Decía doña Josefina Plá que en Paraguay la platería no era lujo, “sino una necesidad”, refiriéndose a la sociedad posterior a la independencia. Junto a la plata, el oro formaba parte de los bienes, incluso de los hombres más pobres, que los lucían sobre todo en sus aperos y arreames. Así, las historias sobre tesoros enterrados (plata yvyguy) de la nación se dividen en las reales y fantasiosas. Procuraremos concentrarnos en las historias reales.
Hasta los más pobres de Paraguay tenía joyas, escribió el inglés William Barret; “el país estaba lleno de ellas”, afirma en “Una amazona”, su libro. Cuando comenzó la “Guerra Guasu”, López salió de Asunción con todo el oro del Estado. El 8 de junio de 1865, el Mariscal asume en Humaitá el comando de los ejércitos en campaña.
Justiniano Rodas Benítez (un capitán fusilero), Gregorio Benítez (que después sería diplomático) y Silvestre Aveiro (un ilustrado coronel) manejaban que al sur fueron llevados por él al menos 4 cofres de oro de cuyo destino nunca se dio cuenta, sin descartarse que hayan sido enterrados en la fuga de Lomas Valentinas.
Tras el ataque brasileño a Piribebuy, en agosto de 1869, según testimonios de sobrevivientes, no pocos soldados fueron fusilados en el camino entre Piribebuy y Azcurra, tras el enterramiento de carretas enteras con cajas de hierro y madera conteniendo joyas varias y hasta, probablemente, lingotes de oro, pero que pudieron haber sido desenterrados de inmediato por los brasileños, que habrían terminado por llevarlos a Río de Janeiro.
Los brasileños sabían de las joyas escondidas, por lo que, al decir de Asturio Monteiro de Lima, un brasileño descendiente de un oficial combatiente matogrosense, tras la guerra todo el mundo se largó a buscarlas pala en manos.
En la Biblioteca Nacional de Madrid hay varios libros de autores extranjeros, sobre todo europeos, que investigaron sobre la fortuna de Francisco Solano López y de Elisa Alicia Lynch (foto) coincidiendo con que la mayor parte de sus bienes (en oro y libras esterlinas) pasó en poder del escocés Guillermo Stewart, médico contratado por el general López. Tras la guerra, Lynch procuró recuperar sus bienes en Europa, pero jamás lo pudo, ya que Stewart nada hizo poner a su nombre en los bancos británicos.
Una buena parte de las joyas de oro y plata de los asuncenos se habrían escondido en las anchas paredes de las casonas mientras sus dueños huían de los brasileños o marchaban junto al Ejército en campaña. El oro también pudieron haberse guardado en los túneles de las antiguas casas de las épocas jesuíticas.
Hasta los más pobres de Paraguay tenía joyas, escribió el inglés William Barret; “el país estaba lleno de ellas”, afirma en “Una amazona”, su libro. Cuando comenzó la “Guerra Guasu”, López salió de Asunción con todo el oro del Estado. El 8 de junio de 1865, el Mariscal asume en Humaitá el comando de los ejércitos en campaña.
Justiniano Rodas Benítez (un capitán fusilero), Gregorio Benítez (que después sería diplomático) y Silvestre Aveiro (un ilustrado coronel) manejaban que al sur fueron llevados por él al menos 4 cofres de oro de cuyo destino nunca se dio cuenta, sin descartarse que hayan sido enterrados en la fuga de Lomas Valentinas.
Tras el ataque brasileño a Piribebuy, en agosto de 1869, según testimonios de sobrevivientes, no pocos soldados fueron fusilados en el camino entre Piribebuy y Azcurra, tras el enterramiento de carretas enteras con cajas de hierro y madera conteniendo joyas varias y hasta, probablemente, lingotes de oro, pero que pudieron haber sido desenterrados de inmediato por los brasileños, que habrían terminado por llevarlos a Río de Janeiro.
Los brasileños sabían de las joyas escondidas, por lo que, al decir de Asturio Monteiro de Lima, un brasileño descendiente de un oficial combatiente matogrosense, tras la guerra todo el mundo se largó a buscarlas pala en manos.
En la Biblioteca Nacional de Madrid hay varios libros de autores extranjeros, sobre todo europeos, que investigaron sobre la fortuna de Francisco Solano López y de Elisa Alicia Lynch (foto) coincidiendo con que la mayor parte de sus bienes (en oro y libras esterlinas) pasó en poder del escocés Guillermo Stewart, médico contratado por el general López. Tras la guerra, Lynch procuró recuperar sus bienes en Europa, pero jamás lo pudo, ya que Stewart nada hizo poner a su nombre en los bancos británicos.
Una buena parte de las joyas de oro y plata de los asuncenos se habrían escondido en las anchas paredes de las casonas mientras sus dueños huían de los brasileños o marchaban junto al Ejército en campaña. El oro también pudieron haberse guardado en los túneles de las antiguas casas de las épocas jesuíticas.
(publicado en el diario Crónica de Asunción, el 14 de junio de 2009)