Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 10 de diciembre de 2007

No les hablaré de Córdoba

No les hablaré de toda la cultura que guarda y luce la ciudad andaluza de Córdoba. No me referiré a sus grandes monumentos romanos y árabes, ni a los cantaores ni a la bella muchacha bailaora de flamenco de "La Bulería".
No.
No me detendré a explicarles el toc horario escuchado en los alrededores de la Plaza de Las Tendillas y que proviene de un reloj que en lugar de sonar como una campana, indica la hora mediante los acordes de una guitarra gitana.
No les fastidiaré contándoles todo lo que se escuchaba desde mi cuarto en el hotelito aquel donde me alojé durante dos noches cordobesas. ¿Para qué les voy a contar que esa entusiasta como ardiente pareja no me dejó dormir como pensé que lograría en dos noches designadas rigurosamente en mi agenda como para el descanso?
No les hablaré del rabo de toro que saboree en la taberna Salinas.
No les hablaré de los bajoneos de Lola. Tampoco les diré quién es Lola. Ni si existe o es de ficción.
Sólo quiero hablarles - permítanme - de esas dos noches llenas de luces navideñas que adornaban las calles por donde anduve. De las miles de caras felices que recorrían veredas, plazas, jardines y avenidas de esta ciudad que vio nacer a Séneca.
Sí.
De esas luces, de esos rostros felices, de ese frió que añadía lo suyo a las noches previas de la Navidad en Córdoba. Y de ese niño que recibe el globo y los chocolatines de manos del abuelo en esa plaza atestada de familias, acaso ansiosas de que la Nochebuena ya esté allí.
Sí.
Quiero referirme a la profunda emoción que sentí al escuchar desde los fuelles de un viejo acordeón las notas del Din, din, don navideño y que me llamó la atención las manos rojas del intérprete rumano, cuyos dedos se paseaban hábiles en las redondas teclas de su acordeón diatónico.

Me llamó la atención el brindis de los jóvenes en aquel bar donde durante dos noches escuché jazz a mis anchas. Que placer verles brindar, felices, por las próximas navidades.
Tuve penas por los dueños del piso que, en plena media noche cordobesa se quemó. Cómo se arreglarán en la Nochebuena, se me ocurrió preguntar mientras me sumaba a los mirones de ese momento.
Porque todos regalaban yo también entré al "Corte Inglés" de la ciudad y compré un libro de Cony Méndez y regalé por Navidad. Y me regalé otro libro que hacía años deseaba leer con tranquilidad.
Y me regalé por Navidad cinco medias italianas...
Y bebí una cerveza, en silencio en medio de la humareda y del jolgorio, porque - pensé - diciembre todo es Navidad. Y que también esta noche es Nochebuena y mañana, Navidad.
En la añoranza que produce la fecha en medio de la lejanía yo también, disimulando mis callados llantos, disfruté de esa navidad cordobesa, aunque entre los miles de rostros que veía a mi paso no estaban los de Asunción, ni los de Luque, ni los de Villarrica, los de mi barrio, los de mi cuadra.
Por eso...
No, no les contaré otra cosa de Córdoba. Déjenme contarles de sus noches de Navidad....