En estos días, la prensa informa que había venido un asesor militar colombiano para ilustrar a la gente de gobierno sobre qué hacer ante el secuestro de Fidel Zavala, luego liberado. Se trataba de un personal, el colombiano, que traía conocimientos para situaciones extremas como las de los secuestros protagonizados por grupos violentos.
De por medio estaba la vida de un paraguayo, tan valiosa como la de cualquier otra persona.
El colombiano, supongo, por un acuerdo de los gobiernos de Paraguay y Colombia, expuso todo cuanto sabía para liberar al ganadero y qué hacer posteriormente. Es decir, transfería a un gobierno sin experiencia en estos asuntos, la experiencia de otro que ya sabe y que está preparado para encarar otras arremetidas similares por parte del enemigo.
Pero para sorpresa de los paraguayos, el ministro de Defensa de Paraguay, expuso en un comunicado personal que él no aceptará la intromisión de "ningún asesor" extranjero. y negaba el aporte colombiano.
Si hay algo que la ignorancia utiliza para hacerse sentir es, entre tantas, la ingratitud. El gobierno de Fernando Lugo en general y el ministerio de Defensa, en particular, recibieron todo cuanto necesitaban de Colombia para el manejo de este asunto para que termine el funcionario público encargado de la cartera mencionada diciendo semejante chambonada, como cualquier desagradecido que nunca falta. En el mejor de los casos se comportó como un ingrato.
Digamos que el ministro de Defensa fue un desagradecido, para no tratarlo de mal educado, brabucón, atrevido e ignorante en las cosas diplomáticas.
No me caben dudas, el funcionario público que hoy funge de ministro de Defensa no tiene claro lo elemental en los manejos internacionales. Es carente de amor a la verdad, que debe buscar en todo y por todos antes de abrir la boca.
El ministro de Defensa tiene la obligación de no hacernos pasar vergüenza ante los extranjeros. Es, sobre todo, obligación primera del ministro ser amigo de la circunspección, "de modo que tienda a la contemplación de la esencia de las cosas", como planteara Platón.
Quiero pensar que el ministro, un ex militar de alta graduación, no llegó a leer a profundidad a Napoleón Bonaparte, paradigma europeo de las milicias del siglo XIX; porque si así lo hacía debía haber recordado lo que el francés recomendaba a los hombres de su primer anillo: "cubran sus manos de hierro con guantes de terciopelo". La respetable diplomacia francesa.
A veces pienso en qué lío nos metimos los paraguayos al haber elegido a este equipo para gobernarnos. No pasa un día sin mostrarnos su extraordinario poder de meter la pata. Ahora se manda una contra nuestro aliado tras la guerra contra la Triple Alianza, contra el mismo país con el que acordamos la doble nacionalidad directa y automática.
Desde luego, los responsables del gobierno tienen formas y formas de cargar a otros sus ineficiencias. "Los 61 años en el gobierno de los colorados" es su caballo de batalla favorito. No nos sorprendamos que la vergüenza que hoy tenemos por el comunicado de Luís Bareiro Spaini no sea sino "por la corrupción colorada".
Noto que la prudencia es la que menos tiene a manos el encargado de la defensa paraguaya. Es, lamentablemente, un bocón. Los bocones siempre fueron los enemigos número uno de la diplomacia en cualquier época y parte del mundo. A ver si Bareiro Spaini aprende a ser prudente para que los paraguayos no debamos pasar tanta vergüenza ajena.
El colombiano, supongo, por un acuerdo de los gobiernos de Paraguay y Colombia, expuso todo cuanto sabía para liberar al ganadero y qué hacer posteriormente. Es decir, transfería a un gobierno sin experiencia en estos asuntos, la experiencia de otro que ya sabe y que está preparado para encarar otras arremetidas similares por parte del enemigo.
Pero para sorpresa de los paraguayos, el ministro de Defensa de Paraguay, expuso en un comunicado personal que él no aceptará la intromisión de "ningún asesor" extranjero. y negaba el aporte colombiano.
Si hay algo que la ignorancia utiliza para hacerse sentir es, entre tantas, la ingratitud. El gobierno de Fernando Lugo en general y el ministerio de Defensa, en particular, recibieron todo cuanto necesitaban de Colombia para el manejo de este asunto para que termine el funcionario público encargado de la cartera mencionada diciendo semejante chambonada, como cualquier desagradecido que nunca falta. En el mejor de los casos se comportó como un ingrato.
Digamos que el ministro de Defensa fue un desagradecido, para no tratarlo de mal educado, brabucón, atrevido e ignorante en las cosas diplomáticas.
No me caben dudas, el funcionario público que hoy funge de ministro de Defensa no tiene claro lo elemental en los manejos internacionales. Es carente de amor a la verdad, que debe buscar en todo y por todos antes de abrir la boca.
El ministro de Defensa tiene la obligación de no hacernos pasar vergüenza ante los extranjeros. Es, sobre todo, obligación primera del ministro ser amigo de la circunspección, "de modo que tienda a la contemplación de la esencia de las cosas", como planteara Platón.
Quiero pensar que el ministro, un ex militar de alta graduación, no llegó a leer a profundidad a Napoleón Bonaparte, paradigma europeo de las milicias del siglo XIX; porque si así lo hacía debía haber recordado lo que el francés recomendaba a los hombres de su primer anillo: "cubran sus manos de hierro con guantes de terciopelo". La respetable diplomacia francesa.
A veces pienso en qué lío nos metimos los paraguayos al haber elegido a este equipo para gobernarnos. No pasa un día sin mostrarnos su extraordinario poder de meter la pata. Ahora se manda una contra nuestro aliado tras la guerra contra la Triple Alianza, contra el mismo país con el que acordamos la doble nacionalidad directa y automática.
Desde luego, los responsables del gobierno tienen formas y formas de cargar a otros sus ineficiencias. "Los 61 años en el gobierno de los colorados" es su caballo de batalla favorito. No nos sorprendamos que la vergüenza que hoy tenemos por el comunicado de Luís Bareiro Spaini no sea sino "por la corrupción colorada".
Noto que la prudencia es la que menos tiene a manos el encargado de la defensa paraguaya. Es, lamentablemente, un bocón. Los bocones siempre fueron los enemigos número uno de la diplomacia en cualquier época y parte del mundo. A ver si Bareiro Spaini aprende a ser prudente para que los paraguayos no debamos pasar tanta vergüenza ajena.