¿Alguien, en su sano juicio, que ya haya tenido la oportunidad de viajar en los transportes públicos del extranjero, para no ir lejos: a los de Foz de Yguazú, pueda afirmar que el servicio de ómnibus de Paraguay es bueno? Eso es imposible.
Los transportistas de Paraguay son los peores empresarios del mundo. Conociendo, incluso, el servicio de micros de la mayoría de los países centroamericanos, no me animo a afirmar que este sea peor que el de Paraguay.
El transporte de pasajeros en Paraguay es una estafa al usuario.
Es una trampa a su seguridad, no sólo por la amenaza de los "peajeros", sino por la obsolescencia de las unidades. El otro día viajaba en uno micro de la línea 51 cuando, de repente, se desprende uno de sus vidrios sin causar, felizmente, desgracia alguna. Se desprendió porque el vehículo está en un estado de caérse a pedazos. Y cae a pedazos.
Pero también existe una autoridad complaciente, por decirlo de una manera suave y decente, con los que estafan desde el servicio del transporte público. Una autoridad incapaz de exigir lo mínimo por un servicio que se paga al contado todos los días.
El transportista irresponsable, pues, cuenta con la tácita (al menos eso creemos) de los no menos irresponsables representantes del gobierno.
Ahora nos encontramos con que algunos transportistas incluso amenazan con matar a aquellos que intentan siluetear el modernismo de nuestro transporte. Nos avergüenza, como paraguayos ante los lectores del extranjero, comentar que, por ejemplo, los transportistas están en contra de implementar los boletos electrónicos, como se tiene en cualquier parte del mundo donde se practica la decencia, la transparencia y el respeto hacia los demás.
Se me hace que los empresarios del transporte son absolutamente ignorantes de lo que pasa en el servicio de pasajeros fuera del país, porque si supieran capaz que se sientan alentados a incorporar eso bueno que aprenden.
Si se dijera del empresario del transporte en Paraguay que es un cuadrado, un tavycho vyro chusco, quizás no estemos lejos de la verdad, aunque estos se ofendan. En sus manos estamos quienes debemos ir a nuestros respectivos trabajos todos los días.
Dicen que el que tiene poder debe ejercerlo. No veo que ni en la instancia oficial (Setama) ni en las municipalidades pongan freno a esta informalidad empresarial. No diré que son inútiles pero de que algo de inoperancia tengan no me caben dudas.
Lo incluyo al presidente Lugo, quién no llama la atención con la severidad necesaria, a sus colaboradores del área.
No les veo con uñas de guitarrero.
Los paraguayos que hemos tenido la obligación de viajar a España para buscar mejores horizontes hemos aprendido a transladarnos en vehículos públicos decentes. Unos 200.000 paraguayos que están en aquel país europeo saben cómo es un servicio de transporte de buen nivel. Los emigrantes compatriotas de Buenos y Nueva York igualmente gozan del buen servicio de buses.
no sé, pero se me ocurre pensar que los transportistas no debieran esperar que los usuarios le hagan algo más que una huelga para cambiar de actitud. La paciencia colectiva también tiene su límite. Creo que estamos en esos límites.
Los transportistas de Paraguay son los peores empresarios del mundo. Conociendo, incluso, el servicio de micros de la mayoría de los países centroamericanos, no me animo a afirmar que este sea peor que el de Paraguay.
El transporte de pasajeros en Paraguay es una estafa al usuario.
Es una trampa a su seguridad, no sólo por la amenaza de los "peajeros", sino por la obsolescencia de las unidades. El otro día viajaba en uno micro de la línea 51 cuando, de repente, se desprende uno de sus vidrios sin causar, felizmente, desgracia alguna. Se desprendió porque el vehículo está en un estado de caérse a pedazos. Y cae a pedazos.
Pero también existe una autoridad complaciente, por decirlo de una manera suave y decente, con los que estafan desde el servicio del transporte público. Una autoridad incapaz de exigir lo mínimo por un servicio que se paga al contado todos los días.
El transportista irresponsable, pues, cuenta con la tácita (al menos eso creemos) de los no menos irresponsables representantes del gobierno.
Ahora nos encontramos con que algunos transportistas incluso amenazan con matar a aquellos que intentan siluetear el modernismo de nuestro transporte. Nos avergüenza, como paraguayos ante los lectores del extranjero, comentar que, por ejemplo, los transportistas están en contra de implementar los boletos electrónicos, como se tiene en cualquier parte del mundo donde se practica la decencia, la transparencia y el respeto hacia los demás.
Se me hace que los empresarios del transporte son absolutamente ignorantes de lo que pasa en el servicio de pasajeros fuera del país, porque si supieran capaz que se sientan alentados a incorporar eso bueno que aprenden.
Si se dijera del empresario del transporte en Paraguay que es un cuadrado, un tavycho vyro chusco, quizás no estemos lejos de la verdad, aunque estos se ofendan. En sus manos estamos quienes debemos ir a nuestros respectivos trabajos todos los días.
Dicen que el que tiene poder debe ejercerlo. No veo que ni en la instancia oficial (Setama) ni en las municipalidades pongan freno a esta informalidad empresarial. No diré que son inútiles pero de que algo de inoperancia tengan no me caben dudas.
Lo incluyo al presidente Lugo, quién no llama la atención con la severidad necesaria, a sus colaboradores del área.
No les veo con uñas de guitarrero.
Los paraguayos que hemos tenido la obligación de viajar a España para buscar mejores horizontes hemos aprendido a transladarnos en vehículos públicos decentes. Unos 200.000 paraguayos que están en aquel país europeo saben cómo es un servicio de transporte de buen nivel. Los emigrantes compatriotas de Buenos y Nueva York igualmente gozan del buen servicio de buses.
no sé, pero se me ocurre pensar que los transportistas no debieran esperar que los usuarios le hagan algo más que una huelga para cambiar de actitud. La paciencia colectiva también tiene su límite. Creo que estamos en esos límites.