En estos últimos días no volví a escribir en mi blog. Me detuve un par de días para pensar mi futuro. Debo decirles, con sinceridad, que en España lo paso bien; tengo a varios de mis parientes por aquí, tengo buenos amigos paraguayos, españoles y de otras nacionalidades, trabajo como cualquier otro compatriota emigrado, disfruto de todo lo que es España en particular y; de Europa, en general, que me ofrece a diario oportunidades para asombrarme.
Claro, he sufrido como todos los duros comienzos, los fracasos agazapados detrás de cada emprendimiento equivocado o de ideales irrealizables. Luego de sentir el peso de mi cuerpo caído sobre mis sangrantes rodillas, y volver a levantarme puedo decir que me siento bien en España.
Pero...
Siempre hay un pero...
Yo también miré con buenos ojos que los zares de la corrupción se separen del poder en nuestro país. Ellos fueron los principales causantes de la desgracia económica y social de nuestro pueblo fenómeno que motivó el desplazamiento de al menos 1.000.000 de compatriotas a lejanos países. Me pone muy feliz saber que los colorados en el poder irán a la llanura a buscar la merecida y justa purificación. Reitero: colorados en el poder; porque - seguro estoy - los colorados decentes siempre estuvieron en la llanura.
Y miré con esperanza la nueva patria que comenzó el 20 de abril de 2008.
Reflexioné en estos últimos días sobre mi compromiso como paraguayo; pensé en mis naturales derechos de quién nació en ese bello país. Me preguntaba si era suficiente que yo alentara que los delincuentes colorados que deseaban seguir en el poder sean marginados y que gane Fernando Lugo o que, también acompañe mis deseos iniciales con acciones personales coherentes y útiles.
Pienso seriamente volver a Paraguay.
Sí, lo sé: no hay trabajo en Paraguay, pero ya hay una esperanza. Antes no había ni trabajo ni esperanza. La esperanza es el sueño del hombre despierto, dijo Aristóteles. Me creo despierto y, como tal, comprendo que mis reinicios en mi país volverán a ser duros para mis intenciones laborales. Pero deseo volver más pronto que más tarde. Es un derecho que tenemos los que fuimos rechazados por un sistema perverso, felizmente derrotado.
Y volver y hombrear de nuevo.
Volver a empezar. Y cuando hay esperanzas se puede empezar, desarrollar y terminar las buenas ideas. Hace unos días me dijo una compatriota que volverá este fin de mes a Paraguay, luego de estar cuatro años en España y que ella tampoco sabe en qué va a trabajar, que lo que gane no será suficiente, pero que "algo voy a hacer con ganas", dijo entusiasmada.
Digo que no es suficiente que aliente el cambio sino que, creo, yo también me debo involucrar en el compromiso del cambio. Los primeros momentos serán duros y para las cosas duras estamos hechos los inmigrantes, los parias de la transición democrática del Paraguay cuyas mieles no fueron sino para los barones del coloradismo, ni siquiera para la mayoría colorada. Más duro de lo que habíamos pasado lejos de casa no pasaremos con los colorados fuera del poder en Paraguay. Eso creo y espero.
Pienso que debo volver y acompañar el esfuerzo de los nuevos gobernantes. Acompañar como un vecino más que trabaja, que procura cumplir sus compromisos ciudadanos, de volver a las reuniones de barrio; de procurar hacer lo que hasta hace unos 15 años atrás hacíamos con gusto y esperanza, porque - ¿se acuerdan? - había caído el régimen de Alfredo Stroessner. Con lo que no habíamos contado era que con sus herederos políticos no había mucho cambio. Dicho y hecho.
Sé que muchos inmigrantes acaso se enfaden conmigo por esta postura. Les quiero responder que está inspirada en un deseo íntimo de sumar y no de restar. El deseo de volver ser yo mismo en mi país, donde pueda soñar con algún emprendimiento que ayude, desde mi puesto, a rehacer lo destruido por gobernantes inútiles y rapaces.
Pero también me imagino que todos los inmigrantes desean volver a Paraguay y que muchos de ellos esperan que primero esté bien el país y luego hacer maletas para volver. A esos inmigrantes les concedo razón. Particularmente pienso que cada uno debemos aportar nuestro grano de arena para levantar lo arrasado. Yo quiero aportar lo mío, y lo haré con gusto.Por eso, estoy pensando seriamente volver a casa, más temprano que tarde, aún cuando en Europa me sienta bien y me tratan muy bien.