Internet hoy nos convierte a todos en vecinos. De esos que pueden mirarse a través de sus respectivas ventanas. Mediante las páginas web, los blogs, el chat y los mails, comunicarnos desde Paraguay a alguna isla del océano Indico no lleva sino lo que dura un suspiro. Los que estamos en España chateamos o hablamos por teléfono o nos “mensajeamos” con nuestros parientes y amigos de Asunción, Buenos Aires o Nueva York como lo más normal de las actividades diarias. Los diarios de Asunción aquí, en Madrid, leemos cuando en Paraguay son las dos de la madrugada por tanto, cuando nuestros familiares se despiertan, nosotros ya sabemos todas las noticias y hasta los dimes y diretes de los políticos, los deportistas y los de la farándula.
Del mismo modo, en Asunción se “devoran” los diarios de España o los de otros países donde están los paraguayos. Y escuchamos la radio de los respectivos países mediante Internet.
Aunque 13.000 kilómetros nos separen, estamos muy conectados. Por tanto, eso de que el mundo hoy es una aldea global es verdad, al menos para quienes usamos esta estupenda tecnología digital.
Valga esta introducción para referirme a un comentario de un compatriota que tuvo la amabilidad de leer un artículo mío en este blog, referente a la cachaca de los paraguayos en España. Este lector no está de acuerdo que dicho artículo mío haya sido publicado previamente en un periódico de Madrid (“Euro Mundo Global”), porque, dijo, no debiéramos ventilar “nuestros trapos sucios” ante los extraños.
Esa manera de ver la realidad es de cuando el Queen Mary o el Mayflower trasladaban a la gente, las cargas y las cartas de uno a otro lugar lejano en travesías de semanas. Creer que publicar nuestras cosas en un periódico europeo es violar nuestra intimidad paraguaya, es como creer que Antoine de Saint-Exepery todavía lleva cartas desde Buenos Aires en su avión Late 25, biplaza hasta Asunción.
Con ese criterio, los diarios de Paraguay no debieran publicar todos “los trapos sucios” porque nuestros periódicos también leen los extranjeros a través de Internet en todo el mundo.
Hoy, desde los satélites no sacan fotos en primerísimo plano cuando estamos caminando por la calle o tomando sol en nuestro patio con altos muros. Los tiempos que corren son, felizmente, muy distintos a los de antes. Esta interacción sostenida entre todos reclama de cada uno que seamos mejores, que procuremos mostrar nuestra capacidad creativa en la música, en la gastronomía, en el espacio intelectual, como gente de a pie. Cuando limitamos nuestra cultura musical exclusivamente a eso foráneo paraguayo, la cachaca, y venimos con esta a Europa, ni siquiera podemos decir que es música paraguaya, porque en verdad, todo viene de la influencia colombiana que supieron vender lo suyo, sí, a los demás, al extremo de hacer creer a los compradores que la música es suya.
Del mismo modo, en Asunción se “devoran” los diarios de España o los de otros países donde están los paraguayos. Y escuchamos la radio de los respectivos países mediante Internet.
Aunque 13.000 kilómetros nos separen, estamos muy conectados. Por tanto, eso de que el mundo hoy es una aldea global es verdad, al menos para quienes usamos esta estupenda tecnología digital.
Valga esta introducción para referirme a un comentario de un compatriota que tuvo la amabilidad de leer un artículo mío en este blog, referente a la cachaca de los paraguayos en España. Este lector no está de acuerdo que dicho artículo mío haya sido publicado previamente en un periódico de Madrid (“Euro Mundo Global”), porque, dijo, no debiéramos ventilar “nuestros trapos sucios” ante los extraños.
Esa manera de ver la realidad es de cuando el Queen Mary o el Mayflower trasladaban a la gente, las cargas y las cartas de uno a otro lugar lejano en travesías de semanas. Creer que publicar nuestras cosas en un periódico europeo es violar nuestra intimidad paraguaya, es como creer que Antoine de Saint-Exepery todavía lleva cartas desde Buenos Aires en su avión Late 25, biplaza hasta Asunción.
Con ese criterio, los diarios de Paraguay no debieran publicar todos “los trapos sucios” porque nuestros periódicos también leen los extranjeros a través de Internet en todo el mundo.
Hoy, desde los satélites no sacan fotos en primerísimo plano cuando estamos caminando por la calle o tomando sol en nuestro patio con altos muros. Los tiempos que corren son, felizmente, muy distintos a los de antes. Esta interacción sostenida entre todos reclama de cada uno que seamos mejores, que procuremos mostrar nuestra capacidad creativa en la música, en la gastronomía, en el espacio intelectual, como gente de a pie. Cuando limitamos nuestra cultura musical exclusivamente a eso foráneo paraguayo, la cachaca, y venimos con esta a Europa, ni siquiera podemos decir que es música paraguaya, porque en verdad, todo viene de la influencia colombiana que supieron vender lo suyo, sí, a los demás, al extremo de hacer creer a los compradores que la música es suya.