Al clausurarse esa dependencia municipal la gente dejó de marcar en sus agendas de fin de semana concurrir al teatro.
Deseaba el dramaturgo y actor teatral Ernesto Báez que Filizzola restaure el Teatro Municipal y que lo habilite así como inauguró un estacionamiento subterráneo frente al Hotel Guaraní, "y lo convierta en un lugar de estacionamiento de un público que está ávido de verse en el espejo del teatro para acercarse a sus defectos y virtudes" ("Conversaciones políticas, 50 entrevistas", Hugo Ruíz Olazar, Cromos, Asunción, 2000, p. 141).
Nunca pasó tal cosa, sino recien en la época de Enrique Riera para inaugurar el teatro mejorado bajo la administración de Evanhy de Gallegos.
Para cuando el teatro estuvo listo ya murieron los principales referentes de nuestras tablas: Ernesto Báez, Carlos Gómez, Alvarez Blanco, los últimos iconos del teatro popular nacional.
Federico García Lorca, aquel dramaturgo granadino, decía que el teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana. Muchos paraguayos brillantes han hecho posible que el teatro sea humano, entre ellos Ernesto Báez.
Acaso seamos justos, como compatriotas de él, que procuremos que el teatro vuelva y que el que está bajo el cuidado de la Municipalidad lleve su nombre. Fue Ernesto Báez quién desde una obra o como maestro de ceremonia de grandes representaciones artísticas en dicho sitio, llenó de rojo, blanco y azul, de pura pasión paraguaya sus antiguas estructuras, desde el cimiento al techo. Don Ernesto fue de aquellos actores auténticos que interpretaban los fantasmas y anhelos del inconsciente colectivo.
Tan profesional del teatro fue que quedó sin su "Teatro Carlos Antonio López" (luego cine Premier, sobre la calle Montevideo de Asunción) por problemas para pagar las cuentas bancarias que demandaron su construcción.
Acaso estemos en el momento de rendir un homenaje al director de la recordaba compañía "Báez, Reisófer Gómez". Quizás todavía no sea muy tarde.
A lo mejor Ignacio A. Pane, desde donde esté, no se moleste por este cambio; tampoco sus descendientes, porque reconocerán que Ernesto Báez, en fin, fue el auténtico animador de ese teatro durante tantas décadas.
Estoy seguro que los más grandes dramaturgos, poetas, novelistas, actores y actrices ya fallecidos, desde lo intangible, apoyarán que el teatro tenga por nuevo nombre el de don Ernesto.
Deseaba el dramaturgo y actor teatral Ernesto Báez que Filizzola restaure el Teatro Municipal y que lo habilite así como inauguró un estacionamiento subterráneo frente al Hotel Guaraní, "y lo convierta en un lugar de estacionamiento de un público que está ávido de verse en el espejo del teatro para acercarse a sus defectos y virtudes" ("Conversaciones políticas, 50 entrevistas", Hugo Ruíz Olazar, Cromos, Asunción, 2000, p. 141).
Nunca pasó tal cosa, sino recien en la época de Enrique Riera para inaugurar el teatro mejorado bajo la administración de Evanhy de Gallegos.
Para cuando el teatro estuvo listo ya murieron los principales referentes de nuestras tablas: Ernesto Báez, Carlos Gómez, Alvarez Blanco, los últimos iconos del teatro popular nacional.
Federico García Lorca, aquel dramaturgo granadino, decía que el teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana. Muchos paraguayos brillantes han hecho posible que el teatro sea humano, entre ellos Ernesto Báez.
Acaso seamos justos, como compatriotas de él, que procuremos que el teatro vuelva y que el que está bajo el cuidado de la Municipalidad lleve su nombre. Fue Ernesto Báez quién desde una obra o como maestro de ceremonia de grandes representaciones artísticas en dicho sitio, llenó de rojo, blanco y azul, de pura pasión paraguaya sus antiguas estructuras, desde el cimiento al techo. Don Ernesto fue de aquellos actores auténticos que interpretaban los fantasmas y anhelos del inconsciente colectivo.
Tan profesional del teatro fue que quedó sin su "Teatro Carlos Antonio López" (luego cine Premier, sobre la calle Montevideo de Asunción) por problemas para pagar las cuentas bancarias que demandaron su construcción.
Acaso estemos en el momento de rendir un homenaje al director de la recordaba compañía "Báez, Reisófer Gómez". Quizás todavía no sea muy tarde.
A lo mejor Ignacio A. Pane, desde donde esté, no se moleste por este cambio; tampoco sus descendientes, porque reconocerán que Ernesto Báez, en fin, fue el auténtico animador de ese teatro durante tantas décadas.
Estoy seguro que los más grandes dramaturgos, poetas, novelistas, actores y actrices ya fallecidos, desde lo intangible, apoyarán que el teatro tenga por nuevo nombre el de don Ernesto.