Esta Semana Santa aprovecho para reflexionar sobre la necesidad de comunicarme con uno de los que tienen la gentileza de visitar mi blog. Con usted. Reflexionar, en especial, sobre la importancia que me da la gente al leer lo que escribo. En esa generosidad de aprobar (o desaprobar, a lo mejor) con un gesto el titular de un artículo, los colores de una foto, la insondabilidad de una propuesta.
De nada sirve escribir, decir, contar si no hay quien reciba, vea o escuche el mensaje. Todas las sabidurías son insuficientes en manos del mensajero si no hay destinatarios.
De nada, en fin, serviría ponerme todos los días junto al ordenador escribiendo, dando forma a mis apuntes e ideas y acomodándolos en mi blog si usted no me lee.
De nada.
Entonces en esta relación periodista - público, usted es muy importante. Vital como el oxígeno, como el agua.
De nada sirve escribir, decir, contar si no hay quien reciba, vea o escuche el mensaje. Todas las sabidurías son insuficientes en manos del mensajero si no hay destinatarios.
De nada, en fin, serviría ponerme todos los días junto al ordenador escribiendo, dando forma a mis apuntes e ideas y acomodándolos en mi blog si usted no me lee.
De nada.
Entonces en esta relación periodista - público, usted es muy importante. Vital como el oxígeno, como el agua.
Como profesional de la comunicación me angustia pensar que nadie dé importancia, por la razón que fuere, a mis mensajes. Sé que el público puede vivir sin el periodismo y que este no tiene razón de ser sin aquel.
El público, al mismo tiempo, es nada sin usted y todos los demás. “Los demás” es la vitalidades de cada individualidad.
Por tanto, reflexioné en los últimos días, usted es demasiado importante para mi, comunicador sin remedio y sin otra opción que la de seguir, felizmente, hacia delante en la misión de contar, relatar, reflexionar y provocar reflexiones.
Que de usted depende mi trabajo.
Absolutamente.
Y mediante ese público, lectores para quién escribo, yo soy, existo. Esencialmente eso que René Descartes pensó cuando dijo “je pense, donc je sui”. Sin un lector que me lea no soy ni existo como periodista, apenas soy un vacio.
Creo que miles de personas como usted leen ahora mi blog. Me honra mucho ese privilegio. Y me compromete a hacer bien mis tareas diarias como mensajero. Por esa cuota de confianza que gano de cada uno de ellos me puse a reflexionar sobre la vital importancia de los lectores. Esa responsabilidad de escribir a personas que no conozco pero que confía en lo que escribo, me compromete, y hasta me da un poco de miedo. “Es la responsabilidad de escribir lo que da miedo”, dice el italiano Antonio Tabucchi. Algo de eso siento cada vez que voy a iniciar un artículo para alzar en “Puerta de emergencia”.
Tengo claro que en la medida que vaya añadiendo materiales interesantes, útiles, oportunos, usted me seguirá leyendo y, tal vez, hasta le provoquen ganas de invitar a los suyos a leer mi página. Y eso de elegir lo que le guste a la gente promueve displaceres psíquicos en el más pintado de los periodistas y escritores. A mi también algunas veces me “barandea” hacia la misma angustia.
Me hubiera gustado tener la oportunidad de decírselo personalmente, cara a cara, mi agradecimiento por leerme; ante esa imposibilidad, permítame agradecerlo por este medio.
Muchísimas gracias.
El público, al mismo tiempo, es nada sin usted y todos los demás. “Los demás” es la vitalidades de cada individualidad.
Por tanto, reflexioné en los últimos días, usted es demasiado importante para mi, comunicador sin remedio y sin otra opción que la de seguir, felizmente, hacia delante en la misión de contar, relatar, reflexionar y provocar reflexiones.
Que de usted depende mi trabajo.
Absolutamente.
Y mediante ese público, lectores para quién escribo, yo soy, existo. Esencialmente eso que René Descartes pensó cuando dijo “je pense, donc je sui”. Sin un lector que me lea no soy ni existo como periodista, apenas soy un vacio.
Creo que miles de personas como usted leen ahora mi blog. Me honra mucho ese privilegio. Y me compromete a hacer bien mis tareas diarias como mensajero. Por esa cuota de confianza que gano de cada uno de ellos me puse a reflexionar sobre la vital importancia de los lectores. Esa responsabilidad de escribir a personas que no conozco pero que confía en lo que escribo, me compromete, y hasta me da un poco de miedo. “Es la responsabilidad de escribir lo que da miedo”, dice el italiano Antonio Tabucchi. Algo de eso siento cada vez que voy a iniciar un artículo para alzar en “Puerta de emergencia”.
Tengo claro que en la medida que vaya añadiendo materiales interesantes, útiles, oportunos, usted me seguirá leyendo y, tal vez, hasta le provoquen ganas de invitar a los suyos a leer mi página. Y eso de elegir lo que le guste a la gente promueve displaceres psíquicos en el más pintado de los periodistas y escritores. A mi también algunas veces me “barandea” hacia la misma angustia.
Me hubiera gustado tener la oportunidad de decírselo personalmente, cara a cara, mi agradecimiento por leerme; ante esa imposibilidad, permítame agradecerlo por este medio.
Muchísimas gracias.