Detrás de la puerta, esto

Detrás de la puerta, esto
Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

Temas disponibles en este blog

lunes, 27 de diciembre de 2010

Escribir

Leí en un blog que para escribir bien se necesita, sobre todo, manejar correctamente el lenguaje. También leí en el mismo blog la opinión de varias personas que han manifestado que de nada sirve el buen manejo del castellano si no tenemos una historia por contar. Yo pienso igual.
Me agrada escribir cuando tengo algo por contar. La escritura se me torna difícil cuando no tengo qué escribir.
Cuando al tema tengo atrapado de la cola procuro tener ganas de digitar los teclados. De lo contrario, para mi, es una pérdida de tiempo el intento de escribir.
En contrapartida aprovecho el tiempo para leer.
Para contar hay que conocer, inspirarse, rebuscarse en la vivencia diaria o en los libros y revistas. Hay que leer. Y mucho.
Hay autores que escribieron bastante, como San Agustín que produjo 232 libros; Isaac Asimov, unos 500; Lauren Paine, 850 libros y paramos la lista. Son varios los escritores prolíficos.
¡Vaya panzada de lecturas previas que se habrán pegado estos autores! No van a estar escribiendo así por que sí, supongo.
Sin embargo, están los caraduras que escriben sin ton ni son y a los que Lópe de Vega en "fuenteovejunas" dedicó unas líneas: "Mas mucho que opinión tuvieron grave / por imprimir sus sobras la perdieron: / tras esto, con el nombre del que sabe, / muchos sus ignorancias imprimieron / otros, en quién la baja envidia cabe / sus locos desatinos escribieron / y con nombre de aquel que aborrecía /impresos por el mundo los envía".
Para escribir, pues, saber lo que se quiere escribir y arremeter con muchas ganas. Escribir por el gusto de hacerlo. En verdad, da gusto representar las palabras y las ideas con letras cuando tenemos entre manos lo que queremos decir.
Comunicar adecuándose a las reglas gramaticales; no quiera como Juan Silvano Godoy cambiar la "y" por la "i" solo porque así se le antoja. Las reglas son las reglas y se las cumplen.
A propósito, esto del sujeto, el verbo y el predicado no a todos cae simpático y ni hablar de las reglas de ortografía. Pero si a uno le gusta la literatura va aprendiendo.
Al que quiera escribir debe gustar el diccionario y las enciclopedias Sobre todo el primero. Debe leerlo de cabo a rabo y aprender lo más que pueda.
Dicen que de las más de 300.000 palabras del castellano, el mejor escritor no maneja más de 30.000 palabras. Camilo José Cela decía que el común de los hispanoahablantes se manejan con no más de 1.500 palabras.
El paraguayo se manejaría por debajo de ese promedio mencionado por el Nobel de Literatura. Con las disculpas por el pesimismo (entre fantasmas no nos pisemos la sábana) con un poco de suerte y viento a favor creo que andamos por estas comarcas guaraníes por las 800 palabras y nada más.
El Cervantes Augusto Roa Bastos fue un escritor que se preocupó usar la mayor cantidad de palabras posibles en sus novelas. De su obra "Madama Sui" (El Lector, Asunción, 1996) extraje 127 palabras "difíciles"; de "Bodas de sangre", García Lorca, 19; "Fuenteovejuna", 21; "Lazarillo de Tormes", 70, por dar algunos datos que quién escribe debe tener muy en cuenta.
Hay escritores que tomamos como ejemplo de estilo. En este sentido me agradan Roa Bastos, Sindulfo Martínez, Concepción Leyes de Cháves, Helio Vera, Arturo Bray, Gabriel Casaccia, Natalicio González, entre otros
En fin, volviendo al principio para no perder el hilo de la charla, para contar es bueno saber lo que será contado, tener ganas de contar y manejar correctamente la herramienta respectiva (el idioma) para que lo que se cuenta se haga con galanura y donaire y guste a los lectores.