Drauzio Varela es un brasileño y que ganó el Premio Nobel de
Medicina. Dijo que a los 60 años de edad empieza la Tercera Edad y no me gusta
demasiado que digamos porque yo acabo de cumplir semejante edad, pero me las
aguanto e intento convivir con esa verdad y les puedo decir que no me va tan
mal que digamos.
Añade el brasileño que desde los cincuenta años empiezan los
achaques y que desde los 60 hasta los ochenta se está en eso que se llama
tercera edad; a los ochenta comienza la “cuarta edad” o vejez y que termina a
los 90 cuando comienza la longevidad y que va hasta que se muera.
Tengo un amigo que demasiado no quiere ser viejo y que como
no tiene cabello sino al costadito de las orejas, deja que crezcan los de su
izquierda como 40 centímetros para que ese glorioso resto levante y como una
fina malla peluda cubra su pelada, que no es poca cosa. Se trata de esos que se
tiñen el pelo de negro, lo mismo que las cejas y, de los no para de decir que
antes era joven y lindo y que ahora ya es lindo nomás ya.
Esta semana me fui a Esapp para pagar mi servicio de agua;
allí, lo mismo que en la Ande, la larga fila de usuarios le puede dar un
infarto a todo aquel que sufre de ansiedad. Sin embargo, la ex Corposana pone
al alcance de embarazadas, discapacitados
y ancianos una ventanilla especial y que yo aprovecho.
No tengo dramas para ponerme en dicha fila, así el cartel
que dice “solo para embarazadas,
discapacitados y ancianos” evidencia, en mi caso, mi estado de vejez,
mientras veo que muchos lecas, más ancianos que yo, no se animan a la audacia
de ponerse en dicha ventanilla prefiriendo aguantar la larga cola de los “jóvenes”.
Muchos, con legítimo derecho, todavía se creen picholos a los 60 y no descartan la
posibilidad de admirar las curvas de las jovencitas y darse el gusto de regalar
algún piropo de su propia cosecha. En contrapartida, hay, cuentan, jovencitas
que se gustan de los vejetes porque estos son sobre todo muy dadivosos mientras
que los pendejos no tienen ni para la gaseosa de la nena. Los viejos verdes son de regalar para su sai y eso a las enamoradas, oimembá ko umía hina…
Les dije que ya soy un recluta del viejazo pero aipo hablar
de próstata umía ni se me ocurre. Tampoco ando con pastillitas para antes de
comer, para después de comer, para dormir, para ku otro y eso porque – y no me
alabo – no me faltan. Tengo amigos de mi edad que entran en un estado de
éxtasis cuando hablan de sus respectivas enfermedades. A ñe mo lente y me alejo
prudentemente de ellos. Algunos de esos amigos de mi generación son un verdadero
desastre.
Mi tío Melitón murió a los 94 años de edad y para honrar su
memoria de osado seductor les confesaré que un día antes de morir en el
hospital le pidió a mi primo, su hijo, a que le trateara en su nombre a la enfermera jovencita para un revolcón de
aquellos. No sé si se llegó a completar el plan. Para que vean que a los 94 se
puede ser todavía, por lo visto, un potro salvaje; ¡Hoitâ, che tió!
John P. Robertson, en “Letters on Paraguay” escribió que en 1814
vivía una señora en el barrio Trinidad de Asunción que se llamaba Juana
Esquivel y que por encima de sus 80 años de edad se había enamorado de John, un
inglesito de 18 años de edad. Cuenta en su libro que la abuela le invitó a
dormir con ella por lo que el rubito de ojos azules se rió y que le costó una
feroz arremetida de la Juana; “primero soy mujer, después abuela”, le bajó. Por
lo visto nada termina a los 60 sino que puede seguir campantemente y, a lo
mejor, con más ímpetu en algunos, como en la recordada doña Juana, una conocida
matrona de su época.
Akai ro en el micro cuando alguna jovencita umi i cacho va
se levanta de su asiento y me dice “venga
a tomar asiento señor” y me toma de la mano. Yo agradezco nomás pero ganas
no me faltan desde mi yo profundo, como el recordado Dr. Merengue, decirla “gracias, y vos sentate en mi regazo,
muñeca”.
Ijetu ú esto de ser de la tercera edad pero hay que tomarlo
con soda. Ya ven que hay ventajas que usufructuamos, como las ventanillas
rápidas, el asiento que nos ceden y que ya no andamos criando niños. Hay que
mirarlo por el lado bueno de la vida como dice una publicidad radial, ¿para qué
dramatizar?, alguna vez ña manotante voi ningo y como nadie muere en la víspera
sino el chancho aquí me tienen inaugurándome en el target “vejete” pero con toda la onda de los mejores años de la juventud.
Escuchále na…
No hay comentarios:
Publicar un comentario