Mire el menú del día de cualquier restaurante madrileño y encontrará, casi seguro, el “cocido madrileño”, que consiste en una ensalada de morcillas, chorizos, jamones, trozos de cerdos y pollos, papa, verduras varias y garbanzos, abundantemente. Es una delicia y más apetecible en tiempos de frío. Se trata del puchero, cuyo nombre y origen son de Andalucía.
En los restaurantes españoles los menús del día son accesibles (entre 7 a 10 euros); incluyen primer plato, segundo plato, postre, bebida y café. Cuando el menú incluye el “cocido” es de sólo un plato por lo abundante que es: los garbanzos por un lado; las papas y verduras por el otro; las carnes en un tercer plato.
En España se sabe que el origen del “cocido madrileño” (habría tomado el nombre porque necesitaba una cocción que demandaba horas de consumo de leña) es el “puchero” andaluz.
Como los paraguayos somos descendientes de andaluces incorporamos a nuestras costumbres alimentarías el “puchero” de Andalucía, que con el tiempo fue adoptando sus propias particularidades: costillas bovinas, pata (ipo cue), locro, zapallo, cebolla en hoja y otras verduras.
Curiosamente, en Paraguay en muy pocos restaurantes se sirve el puchero no así en Málaga, Córdoba, Sevilla, Cadiz, Jerez, Ciudad Real, Almería y otras ciudades de aquella provincia sureña de España, donde verdaderamente los restaurantes, populares y de lujo, se honran de ofrecer el puchero a los comensales y; ni qué decir de los de Madrid, con su “cocido”.
Queda claro, pues, que el puchero paraguayo es originario de Andalucía y que con el tiempo (los primeros conquistados andaluces llegaron al Paraguay en 1537) el “puchero” paraguayo fue adoptando un perfil más austero, acaso por la falta de jamones, chorizos, morcillas, etc., con los que contaban los españoles en Paraguay de la época, quedando la costumbre de un alimento más austero no por ello menos consumido.
El diccionario castellano de la Real Academia Española define en la segunda acepción al puchero como “ especie de cocido, como el cocido español” y; en la tercera, como “alimento diario y regular”. La primera acepción de la palabra es curiosa: “Vasija de barro o de otros materiales, con asiento pequeño, panza abultada, cuello ancho, con una sola asa junto a la boca y por extensión, otros tipos de vasija”. ¿En estas vasijas se cocinaba o se servía el alimento que luego llevaría su nombre?, es pregunta que debe motivarnos a seguir investigando.
En los restaurantes españoles los menús del día son accesibles (entre 7 a 10 euros); incluyen primer plato, segundo plato, postre, bebida y café. Cuando el menú incluye el “cocido” es de sólo un plato por lo abundante que es: los garbanzos por un lado; las papas y verduras por el otro; las carnes en un tercer plato.
En España se sabe que el origen del “cocido madrileño” (habría tomado el nombre porque necesitaba una cocción que demandaba horas de consumo de leña) es el “puchero” andaluz.
Como los paraguayos somos descendientes de andaluces incorporamos a nuestras costumbres alimentarías el “puchero” de Andalucía, que con el tiempo fue adoptando sus propias particularidades: costillas bovinas, pata (ipo cue), locro, zapallo, cebolla en hoja y otras verduras.
Curiosamente, en Paraguay en muy pocos restaurantes se sirve el puchero no así en Málaga, Córdoba, Sevilla, Cadiz, Jerez, Ciudad Real, Almería y otras ciudades de aquella provincia sureña de España, donde verdaderamente los restaurantes, populares y de lujo, se honran de ofrecer el puchero a los comensales y; ni qué decir de los de Madrid, con su “cocido”.
Queda claro, pues, que el puchero paraguayo es originario de Andalucía y que con el tiempo (los primeros conquistados andaluces llegaron al Paraguay en 1537) el “puchero” paraguayo fue adoptando un perfil más austero, acaso por la falta de jamones, chorizos, morcillas, etc., con los que contaban los españoles en Paraguay de la época, quedando la costumbre de un alimento más austero no por ello menos consumido.
El diccionario castellano de la Real Academia Española define en la segunda acepción al puchero como “ especie de cocido, como el cocido español” y; en la tercera, como “alimento diario y regular”. La primera acepción de la palabra es curiosa: “Vasija de barro o de otros materiales, con asiento pequeño, panza abultada, cuello ancho, con una sola asa junto a la boca y por extensión, otros tipos de vasija”. ¿En estas vasijas se cocinaba o se servía el alimento que luego llevaría su nombre?, es pregunta que debe motivarnos a seguir investigando.