Detrás de la puerta, esto

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Procuro que mi blog sea agradable como lo es un buen vino para quién sepa de cepas; como un buen tabaco para aquellos que, como Hemingway, apreciaban un buen libro, un buen vino, un buen ron y un buen puro. Es todo mi intento para cuando abra esta puerta (Foto: Fotolia.com).

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lunes, 1 de abril de 2013

Los mercaderes del voto



La cultura de no pocos electores paraguayos es la de la venta de su voto, ¿cuántos venden sus votos y por cuanto?

Escucho andando por el interior que el precio promedio por voto es de 200.000 guaraníes, pero como los pescadores en el paraguayo hay una natural tendencia a magnificar los números dejemos en 100.000 guaraníes promedio.

Los principales compradores de votos son los de los partidos tradicionales (colorados y liberales). Supongamos, haciendo cálculos pesimistas que entre ambos totalicen 500.000 votos comprados.
Por lo tanto el gasto en el día de las elecciones por compra de votos no baja de los 100 mil millones de guaraníes, unos 22 millones de dólares.

Con 22 millones de dólares se tuerce la suerte del país como con la ausencia de al menos 40 por ciento de los inscriptos en el padrón electoral nacional.

¿Quiénes venden sus votos?, sobre todo aquellos que son más pobres, por eso los dirigentes que mueven los hilos electorales de esta manera, comprando votos, prefieren que la pobreza nunca se acabe en Paraguay.

El pobre que vive en la miseria diaria ve como una oportunidad para tocar un billete de 100.000 guaraníes el día de las elecciones; le importa un corno la suerte del país. Y esos pobres, raquíticos y enfermos, son la cantera de los operadores de los dos partidos tradicionales de Paraguay.

Tienen dinero para tal efecto. Compran votos para mantener la miseria en la nación, para que los paraguayos sigan postergados, hambrientos, desamparados, humillados, vapuleados.

Colorados y liberales hacen lo mismo. Compran votos a la luz del día, ante los ojos de los demás y por eso no pocos de ellos se ufanan.

También están aquellos que sabiendo del gran volumen de dinero movilizado ese día que semanas antes operan para ofrecer a los candidatos tanta cantidad de votos “a tanto”; prometen el oro y el moro y más de un candidato gil e incauto cae como un necio y paga para encontrarse tras las elecciones con que aquellos votos comprados no aparecieron y sin ni un peso en los bolsillos.

La compra de votos creó el oficio de los vividores, estafadores, golfos y chachulleros por los que los dirigentes principales de los partidos tradicionales no sienten repugnancia alguna; por el contrario, sienten por ellos especial admiración, una suerte de orgánica simpatía. 

Son los de la casta del pillaje electoral;  los operadores de siempre, los “picas”, los “consumeros”, los de los cuadernitos de 200 hojas con los nombres de los votantes vendidos; los de los dineros en efectivo en los bolsillos, los secuestradores de cédulas de identidad personal; los hombres claves del día D.

En esta embrujada danza de los millones están los electores que especulan; es decir, aquellos que esperan al mejor postor que lo busque en su casa, que lo lleve al lugar de votación, que lo espere, que le sirvan una gaseosa y un par de empanadas, que lo vuelva a llevar a su casa y que, finalmente, le pague “por los favores recibidos”.

En esta cultura de la decadencia, por la existencia de esta clase de agentes, se dice que el mundo político es el de la gentuza, de los ladrones, de los idiotas y de los mentecatos.

Y quizás muchos miles, ciento de miles, de paraguayos, estén saturados de esta repugnancia y que por eso no participan de las elecciones pero este es el otro problema: piensan a lo mejor que escondiendo la cabeza no serán vistos o que eludirán el obstáculo.

Elecciones presidenciales o comercio de votos, la oportuni  dad de los sablistas, la única cada cinco años para la compra – venta de votos, el  acto cuestionado pero nunca arreglado. Un mercado donde se cotiza la obligación y el derecho del ciudadano, donde la democracia tiene el precio de una prostituta, donde los cotizadores hacen de cafichos y; del país, un gran quilombo.