Ese mismo día, el ministro del Interior, Rafael Filizzola, se quejaba porque la Policía no responde, que la delincuencia está en su mejor momento y que pese a todos los pedidos de la Policía al Ejecutivo para cumplir su tarea y que han recibido en tiempo y forma, la gente sigue atrapada en manos de los marginales.
La gota que colmó el vaso fue el robo a la antigua joyería Libster, un paradigma empresarial asunceno, en casi las mismas narices de la Policía Nacional. Los ladrones hicieron lo que más les vino en ganas para cumplir con el robo multimillonario y marcharse tranquilamente del sitio una vez concluída la canallada.
Este robo me recuerda lo que Alfredo L. Jaegli escribiera en su libro "Albino Jara, un varón meteórico", en el cual recuerda que el 2 de julio de 1912 los revolucionarios combatían en la calle Palma entre Alberdi y 14 de Mayo de la capital, a tres cuadras del cuartel de Policía. Los combatientes se percatan que la joyería de José Canals había quedado con las puertas entreabiertas, con joyas varias en sus escaparates.
Los combatientes pararon el tiroteo y fueron a avisar a Canals, que vivía en el Hotel Hispano, a 20 metros de allí, para que fuera a cerrar el negocio.
Jaegli refiere esta anédota como señal de la hidalguía de los paraguayos de entonces, no así con lo que había pasado con seis joyerías de la calle Palma cuando los militares se alzaron contra Natalicio González en 1948. Las joyerías fueron saqueadas de punta a punta.
Los dueños de la joyería Libster perdieron mucho dinero con el robo. Muchísimo. Pero el país pierde más, incalculablemente. No tanto el robo a la joyería sino la inseguridad es la peor propaganda que pueda hacer este gobierno dentro y fuera del país de su propa gestión. A nadie se le ocurrirá invertir en Paraguay, ni siquiera con el capital local, si la seguridad no pasa de ser sino el motivo para que el comandante se lamente de la ineficacia de sus hombres.
Los combatientes pararon el tiroteo y fueron a avisar a Canals, que vivía en el Hotel Hispano, a 20 metros de allí, para que fuera a cerrar el negocio.
Jaegli refiere esta anédota como señal de la hidalguía de los paraguayos de entonces, no así con lo que había pasado con seis joyerías de la calle Palma cuando los militares se alzaron contra Natalicio González en 1948. Las joyerías fueron saqueadas de punta a punta.
Los dueños de la joyería Libster perdieron mucho dinero con el robo. Muchísimo. Pero el país pierde más, incalculablemente. No tanto el robo a la joyería sino la inseguridad es la peor propaganda que pueda hacer este gobierno dentro y fuera del país de su propa gestión. A nadie se le ocurrirá invertir en Paraguay, ni siquiera con el capital local, si la seguridad no pasa de ser sino el motivo para que el comandante se lamente de la ineficacia de sus hombres.