Ahora que se marchan fríos, lluvias y noches largas,
ahora que las leñas ya no arderán en la chimenea,
ni buscaremos el café, el chocolate ni el té calientes;
ahora que la primavera revoca al gris encantador del invierno,
seguiré amándote más que en esos días.
Cuando las calles sufran la orfandad de charcos y de silencios,
cuando tu paraguas quede olvidado en ese rincón de la casa,
Y dejes abandonados, la bufanda rosa limón,
los guantes de lanilla asalmonada y tu mantilla plomiza,
te amaré más que en esos días.
Porque amarte no depende ni de un leño prendido,
ni de la lluvia presente ni de charcos ni de silencios,
de bufandas, ni de guantes ni paraguas olvidados.
De nada...
Ni de la primavera que llega ni del verano decembrino.
Esta eternidad instalada es mucho más que soles y lunas,
más que flores coloridas de primavera y hojas muertas por el frío,
porque lo nuestro es esto, lo firme, lo perenne ,
eternamente siempre …
Lo invariable como el mar,
lo implacable como el tiempo,
lo imperturbable como el sol,
lo profundo y bello como el amor de Dios.
(Efraín Martínez Cuevas, Palma Loma, Luque, 30 de agosto de 2013)