Carlos Antonio López
Hablando de elecciones presidenciales ¿se imagina usted, elegante, siendo recibido por el presidente de la República en
calzoncillos?, planteo este escándalo mental porque, repasando mis apuntes encontré con que el
Mariscal López se vestía muy bien, que durante los gobiernos de Francia y los
López el paraguayo disponía, generalmente de una sola ropa y que andar descalzo
fue costumbre generalizada en el interior del país hasta hace unas cuantas
décadas.
Voy al grano: supóngase que usted fue convocado al Palacio
de Gobierno y que para el efecto se vista de lo mejor pero que el presidente lo
reciba ¡en anatómico!
William Barret en “La
Amazona” escribió a fines de la década de 1930 que Carlos Antonio López
recibía a veces en calzoncillos a las personalidades. Y en su descargo digo que
habrá sido porque hacía mucho calor (imagino que exponía su imperial desnudez
en verano y no en invierno) y porque era un gordo de aquellos, aunque no son
excusas suficientes como para martirizar al digno cargo con semejante desenfado.
A esta altura de la civilización digo que un presidente es
un presidente y que no puede andar en cueros recibiendo gente solo porque hace
calor. Y, como que ya nos estábamos yendo hacia ese lado, últimamente con un presidente que concurría al
Palacio en chancletas y se fotografiaba semi en bolas en su jacuzzi comiendo
pastelitos.
Felizmente en esto de vestirse nuestros gobernantes retornó
la sensatez y de nuevo tuvimos a uno que concurre a su trabajo vestido como
Dios manda.
Elisa Alicia Lynch
Y eso del calzoncillo de don Carlos me anima a rescatar la
ingente labor de Elisa Alicia Lynch para que los paraguayos (y las “paraguashas”) se vistan mejor ¡y lo
logró! Francisco Solano López, a propósito, no era de vestir mal y menos con
una mujer como doña Elisa a su lado que, seguro, le marcaba el compas del buen
gusto.
Vaya elegancia la que habrá sido la del mariscal López que
el coronel Silvestre Aveiro relató en sus memorias militares que en diciembre de
1868 en Lomas Valentinas, durante el fragor de la batalla, “una bala llevó la
punta de la corbata del mariscal desatándosele”.
Le siento pena, en el tiempo, a la señora Lynch por todo el
esfuerzo que habrá puesto todos los días para conseguir que los asuncenos mejoren su manera de vestir. Por aquellos años
de paz, antes de la guerra contra la Triple Alianza, los asuncenos
preferentemente andaban descalzos. Correspondió a la pareja de López encarar y
sostener una fuerte campaña personal para romper con dicha costumbre indígena.
Y hablando de nuestros ancestros nativos, cuenta el sabio
Bertoni que los guaraníes andaban desnudos y que en verano se bañaban en los
arroyos y manantiales, en abundancia de aquí para allá en todo el territorio de
la nación, al menos 12 veces al día y que les resultaba incómodo las ropas
impuestas por los españoles precisamente porque debían sacarse antes de cada
baño. Bueno, si se bañaban 12 veces al día (en verano, obvio) eso de andar
vestidos era casi una falacia.
Mcal. Francisco Solano López
El mandyju había en estas tierras cuando llegaron los
españoles, las indígenas sabían el arte del hilvanar y tejer; o sea, se
entiende que los nativos guaraníes no andaban desnudos completamente.
Cuadros pintados en tiempos de Francia por viajeros europeos
muestran a hombres y mujeres de la época vestidos con ropas tejidas en lienzos
y confeccionadas por las mujeres paraguayas vestidos elementales que tras la
Guerra Grande comenzó a desaparecer lentamente no así la costumbre de andar
descalzos en el interior del país y las periferias de Asunción y que, esta, comenzó a
opacarse a partir de la década de 1950.
Pero un buen retazo de historia relatado sobre nuestras
prendas de vestir no es suficiente para justificar que un presidente como don
Carlos ande recibiendo a las personalidades en calzoncillos que, dicho sea de
paso, no habrán sido precisamente slips capaces de seducir de un vistazo a doña
Juana Pabla; aunque … quién sabe …
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