Este domingo 9 de noviembre fuimos mi amigo Angel Mendoza y yo a la casa de María Liz y Ramón, en Paraguarí, a cumplir la sacrosanta ceremonia del canto, la guitarra y del compartir donde todo tema político, religioso y deportivo está totalmente prohibido. Todo el resto, como tema de conversación, es recibido con aplauso y zapateo. ¡Ah!, tampoco hablamos de periodismo, militares, abogados y escribanos. En realidad, aveces no hablamos, cantamos nomás.
Desde antes de mi viaje a España, acompañé a Angel a compartir esa amistad, que comenzó en la casa de Chongo Ferreira, en Asunción, en aquellas madrugadas también de canto y guitarra hasta que al bueno de Chongo se le ucurrió hacer su último vuelo (para quiénes no lo conocen, él fue piloto; un gran piloto y que su avioncito Cessna blanco ya fue vendido).
Este domingo estuvimos sólo los cuatro. A veces se suman otros amigos. Me agrada participar de esta reunión porque sencillamente da gusto. María Liz y Ramón son excelentes anfitriones. En su patio solemos cantar a grito pelado de todo lo que se nos ocurre, así sea de día, de noche o de madrugada. Parece que a los vecinos les gusta como cantamos, de lo contrario ya nos hubieran denunciado por ruídos molestos. Digo....
suelo pensar que Ramón si hubiera estado en Europa hubiera tenido mucho trabajo como cantor y guitarrero. Él es un bohemio de esos que ya no quedan. De los que cantan del El Rey hasta el Ave María por el amor al canto. Ahora que tiene guitarra nueva todos sus cables bohemios están conectados.
Para la próxima, cuando mi casa esté un poco más acondicionada tras años de tenerla desocupada, me dispuse invitar a estos amigos. No puedo dejar de darme ese gusto.
Desde antes de mi viaje a España, acompañé a Angel a compartir esa amistad, que comenzó en la casa de Chongo Ferreira, en Asunción, en aquellas madrugadas también de canto y guitarra hasta que al bueno de Chongo se le ucurrió hacer su último vuelo (para quiénes no lo conocen, él fue piloto; un gran piloto y que su avioncito Cessna blanco ya fue vendido).
Este domingo estuvimos sólo los cuatro. A veces se suman otros amigos. Me agrada participar de esta reunión porque sencillamente da gusto. María Liz y Ramón son excelentes anfitriones. En su patio solemos cantar a grito pelado de todo lo que se nos ocurre, así sea de día, de noche o de madrugada. Parece que a los vecinos les gusta como cantamos, de lo contrario ya nos hubieran denunciado por ruídos molestos. Digo....
suelo pensar que Ramón si hubiera estado en Europa hubiera tenido mucho trabajo como cantor y guitarrero. Él es un bohemio de esos que ya no quedan. De los que cantan del El Rey hasta el Ave María por el amor al canto. Ahora que tiene guitarra nueva todos sus cables bohemios están conectados.
Para la próxima, cuando mi casa esté un poco más acondicionada tras años de tenerla desocupada, me dispuse invitar a estos amigos. No puedo dejar de darme ese gusto.