Parezca bien o mal, la sociedad se mueve al ritmo de colchones. Se es más o se es menos de acuerdo al potenciómetro sexual de cada uno. Las familias funcionan si el sexo no se da al extremo por fuera de casa; las amantes (y los amantes, ¿por qué no?) cumplen su rol diario de causar dolores de cabeza a los (y las) rivales, mientras la prensa cotillera anda en busca de algún escandalillo capaz de promover buenas ventas y, claro está, las consecuencias respectivas en efecto dominó.
Las testosteronas, aunque nos resistamos a creer, mueven al mundo; entre ricos y pobres, jóvenes y viejos; en todas las etnias y creencias religiones. Cuando la hormona androgénica anda de parranda hay que estar atentos porque algo más que una agitada sesión sexual va a provocar.
Esta hormona segregada por los testículos promueve, tarde o temprano, por ejemplo, que un presidente de la República sea el centro de atención de todos (para avanzar, es conveniente aclarar, sobre todo a los incrédulos, que los religiosos católicos, incluyendo a los obispos, tienen testículos que también segregan testosteronas).
Dios perdona, pero las testosteronas no. Por eso, me imagino que - llamemos a los protagonistas con nombres y apellidos - Fernando Armindo Lugo Méndez anda con humores de perro. Por causa de esa secreción ya no volverá a oficiar misa después de ser presidente, así como le hubiera gustado continuar. No sé si le dejará fuera del Palacio de López a destiempo por la misma causa.
Con Tiger Woods es igual. Sus hormonas deja sin espectáculo a millones de seguidores del golf en el mundo. Desde luego, con un "ahorrito" de 1.000 millones de dólares ya se puede ir a pensar en la paz de su hogar cómo es posible que algo que sale de los testículos le haya dejado hecho un trapo.
El excelente estado económico del país más grande del mundo hizo que su presidente, Bill Clynton, no haya terminado de patitas fuera de la Casa Blanca. A este buen señor le tenía dominado su hormona ni bien conoció a la becaria Mónica Lewinsky, una rellenadita californiana que andaba de paso por Washington. Felizmente luego vino Jorge Busch (h) quién hizo la guerra por donde antes era el Paraíso Terrenal, matando a miles de musulmanes, "mediante" la cual la gente medio olvidó las travesuras de las hormonas del seductor Clynton.
Me dirán que la testosterona es cosa de varones. No. Resulta ser que también es de las mujeres. De endocrilónogo tengo un pito pero leyendo en Wikipediapude enterarme que ellas también producen esa hormona. Me gustó lo que dijo una sexóloga: "la sexualidad femenina sin testosterona es como una casa sin cimiento" (supongo que también se refiere a la de los varones). Espero que con esto se aclaren cualquier duda al respecto.
Digo nomás la cantidad de indomables testosteronas que habrá tenido Catalina la Grande, reina de Rusia por aquellos lejanos días, para que todas las noches haya convocado a su alcoba del palacio a, al menos, un soldado de esos mujik grandotes y catingudos, para que otorgue paz a su "cabezudo" cuerpo. Desde luego, el soldado era asesinado inmediatamente después del sexo para que no ande diciendo por ahí que se acostó nada menos que con la reina.
Las testosteronas de un hombre como Francisco Solano López juntas a las de una irlandesa como Elisa Alicia Lynch ya sabemos que pueden liquidar, incluso, a casi todo un país. Sin dudas, hay testosteronas que matan.
"Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, / que nos depara en vano su carne la mujer; / tras de ceñir un talle y acariciar un seno, / la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer", escribió Porfirio Barba Jacob en "Canción de la vida profunda". Y bueno, la testosterona en plena escena, indomable...
Cuando hay arrebatos de esta hormona algunos la quieren confundirlos con el éxtasis (esta tiene connotación divina). Cuando aquella actúa se despierta el deseo sexual (la persona se excita) y después a otra cosa mariposa. Y lo que es ese "después" para qué les cuento. Todo un tema.
En verdad, algunos,como el poeta cubano José Ángel Buesa, no confunden: "No era amor, no era eso / que se enciende en la sangre como una llamarada / era mirar tus ojos y no decirte nada, / o acercarme a tu boca sin codiciar un beso".
A propósito, cuentan que a una anciana se la perdió su burra. Andando tras su desaparecida compañera de trabajo, se percató que en el dormitorio de una vivienda una pareja hacía el amor. Escuchó que la mujer, evidentemente excitadísima, dijo al hombre "mi amor, ¡me hacés ver el mundo!", por lo que la abuelita no dudó en golpear la ventana de la habitación solicitando, a gritos, que si la mujer veía por ahí a su burra que, por el amor de Dios, la avisara.
La testosterona (palabra repetida nueve veces en este comentario, estadística que conduce a nada) en fin, une y desune, alegra y entristece, enriquece y empobrece, premia y castiga, y no puede ser de otro modo ya que es el génesis de la vida misma. Por todo esto es que yo comprendo a la gente que se pelea con otras por una cuestión de alcobas; pero, más allá de nuestro sentido del humor, también derriba imperios, lo que debe tener en cuenta Fernando Lugo. Se me antoja que Silvio Berlusconi también debe tener en cuenta esta advertencia más aún después de recibir un golpe en la cara que lo dejó con, al menos, dos dientes menos.
Por lo demás todo bien ... que siga la fiesta.
Esta hormona segregada por los testículos promueve, tarde o temprano, por ejemplo, que un presidente de la República sea el centro de atención de todos (para avanzar, es conveniente aclarar, sobre todo a los incrédulos, que los religiosos católicos, incluyendo a los obispos, tienen testículos que también segregan testosteronas).
Dios perdona, pero las testosteronas no. Por eso, me imagino que - llamemos a los protagonistas con nombres y apellidos - Fernando Armindo Lugo Méndez anda con humores de perro. Por causa de esa secreción ya no volverá a oficiar misa después de ser presidente, así como le hubiera gustado continuar. No sé si le dejará fuera del Palacio de López a destiempo por la misma causa.
Con Tiger Woods es igual. Sus hormonas deja sin espectáculo a millones de seguidores del golf en el mundo. Desde luego, con un "ahorrito" de 1.000 millones de dólares ya se puede ir a pensar en la paz de su hogar cómo es posible que algo que sale de los testículos le haya dejado hecho un trapo.
El excelente estado económico del país más grande del mundo hizo que su presidente, Bill Clynton, no haya terminado de patitas fuera de la Casa Blanca. A este buen señor le tenía dominado su hormona ni bien conoció a la becaria Mónica Lewinsky, una rellenadita californiana que andaba de paso por Washington. Felizmente luego vino Jorge Busch (h) quién hizo la guerra por donde antes era el Paraíso Terrenal, matando a miles de musulmanes, "mediante" la cual la gente medio olvidó las travesuras de las hormonas del seductor Clynton.
Me dirán que la testosterona es cosa de varones. No. Resulta ser que también es de las mujeres. De endocrilónogo tengo un pito pero leyendo en Wikipediapude enterarme que ellas también producen esa hormona. Me gustó lo que dijo una sexóloga: "la sexualidad femenina sin testosterona es como una casa sin cimiento" (supongo que también se refiere a la de los varones). Espero que con esto se aclaren cualquier duda al respecto.
Digo nomás la cantidad de indomables testosteronas que habrá tenido Catalina la Grande, reina de Rusia por aquellos lejanos días, para que todas las noches haya convocado a su alcoba del palacio a, al menos, un soldado de esos mujik grandotes y catingudos, para que otorgue paz a su "cabezudo" cuerpo. Desde luego, el soldado era asesinado inmediatamente después del sexo para que no ande diciendo por ahí que se acostó nada menos que con la reina.
Las testosteronas de un hombre como Francisco Solano López juntas a las de una irlandesa como Elisa Alicia Lynch ya sabemos que pueden liquidar, incluso, a casi todo un país. Sin dudas, hay testosteronas que matan.
"Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, / que nos depara en vano su carne la mujer; / tras de ceñir un talle y acariciar un seno, / la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer", escribió Porfirio Barba Jacob en "Canción de la vida profunda". Y bueno, la testosterona en plena escena, indomable...
Cuando hay arrebatos de esta hormona algunos la quieren confundirlos con el éxtasis (esta tiene connotación divina). Cuando aquella actúa se despierta el deseo sexual (la persona se excita) y después a otra cosa mariposa. Y lo que es ese "después" para qué les cuento. Todo un tema.
En verdad, algunos,como el poeta cubano José Ángel Buesa, no confunden: "No era amor, no era eso / que se enciende en la sangre como una llamarada / era mirar tus ojos y no decirte nada, / o acercarme a tu boca sin codiciar un beso".
A propósito, cuentan que a una anciana se la perdió su burra. Andando tras su desaparecida compañera de trabajo, se percató que en el dormitorio de una vivienda una pareja hacía el amor. Escuchó que la mujer, evidentemente excitadísima, dijo al hombre "mi amor, ¡me hacés ver el mundo!", por lo que la abuelita no dudó en golpear la ventana de la habitación solicitando, a gritos, que si la mujer veía por ahí a su burra que, por el amor de Dios, la avisara.
La testosterona (palabra repetida nueve veces en este comentario, estadística que conduce a nada) en fin, une y desune, alegra y entristece, enriquece y empobrece, premia y castiga, y no puede ser de otro modo ya que es el génesis de la vida misma. Por todo esto es que yo comprendo a la gente que se pelea con otras por una cuestión de alcobas; pero, más allá de nuestro sentido del humor, también derriba imperios, lo que debe tener en cuenta Fernando Lugo. Se me antoja que Silvio Berlusconi también debe tener en cuenta esta advertencia más aún después de recibir un golpe en la cara que lo dejó con, al menos, dos dientes menos.
Por lo demás todo bien ... que siga la fiesta.