Ya superó sus 82 escalones de vida, pero no temía a los desafíos diarios de su arte. Una presentación aquí y; otra, allá, con su último dúo, Toribio Ruíz Díaz. Siempre alegre, con una franca sonrisa, me recibe Martín Escalante en su casa de Asunción.
Ese día llueve y hace frío. Al saludo siguen las anécdotas, los recuerdos que acumuló por más de 50 años con su par, su otro yo, Valerio Quintana, desde que se conocieron en el Bar La Esmeralda en un otoño cincuentista.
Yo periodista, él cantor, no pudimos dejar de intimar sobre el dúo Quintana Escalante; él, en sus vivencias de artista; yo, en mis recuerdos de niño.
Martín y Valerio son para mi aquellos regalos que tuve Villarrica en mis días de niño cuando Los Tres Reyes Magos existían, de verdad, en mi angelical imaginación.
En este setiembre del 2008 cuando tengo la suerte de un mano a mano con don Martín vuelve a mi memoria, fresca y casi tangible, la bolsita de celofán con una decena de caramelos "Culturales", la "musculosa" clara y la sandía, mis regalos de reyes.
Porque Martín Escalante y Valerio Quintana fueron, son y serán siempre el "Seis de enero" de Clementino Ocampo y Martín Escalante. El canto de reyes para los niños pobres, de los tyre´y de padres de los extramuros de la ciudad, de los carentes de zapatos para la vana espera en una ventana de enero.
Don Martín, este urunde´y de nuestro canto, es para mí, mi infancia del typyraty, el cocido negro y de las vedas de carne, azúcar y harina en la Villarrica acosada por la montonera añil y encarnada.
Pero don Martín también es para mi la historia de una mujer de armas tomar, Delfina Servín, la inspirara del motivo popular "Mateo Gamarra", una historia cantada de amores, infidelidades, celos y violencias.
Y, también, don Martín, es para mí su temblorosa y entrecortada firma en el disco que me regalara esa mañana de frío y lluvia al terminar de entonarme su "Seis de enero" triste, un salmo implorante en las sagradas escrituras del folclore paraguayo.
Ese día llueve y hace frío. Al saludo siguen las anécdotas, los recuerdos que acumuló por más de 50 años con su par, su otro yo, Valerio Quintana, desde que se conocieron en el Bar La Esmeralda en un otoño cincuentista.
Yo periodista, él cantor, no pudimos dejar de intimar sobre el dúo Quintana Escalante; él, en sus vivencias de artista; yo, en mis recuerdos de niño.
Martín y Valerio son para mi aquellos regalos que tuve Villarrica en mis días de niño cuando Los Tres Reyes Magos existían, de verdad, en mi angelical imaginación.
En este setiembre del 2008 cuando tengo la suerte de un mano a mano con don Martín vuelve a mi memoria, fresca y casi tangible, la bolsita de celofán con una decena de caramelos "Culturales", la "musculosa" clara y la sandía, mis regalos de reyes.
Porque Martín Escalante y Valerio Quintana fueron, son y serán siempre el "Seis de enero" de Clementino Ocampo y Martín Escalante. El canto de reyes para los niños pobres, de los tyre´y de padres de los extramuros de la ciudad, de los carentes de zapatos para la vana espera en una ventana de enero.
Don Martín, este urunde´y de nuestro canto, es para mí, mi infancia del typyraty, el cocido negro y de las vedas de carne, azúcar y harina en la Villarrica acosada por la montonera añil y encarnada.
Pero don Martín también es para mi la historia de una mujer de armas tomar, Delfina Servín, la inspirara del motivo popular "Mateo Gamarra", una historia cantada de amores, infidelidades, celos y violencias.
Y, también, don Martín, es para mí su temblorosa y entrecortada firma en el disco que me regalara esa mañana de frío y lluvia al terminar de entonarme su "Seis de enero" triste, un salmo implorante en las sagradas escrituras del folclore paraguayo.