José de Jesús Giménez era un paraguayo que sabía de tesoros enterrados en tiempos de la Guerra Grande. Lo que se denomina comúnmente plata yvygüy es tan cierto como la misma guerra y del que el hombre se cuidó de no hablar. Don José, cuando joven vio los planos que Elisa Alicia Lynch había entregado al general Bernardino Caballero.
José fue traído hasta Asunción cuando tenía seis años de edad desde Itacurubí, a caballo, por su padre, un español. Fue entregado al general Caballero para que lo críe y eduque con su esposa, Julia Álvarez. José quedaba huérfano de madre al fallecer ésta poco antes.
En la casa del "Centauro de Ybycuí", como se lo llamaría después entre los colorados, hacía de mozo de cuadra, mandadero, encargado de limpiar la casa, de cuidar a los hijos del matrimonio Caballero Alvarez, llevar recados, etc. De a poco fue ganando la confianza de la familia y, sobre todo, del general Caballero.
Ya andaba por los 16 a 17 años cuando una noche Julia le encomendó ir a la sala de la casa (la que estaba en el actual Parque Caballero de la capital) donde él, el general, trabajaba estudiando unos mapas, a preguntarle si necesitaba algo, a lo que el fundador del Partido Colorado le respondió que no en un gesto que José interpretó como que le estaba molestándole en su tarea.
Se sabría que Caballero estuvo en velas hasta avanzadas horas de la madrugada estudiando el enorme papel desplegado sobre la mesa.
La dueña de casa ordenó a José que al día siguiente, muy temprano, ingresara a la sala a limpiar y ordenar todo lo posible de modo que el general reciba a unas visitas previstas para las 8.00 de esa mañana.
José cumplió con lo encomendado. Ingresó a la sala, mientras el general dormía, y
vio que el mapa estaba al alcance de su curiosidad dentro de la biblioteca. Allí estaban dos largos tubos porta planos y la llave de la puerta de la biblioteca, curiosamente olvidada, en la cerradura.
Escoba en mano, miró a uno y otro lado, abrió la puerta de vidrio y madera
delicadamente lustrada y extrajo el mapa. Lo miró detenidamente. Tenía cruces, equis, flechas, palabras, nombres de plantas,
metrajes de distancias, etc. Lo volvió a
enrollar y lo guardó.
Limpió la sala y se retiró del cuarto.
El general se percata que había dejado - olvidada - la llave en la biblioteca. Pregunta a José si él miro el contenido de la biblioteca a lo que éste respondió que no.
Una cosa le era claro al criado: el plano era de los tesoros enterrados durante la guerra por los soldados de
López, fusilados tras cada operación, y que le fue entregado por
Elisa Alicia
Lynch
después de la guerra.
Cuentan los descendientes de José (contrajo matrimonio con la italiana Cantalicia Zanini y sus hijos fueron
Otilia Guadalupe, Tomás, Dora,
Amelia,
Porfiria Elizabeth y
Gilda Beatríz) que aquel contaba los viajes que preparaba el general a bordo de su carruaje. Para estas incursiones ordenaba en su casa que se le parara todos los víveres necesarios, ropas, caballos varios y un equipo de sirvientes para que lo acompañara. Volvía en una o, a veces, dos semanas.
José suponía que iba a extraer el tesoro marcado en los mapas que cuidaba con todo celo. De vez en vez, Caballero regalaba monedas de oro al
"secre", a más de ropas finas y de pagarle su sueldo con puntualidad. Un día le regaló un reloj de bolsillo con cadena de oro puro. También le obsequiaba extensos lotes de terrenos.
Tras la muerte del general, en 1912, José siguió trabajando en la casa de la viuda hasta que finalmente se retiró para dedicarse a la albañilería. Murió el 21 de julio de 1980 con casi 100 años de edad.