Cuando frecuentaba a la hora del almuerzo la cantina del diario Crónica, de donde me retiré en junio de este año, propuse a la administradora del bar que añadiera postres al menú del día. Preparaba budines, arroz con leche y otras delicias. Días después de iniciado, suspendió los postres. Me comentó que no vendía, no porque eran caros ni porque, mucho menos, eran ricos, sino porque la cincuentena de clientes diarios no acostumbran añadir el postre a la comida.
El paraguayo clase media para abajo, que es la mayoría de la población nacional, no recurre al postre como parte de su almuerzo diario.
En mi niñez, recuerdo que mi madre era de preparar idefectiblemente la mazamorra, el quibebé o el arroz con leche.
En la casa de mi abuela Dolores, en Buena Vista, disfrutaba de su miel negra con queso, o miel negra con mandioca ¡Un regalo para el paladar! después de las albóndigas que llenaba en mi plato, del puchero o de los tallarines dominicales.
Pero el promedio de las familias paraguayas no apelan al postre como complemento del alimento del mediodía. "Mi choza es limpia, mi comida austera", escribió Augusto Roa Bastos en su poema "Buscando olvido".
En este sentido diría que en Paraguay se produce desde los albores del coloniaje un dulce de leche con mani (cacahuete) y azúcar al que los paraguayos llaman "dulce de mani cu´i", o "ka´i ladrillo" (ladrillo del mono, por su parecido a un pequeño ladrillo). En el recreo, en la escuela de Villarrica, era un disfrute celestial comer un ka´i ladrillo dentro de un pancito.
Este dulce de leche y mani es un sabroso postre desaprovechado en las mesas paraguayas.
En la Asunción de los inicios de la independencia la chipa y los dulces de leche, de guayaba y de cáscaras del apepú (naranja agria), el famoso "kosereva", eran partes ineludibles de los almuerzos de las familias de la capital.
Por mediados del siglo XIX, Elisa Lynch preparaba a Francisco Solano López un apetitoso budín de naranja, sabiendo de su glotonería. Juana Carrillo, madre de Francisco, conociendo que los asuncenos de su época eranbuenos consumidores de dulces, tomó el monopolio de la producción de, destaca Guido Rodríguez Alcalá en "El peluquero francés".
Silvestre Aveiro cuenta en "Memorias militares" que a francisco Solano López se iba matar en el norte con unos dulces envenenados preparados por su madre en el marco de una conspiración abortada a tiempo por el mariscal.
En otro artículo publicado en este blog me referí a la "torrija" española, un pan bañado en leche y azucar y puesto a fritar en aceite, como a una milanesa. Algunos ibéricos le llaman "el postre de los pobres".
En Buenos Aires el postre popular es el dulce de batata con queso al que llaman "vigilante".
En Paraguay son varios los que pueden ser el "postre de los pobres", por su descomplicada receta sobre todo, como la mazamorra,el quibebé o el arroz con leche. Y por ahí cerca debe estar el sabroso "k´i ladrillo".
El paraguayo clase media para abajo, que es la mayoría de la población nacional, no recurre al postre como parte de su almuerzo diario.
En mi niñez, recuerdo que mi madre era de preparar idefectiblemente la mazamorra, el quibebé o el arroz con leche.
En la casa de mi abuela Dolores, en Buena Vista, disfrutaba de su miel negra con queso, o miel negra con mandioca ¡Un regalo para el paladar! después de las albóndigas que llenaba en mi plato, del puchero o de los tallarines dominicales.
Pero el promedio de las familias paraguayas no apelan al postre como complemento del alimento del mediodía. "Mi choza es limpia, mi comida austera", escribió Augusto Roa Bastos en su poema "Buscando olvido".
En este sentido diría que en Paraguay se produce desde los albores del coloniaje un dulce de leche con mani (cacahuete) y azúcar al que los paraguayos llaman "dulce de mani cu´i", o "ka´i ladrillo" (ladrillo del mono, por su parecido a un pequeño ladrillo). En el recreo, en la escuela de Villarrica, era un disfrute celestial comer un ka´i ladrillo dentro de un pancito.
Este dulce de leche y mani es un sabroso postre desaprovechado en las mesas paraguayas.
En la Asunción de los inicios de la independencia la chipa y los dulces de leche, de guayaba y de cáscaras del apepú (naranja agria), el famoso "kosereva", eran partes ineludibles de los almuerzos de las familias de la capital.
Por mediados del siglo XIX, Elisa Lynch preparaba a Francisco Solano López un apetitoso budín de naranja, sabiendo de su glotonería. Juana Carrillo, madre de Francisco, conociendo que los asuncenos de su época eranbuenos consumidores de dulces, tomó el monopolio de la producción de, destaca Guido Rodríguez Alcalá en "El peluquero francés".
Silvestre Aveiro cuenta en "Memorias militares" que a francisco Solano López se iba matar en el norte con unos dulces envenenados preparados por su madre en el marco de una conspiración abortada a tiempo por el mariscal.
En otro artículo publicado en este blog me referí a la "torrija" española, un pan bañado en leche y azucar y puesto a fritar en aceite, como a una milanesa. Algunos ibéricos le llaman "el postre de los pobres".
En Buenos Aires el postre popular es el dulce de batata con queso al que llaman "vigilante".
En Paraguay son varios los que pueden ser el "postre de los pobres", por su descomplicada receta sobre todo, como la mazamorra,el quibebé o el arroz con leche. Y por ahí cerca debe estar el sabroso "k´i ladrillo".