Hoy los usuarios viajan en los ómnibus de Asunción tan mal como antes, lo que significa que en esto del buen servicio no hemos avanzado ni unos metros. Los transportes si bien ya no llevan cargas en el techo, como antes, los pasajeros siguen viajando entre planteras, plantas (incluyendo cactus), escobas, canastas de dulces y con el agresivo protagonismo de los vendedores ambulantes de baratijas varias, niños pedigüeños y cantores sin escenario.
Y como si todo fuera poco, las manos se le hacen mierda (perdonen pero es así) por lo sucio que son los caños de las cuales el pasajero se apoya. Hay micros que ni siquiera se barren.
Pero el folklore de nuestros transportes públicos es amplio.
No contemos con los peajeros y rateros que antes que cante un gallo puede dejarle sin billetera o teléfono celular. Estos personajes ya son mobiliarios de los micros asuncenos.
Y ni le digo de los choferes mal educados que se hacen cargo de las unidades de transporte.
Si llueve, adios mundo cruel: decídase a mojarse, sus techos y ventanillas son chorreras.
Haga la prueba, suba aun micro.
Pero, recozcámos, los pasajeros también tienen su cuota de responsabilidad en esta dejadez de padre y señor nuestro. Cada clase de pasajeros que tenemos; una fauna que amenaza con no extinguirse nunca. Pachorrientos, muchas veces cómplices del robo que hacen los choferes a sus patrones. Observen nomás, muchos ¡devuelven la boleta!, con la que los conductores hacen lo suyo.
Corrupción por uno y otro lado. Parece pequeño y es, en verdad, pequeño, pero corrupción al fin.
Qué horror cuando suben los vendedores de "¡¡¡piña, piña a tres por cinco miii!!!", "banana a dos mil!", "coca, coca, a mi la cocaaa!!!", "con el permiso del señor conductor...", de los baratijeros, "ahora les invito acantar esta linda canción", de los mocosos ñembo religiosos.
Y los varones que no quieren dar asiento a las damas, ¿qué me dicen?; y de eso policías que suben ca´i pe (que no pagan) y que son l0s primeros en depositan sus delicadas nalgas en los asientos, ¿qué opinan?.
También están las señoras gordas que depositan su bolsos y cartereas sobre el asiento de al lado y ni siquiera se dan por enteradas de que hay otras personas que quieren ocupar el asiento.
¿Quieren darse un atracón de teléfonazos?, suba a un micro. Escuchará de todo, más aún a la salida,como a las 18.30 para adelante: "Qué están haciendo?", "hoy no voy a poder, mañana a la siesta", "nangana, todavía no comí",
"¡¡Mi cartera, mi cartera !!, ese pendejo me robó la cartera!!"...
Lo cotidiano de nuestros micros, choferes y pasajeros, unidades destartaladas, catingudos empedernidos, hasta los que, desvergonzádamente, ventosean en las narices de uno, en fin.
Pea ñandé hina.
No nos quejemos tampoco porque así somos los paraguayos. O mejoramos todos juntos o seguimos sufriendo.
Me parece que tenemos para rato...
Y como si todo fuera poco, las manos se le hacen mierda (perdonen pero es así) por lo sucio que son los caños de las cuales el pasajero se apoya. Hay micros que ni siquiera se barren.
Pero el folklore de nuestros transportes públicos es amplio.
No contemos con los peajeros y rateros que antes que cante un gallo puede dejarle sin billetera o teléfono celular. Estos personajes ya son mobiliarios de los micros asuncenos.
Y ni le digo de los choferes mal educados que se hacen cargo de las unidades de transporte.
Si llueve, adios mundo cruel: decídase a mojarse, sus techos y ventanillas son chorreras.
Haga la prueba, suba aun micro.
Pero, recozcámos, los pasajeros también tienen su cuota de responsabilidad en esta dejadez de padre y señor nuestro. Cada clase de pasajeros que tenemos; una fauna que amenaza con no extinguirse nunca. Pachorrientos, muchas veces cómplices del robo que hacen los choferes a sus patrones. Observen nomás, muchos ¡devuelven la boleta!, con la que los conductores hacen lo suyo.
Corrupción por uno y otro lado. Parece pequeño y es, en verdad, pequeño, pero corrupción al fin.
Qué horror cuando suben los vendedores de "¡¡¡piña, piña a tres por cinco miii!!!", "banana a dos mil!", "coca, coca, a mi la cocaaa!!!", "con el permiso del señor conductor...", de los baratijeros, "ahora les invito acantar esta linda canción", de los mocosos ñembo religiosos.
Y los varones que no quieren dar asiento a las damas, ¿qué me dicen?; y de eso policías que suben ca´i pe (que no pagan) y que son l0s primeros en depositan sus delicadas nalgas en los asientos, ¿qué opinan?.
También están las señoras gordas que depositan su bolsos y cartereas sobre el asiento de al lado y ni siquiera se dan por enteradas de que hay otras personas que quieren ocupar el asiento.
¿Quieren darse un atracón de teléfonazos?, suba a un micro. Escuchará de todo, más aún a la salida,como a las 18.30 para adelante: "Qué están haciendo?", "hoy no voy a poder, mañana a la siesta", "nangana, todavía no comí",
"¡¡Mi cartera, mi cartera !!, ese pendejo me robó la cartera!!"...
Lo cotidiano de nuestros micros, choferes y pasajeros, unidades destartaladas, catingudos empedernidos, hasta los que, desvergonzádamente, ventosean en las narices de uno, en fin.
Pea ñandé hina.
No nos quejemos tampoco porque así somos los paraguayos. O mejoramos todos juntos o seguimos sufriendo.
Me parece que tenemos para rato...