijo que unos 40 minutos. De acuerdo, aguantaré
cuarenta minutos.
Cessna 210 semejante al que hicimos el épico viaje.
Decolamos, la nave toma altura y velocidad crucero, estamos
sobre el gran estuario del Río de la Plata y, las ganas de hacer pipí crecía.
En la otra orilla, pensé ya estaba Uruguay, nos bajamos y allí a desagotarme.
A los 20 minutos de vuelo, el ministro dice que prefería
continuar viaje hasta Asunción (son unas tres y media de vuelo en ese
avioncito) y yo empezando a inquietarme. Mal de otros, consuelo de tontos, los
demás también estaban igual que yo.
Y como si todo fuera poco no funcionaba la calefacción de la
máquina. Había un frío espantoso en la carlinga lo que nos daba más ganas aún
de mear allí nomás ya. Fue el viaje más largo de mi vida, insoportable,
dramático, épico. Todos estábamos desesperados por encontrar un mingitorio por
el amor de Dios, pero en ese espacio tan reducido, con casi cero grado de
temperatura y hacinados como estábamos entre seis hombres que solo querían
evacuar aquello se convertía en un micro infierno.
En fin….
Llegamos a Asunción, aterrizó la máquina, fuimos hacia el
hangar pero, dijo el ministro al piloto, “aquí
nomás quedate Valle”, junto a lo que nos pareció un alto yuyal al lado de
uno de los hangares. El aviador apagó el motor, nos tiramos los seis ocupantes
y nos fuimos hacia el “yuyal” (unas plantitas de crotos) donde unos al lado de
otros nos pusimos a hacer pis todo el tiempo que necesitábamos, pienso que
habremos estado fácil unos cinco minutos desagotando vejiga.
Entre tanto, pasaba la gente por cerca nuestro lo que nos
importó un pito. Los pitos reclamaban lo suyo y le dimos el gusto.
Por eso les digo que el mate nos vuelve desvergonzados. A
uno le puede hacer cosas extremas como lo del hangar, así sea uno un científico
y ministro como lo fue Bertoni.
Sí, el mate nos vuelve desvergonzados….
Solo para ilustrar, entrevista a Hernando Bertoni de cuando era periodista en Abc Color. El de la derecha es Andrés Colmán Gutierrez.